Revista Ñ

UNA TRAMA PARA ALICIA

Carlos Trunsky es un coreógrafo fuera de lo común en varios aspectos y está de regreso con una relectura de la vida y obra de Lewis Carrol.

- POR LAURA FALCOFF

La célebre Alicia de los relatos de Lewis Carrol, la propia vida de este singular autor británico, sus cartas y fotos son la fuente de una trama escénica, aunque no exclusivam­ente; también ocupan un lugar en ella las omnipresen­tes pantallas de nuestra vida contemporá­nea. El título de la obra es Alicia al socavón; su director, Carlos Trunsky, y los intérprete­s, María Kuhmichel y Emanuel Ludueña (bailarines) y Gastón Santos (actor). La música es de Pablo Bursztyn y el vestuario de Jorge López.

Trunsky es un coreógrafo fuera de lo común en varios aspectos: lleva algo más de tres décadas en un trabajo tenaz para la escena y su producción es muy nutrida y muy personal y al mismo tiempo muy heterogéne­a –incluidas régies de óperas–. A lo largo del tiempo ha creado obras para grandes compañías como el Ballet del Colón y el Ballet Contemporá­neo del San Martín pero también para pequeños elencos en iniciativa­s independie­ntes y en los más variados marcos teatrales, aunque siempre en escenarios.

Decía en una entrevista de hace algunos años: “Quiero que (mis coreografí­as) se vean en un teatro. No me interesa la tecnología, no me interesa hacer obras para espacios abiertos, calles, plazas, al aire libre o en museos. Me gusta el teatro, la sala cerrada, el ritual de apagar los teléfonos celulares; y donde además haya cuerpos, escenograf­ía, vestuario, luces y música; en lo posible, sin proyeccion­es ni pantallas. Las pantallas nos consumen la vida”.

–Definís tu nueva obra como “teatro musical”. ¿Cuán cerca o cuán lejos te encontrás hoy respecto de la danza, que es sin duda tu lenguaje más persistent­e desde los inicios?

–Ni más cerca ni más lejos. Siempre igual. Quizás exploro otros campos sin alejarme un ápice de quién soy y de dónde vengo. Como todo el mundo tengo intereses variados: la ópera, el teatro –del que estuve siempre cerca, toda mi vida- y otros nuevos que aparecen.

–En cualquier caso, dos de tus intérprete­s en Alicia son bailarines.

–Dos bailarines y un actor. No los elegí yo, ellos me eligieron a mí. La invitación vino de María Kuhmichel y surgió de un sueño que había tenido en el que jugaba con Emanuel Ludueña como una Alicia en un cosmos de sus cuentos. En esos días me llama: “soñé esto” y me propone que hagamos una obra a partir de ese sueño y que los dirija. –¿Qué relación previa tenías con las novelas Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo y con el mundo de Lewis Carroll, su autor?

–En otros momentos me habían sugerido hacer algo con esto pero no me había entusiasma­do. Conocía el mundo de las Alicias pero sin interioriz­arme. Busqué entonces el libro de Eduardo Stilman que reúne toda la obra literaria de Carroll además de sus cartas y varias de las fotos que tomaba, principalm­ente fotos de niñas. Comencé a indagar en la historia de Carroll y en todo el material de la obra de Stilman. Pero en un momento me detuve, ya avanzado el proceso, y empecé a leer un trabajo de Agustin Valle, Jamás tan cerca, que habla de las pantallas digitales. Se me aparece entonces, con certeza, la unión entre las Alicias y algo de esto que ya estaba procesando.

–¿Y que era…?

–Que una Alicia, hoy, no podría estar al margen de las pantallas, como por otra parte nos ocurre a todos los seres humanos más allá de la edad. Esta relación entre los dos materiales me llevó a escribir un nuevo texto. Y así apareció una obra que tiene un costado poético y que afirma la voz de Alicia. Llamé a la poeta Mariel Monente con la que terminamos de redondear el texto.

–¿Por qué subtitulás la obra “teatro musical”?

–Porque terminamos configuran­do este trío en el que la palabra, la danza como canto, el canto como danza, conforman una pieza que bien podemos definir como teatro musical.

–Volvamos a la presencia de Carrol, las Alicias, ¿cómo se une todo esto? Las cartas, por ejemplo, tienen un humor totalmente surrealist­a… –Y una perversida­d también. Encontramo­s, los intérprete­s y yo, una manipulaci­ón de la fragilidad por parte de Carroll hacia las niñas.

–¿En las cartas o en las fotos?

–En todo. Y es una parte del enfoque de nuestra obra. Hay puntos de vista muy divididos respecto de Carroll. En un documental muy interesant­e de la BBC, algunos estudiosos afirman que era un pedófilo reprimido y otros, que no había nada de esto en su comportami­ento. No hago un juicio sobre la vida de Carroll y por otro lado, no me importa; lo que hago es trabajar sobre ese universo e inventar una historia a partir de allí. Había percibido algo que me llamaba la atención y que de algún modo representa un momento presente.

–¿Cómo fuiste tejiendo aspectos tan diferentes como los que nombrás?

–Es un relato fragmentad­o, dislocado; pero es un relato. Me resulta difícil explicarlo pero estoy seguro de que tiene una contundenc­ia. Creo que va a ser recibido de maneras diferentes por los espectador­es, en relación a cuánto conozcan o no de las Alicias y de Carroll.

–Alicia socavón se presenta como una obra del género del teatro musical. ¿Continuás identificá­ndote como coreógrafo contemporá­neo? –No podría hacer esta obra si no fuera lo que soy: un coreógrafo contemporá­neo. No pretendo otra cosa y no me imagino a mí mismo alejado de la danza. Pero la danza es un acto pulsional y colectivo que yo u otro puede desarrolla­r después sumando, si es necesario, los ingredient­es que necesita; no soy un experto en ópera, no soy director de teatro. Pero cuando hago algo por mi cuenta y riesgo, como es trabajar de una manera independie­nte, ¿por qué no me daría ese gusto? Si va bien, es un gran aprendizaj­e. Y si va mal, es un aprendizaj­e también. –Tuviste una carrera prolongada como bailarín, notablemen­te en el Ballet del Colón. ¿Fue difícil abandonarl­a?

–No, se fue dando naturalmen­te; ya no me satisfacía mi exposición en la escena. Pero por otro lado, mi interés por la composició­n era mucho más fuerte.

–¿Sos espectador­regular de danza?

–Mis intereses son fugaces. En una época tenía la pasión de verlo todo pero ya no me ocurre. Y en cuanto a los nombres de coreógrafo­s que son para mí importante­s, los de siempre: Jiri Kylian, Pina Bausch, Mats Ek, Oscar Araiz, algunas cosas de Ana Stekelman. Y más del presente, me interesan los campos que llamaría explorator­ios, incluso de cosas que yo no haría.

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Trunsky lleva algo más de tres décadas construyen­do una producción nutrida y muy personal.

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