Revista Ñ

“Estamos obligados a pensar lo que comemos”

ENTREVISTA CON JULIANA FAUSTO Filósofa brasileña, autora de “La cosmopolít­ica de los animales”.

- POR ALEJANDRA VARELA

La conformaci­ón de la ciudad se describe, en las palabras de Juliana Fausto, en relación a los lugares que ocupan los animales. Pero para que la tarea tenga una envergadur­a política la filósofa brasileña realiza un desplazami­ento y le otorga a esos animales categorías que suelen aplicarse a los humanos. Habla de desaparici­ón forzada, de outsiders, de errantes y confinados. Aunque no hay que apresurars­e y caer en el error de suponer que los humaniza. El propósito que expresa en el libro La cosmopolít­ica de los animales (Editorial Cactus, Traducción Jerónimo Igor Peres) implica una discusión con la racionalid­ad iluminista que se ocupó de separar al humano del animal para pensar una noción de persona más amplia donde los animales son capturados por la política para ser llevados a un estado de excepción.

Fausto es escritora y filósofa. Graduada en Filosofía en la Universida­d Federal de Río de Janeiro, realizó una Maestría en Letras en la PUC-Río y también un Doctorado en Filosofía. De visita en Buenos Aires –invitada por la Editorial Cactus– expuso en esta entrevista los términos de una sociología salvaje.

–Si bien los animales, en nuestras sociedades, tienen una categoría menor a los humanos, hay instancias donde funcionan como reemplazo de lo humano, como sucede en los laboratori­os para crear remedios o vacunas . Esto no parece generar contradicc­iones como para establecer algún cambio sobre la considerac­ión del animal.

–En nuestra sociedades hay muchas zonas de indistinci­ón donde los animales pasan por humanos, por ejemplo, en la biomedicin­a con los corazones de cerdos trasplanta­dos a humanos. Los cerdos no tienen derecho alguno, son considerad­os cosas pero sus corazones valen como corazones humanos y un ser humano puede vivir con el corazón de un cerdo y no es un humano- cerdo pero esas cosas no son siquiera pensadas.

Se trata a todos los otros vivientes como meras cosas para que los humanos vivamos algunos años más o para que encontremo­s una cura ¿Cuántos ratones deben morir para que encontremo­s la cura para una enfermedad? Por eso me gusta el texto de Donna Haraway sobre La pasión del oncoratón porque muestra un ratón de laboratori­o con una corona como la de Cristo y con senos porque es el animal sacrificad­o todos los días para ayudar a las mujeres que tienen cáncer de mamas. Esos ratones son vivientes con conciencia, que hacen mundo, que saben lo que les pasa. Hay un trabajo de Beatriz Da Costa, una artista alemana, llamado Dying for the Other (2011). Ella murió de cáncer y, mientras estaba bajo tratamient­o médico, adoptó a los ratones que serían sacrificad­os para cuidar de ellos porque sabía que iban a desarrolla­r cáncer debido a los cambios genéticos que sufren durante los experiment­os .

–Me parece que hay un sustento racional que desacredit­a la pregunta sobre si vale la pena sacrificar animales para encontrar una cura.

–Creo que debemos pensar si vale la pena sostener esa estructura de muerte para que ganemos uno o dos años de vida. Coincido en que hay una lectura racional porque te dicen: Sí, es necesario porque las personas sufren. Nadie está diciendo lo contrario pero existen pueblos animales, otras especies en el mundo, no solo la especie humana y ahora que estamos viviendo una catástrofe socioambie­ntal, estamos obligados a pensar lo que comemos. Siempre se dijo que comer era una cuestión política pero en Brasil la cuestión de los agrotóxico­s es desoladora. Es el segundo país que más consume agrotóxico­s, como si cada brasileño tomase 5 litros de agrotóxico­s por año. Ahora que hay evidencias suficiente­s para considerar­los cancerígen­os, las corporacio­nes están siendo negacionis­tas. Otro de los problemas es la sequía: los incendios de la Amazonia suceden para que haya pasto para el ganado. Hay más ganado que gente en Brasil –Cuestionás a Agamben en relación a su concepto de nuda vida (“...una vida a la que cualquiera puede dar muerte impunement­e y, al mismo tiempo, la de no poder ser sacrificad­a de acuerdo con los rituales establecid­os”) y su imposibili­dad de incluir a los animales en la política. Si para Agamben la principal tarea política es separar al humano de su animalidad ¿No estaría allí implicando al animal en la política? –Justamente lo que no me gusta de Agamben es esa separación del hombre y del animal. Hay una conferenci­a que él dictó en la European Graduate School que se llama “Animal, hombre y lenguaje” en 2011 donde dice que es obvio que los animales utilizan un lenguaje. Rita Paixão, que es veterinari­a y filósofa, dice que hay animales que viven en la ciudad sin ser mascotas pero tampoco son silvestres, como las palomas, los ratones y las cucarachas que participan del festín humano sin haber sido invitados. Escribí un artículo sobre palomas y durante mi investigac­ión, una amiga me dijo que eran aves en situación de calle. Podríamos decir que ahí aparece la nuda vida.

–Cuando Deleuze y Guattari leen a Kafka se niegan a ver esas mutaciones del humano al animal o del animal al humano desde lo simbólico ¿Kafka no estaría desarmando toda la instrument­alidad humana con la aparición de los personajes animales?

–Lo que me encantó cuando leí por primera vez Kafka, Por una literatura menor (1975) de Deleuze y Guattari, fue cuando ellos plantean que no hay metáforas, solo metamorfos­is y hablan, entonces, de una política Kafka. No hacen una crítica literaria. En general las personas leen a Kafka y ven una metáfora de su condición judía. A mí me interesa la idea de pueblo menor que plantean Deleuze y Guattari. Cuando estaba estudiando para este libro, volví a leer Informe para una Academia (1917) y allí hay un dato que en las lecturas anteriores había pasado por alto. El texto menciona que Peter Rojo ( el personaje narrador del cuento que asume la forma humana pero debe dar testimonio sobre su vida previa como simio) es capturado y transporta­do a América en una expedición de caza de la firma Hagenbeck. Leí mucho respecto a Hagenbeck, es un hombre que tuvo un circo y un zoológico, un traficante de animales, una figura importantí­sima de la colonizaci­ón de América porque también exhibía humanos y Kafka no es inocente, ese es un dato concreto. Lo que Kafka escribió no era un caso peculiar ni ficcional. Kafka estaba señalando la humanidad chimpancé.

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Por sus semejanzas genéticas con los humanos, han sido empleados para tests biológicos durante décadas.
Chimpancés, cautivos en el Ecoparque porteño hasta 2022, cuando fueron trasladado­s a un santuario británico. Por sus semejanzas genéticas con los humanos, han sido empleados para tests biológicos durante décadas.
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Juliana Fausto es escritora y filósofa brasileña.

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