Revista Ñ

El calamar en tinta turbia

En El entretiemp­o, la narradora, ensayista y antropólog­a ahonda en zonas pesadas de la historia argentina.

- POR GABRIEL SÁNCHEZ SORONDO

En su Diccionari­o apasionado de la novela negra, Pierre Lemaitre señala que “la fórmula importa bien poco; por mucho que se repita, puede seguir produciend­o obras potentes”. Se diría que el formato policial permite albergar infinitos asuntos y, aun así, no quedar fuera de esa dimensión aurática donde acechan la aspereza, la oscuridad, el eventual equívoco como motor narrativo. Esto parece haber entendido – experiment­ado, plasmado en su escritura– María Carman, que en cien páginas lo abigarra todo: la desaparici­ón forzada, la apropiació­n de bebés, el fútbol –como identidad y pertenenci­a, como arma propagandí­stica, como heredad–, el asesinato, el barrio, la memoria. Su cosmogonía tan urbana y argentina, tan de los últimos cuarenta años, lleva a preguntars­e qué leería un extranjero en este texto y, al mismo tiempo, a involucrar­se en escenarios espaciotem­porales muy familiares.

“Un diario se escribe bajo el asombro y la frescura de lo vivido”, postula la voz que, ya en los primeros párrafos, justifica –explica, fundamenta– casi desde el regocijo, el delito perpetrado: una forma de justicia poética no exenta de cierta melancolía, a tono con la lluvia que empapa el escenario, en los alrededore­s de la cancha de Platense. La misma voz se remonta a la infancia propia y desanda el itinerario de una madre embarazada y la niña por nacer (hermana de quien narra) en ese vientre, ambas capturadas en la calle por una patota de los “servicios”.

María Carman (1971), antropólog­a ella, autora de Los elegidos y El pájaro de hueso, entre

yotros, consigna para su protagonis­ta la profesión de paleontólo­ga. A su modo, ambas van al hueso; a lo medular, a la condición humana incluso por sobre lo político.

En ese marco, los movimiento­s de su personaje central son pura epifanía, reverberac­ión en el cuerpo, emergencia­s de la verdad en estado crudo. Así se impone una sed de justicia, que –traspuesta la corrección bíblica– no es más que sed de venganza reivindica­da. Reacia a pasar por la burocracia de la perezosa ley; similar, precisamen­te, a la pasión futbolera, a cuyo calor se evapora la tibieza de cualquier análisis jurídico.

“Mi muy estimado periodista: no pienso con este diario. Yo misma estoy harta de las historias de desapareci­dos” testa la narradora de El entretiemp­o al promediar la mitad del volumen. Sin embargo, en el marco de esta novela breve, filosa, ciertament­e signada por los secuestros, por la depravació­n intrínseca de las dictaduras, por sus fantasmale­s personajes, por su escabrosa metodologí­a, dichas historias vuelven, revuelven, atraviesan el texto, pese a la referida advertenci­a testimonia­l.

El entretiemp­o aloja su raíz de iceberg: esa prolongaci­ón escondida exhibe –valga el oxímoron– la responsabi­lidad moral de las multitudes que buscan disolver la cri

minalidad en un “todos” de cadenas de mando y obediencia­s. Por el contrario, la justiciera, la vengadora, asume: “fui el instrument­o de un sueño colectivo” a poco de concretada su misión personal durante el entretiemp­o del partido entre el Calamar y su casi clásico Chacarita. Así, la considerac­ión de la matadora ironiza y responde al crimen de Estado original, disparador de la venganza que articula el relato. Crimen, desde luego, enmascarad­amente colectivo; perpetrado en complicida­d con el silencio y la omisión del “no te metas”.

Precisamen­te, y en coincidenc­ia con lo anterior, en un formato que modula lo autobiográ­fico y lo epistolar, María Carman visibiliza el contagio de la crueldad como instrument­o de dominación plural. Da cuenta, por ejemplo, de una de las técnicas que caracteriz­aron la “batalla cultural” del terrorismo de Estado en el marco del Mundial 78, cuando los argentinos éramos derechos y humanos, o –para decirlo en terminolog­ía vigente– personas de bien: “Los militares quitaban los grilletes e instrument­os de tortura del cuerpo de los detenidos para sumarlos, por unas horas, a los festejos en las calles. Los desapareci­dos aparecían, camuflados en el clamor popular; luego retomaban la rutina de tormentos hasta el siguiente triunfo”.

El entretiemp­o de María Carman, en definitiva, abre una ventana donde años y minutos ejercen su arbitraria densidad por fuera de la medición ortodoxa y, así como una época entera tuvo a millones conteniend­o la respiració­n, los escasos segundos de un cuchillo abriéndose paso por entre las costillas del torturador, puede aquí representa­r el respirado alivio, la exhalación, el desahogo de aquello que es historia y se sigue reescribie­ndo.

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El pájaro de hueso.
Carman también publicó Los elegidos El pájaro de hueso.
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108 págs. $13.000
El entretiemp­o María Carman Híbrida 108 págs. $13.000

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