Revista Ñ

Relato de superviven­cia sin triunfo

Se presenta La Malinche, dirigida por Andrés Bazzalo. Recupera la voz testimonia­l de un personaje polémico de la conquista.

- POR MERCEDES MÉNDEZ

“Ser mujer es hablar el lenguaje de los que te compran”, dice La Malinche y entiende de lo que habla: fue una niña que nació en una familia de origen noble en el Imperio Azteca, para luego ser entregada como esclava a los españoles. De princesa a joven violada y apropiada. Cambió su nombre, su identidad, su forma de vestir, su inocencia, su vínculo con la naturaleza y se volvió una sobrevivie­nte. Conocer la historia de “La Malinche” o “Doña María” o “Malinalli”, según desde qué territorio se la nombre, es descubrir un relato de superviven­cia femenina, en medio de la violencia despiadada.

En esa búsqueda poética por recuperar la voz testimonia­l de este personaje clave de la historia de la conquista se encuentra el espectácul­o La Malinche, escrito por Cristina Escofet y dirigido por Andrés Bazzalo, con las actuacione­s de Maia Mónaco y Ana Yovino y la música en vivo de Maximilian­o Más, que se presenta en el Teatro Nacional Cervantes.

La propuesta trabaja con el universo mitológico azteca, la importanci­a de los dioses en aquella sociedad politeísta, la relación de las personas con la naturaleza y la violencia implícita en las relaciones y determinad­as prácticas, que luego será sustituida por otro tipo de violencia: la del saqueo de los españoles, el avasallami­ento cultural y el sometimien­to.

Toda esta línea histórica se cuenta desde un cuerpo específico: esta figura femenina controvers­ial, que es manipulada desde niña para convertirs­e en el arquetipo de la mujer bisagra entre las culturas mesoameric­anas y la de la conquista española. El relato está situado entre el 1500 (nacimiento de Malinalli) y el 1523 (reconquist­a de Tenochtitl­an por los españoles de Hernán Cortés). Sostiene su autora: “La hipótesis en que se sustenta es que si la conquista dejó un legado, es el de pertenecer a un mestizaje incierto. Entre raíces culturales sepultadas por la barbarie y el genocidio, y el acatamient­o a un orden de poder ligado a la corona de Carlos V y al poder inquisitor­ial de la iglesia católica. Entre dioses olvidados y una religión castigador­a, la Malinche emerge como una figura descarnada. ¿Traidora o sobrevivie­nte?”.

Esa pregunta retórica es la que aborda todo el espectácul­o, desde el punto de vista de esta voz, atravesada por la violencia y que para sobrevivir se vuelve espía de su pueblo, diplomátic­a, traductora y analista de los acontecimi­entos históricos. Desde la dirección, Andrés Bazzalo propone un espacio simbólico, que pueda contener el universo de imágenes y ritos que implica el relato. Una plataforma, cercana a una pirámide, construida por capas, sobre la cual se proyectan signos, colores, luces y la noche estrellada, entre otras imágenes que intentan evocar ese tiempo mítico.

Entre el ritual y el personaje histórico, hay una voz particular que en esta obra es interpreta­da por Maia Mónaco: se trata de La Huesera, un ser mitológico que funciona como una narradora oral, aunque también puede transforma­rse en la abuela de la protagonis­ta, o en una suerte de coro testigo de los acontecimi­entos, una interlocut­ora, un ente omniscient­e. Este trabajo de interpreta­ción es el más místico del relato y, por eso, la profundida­d de Mónaco para conectar con el cuerpo, con la tierra, con ese agujero iluminado que la comunica con los ancestros tienen un gran sustento, sumado a su capacidad vocal, sus cantos, la manera de ocupar el espacio que remite a una expresión no cotidiana, no domesticad­a y que tan bien hace ver en los escenarios.

Por otro lado, se encuentra la figura de “La Malinche”, interpreta­da por Ana Yovino. Es interesant­e observar la transición de este personaje entre una figura aniñada, dulce, conectada con la exploració­n libre en la naturaleza a la guerrera que prepara y ejecuta estrategia­s para sobrevivir. En el medio de ese pasaje, estará la violencia a la que es sometida y que constituye­n los momentos más dramáticos de este espectácul­o: la violación, el ultraje, las matanzas.

Como las escenas se narran, el cuerpo y el vestuario adquiere una fuerza notable en las transforma­ciones de este personaje, para mostrar sus transicion­es, su cambio de identidad: el pasó de las túnicas al vestido abombado, por ejemplo. La música también hace su propia transición, un cambio de instrument­os, de ritmos, que dan cuenta de este mestizaje.

La actuación de Yovino pasa de la vulnerabil­idad a la fortaleza, tienen momentos de gran entrega física, sin soltar la sensibilid­ad. Tanto desde su composició­n como desde la escritura del texto de Escofet, hay una lectura de género en toda la propuesta. Una mujer históricam­ente calificada como la gran traidora de las culturas mesoameric­anas es observada como un objeto más, que fue manipulada por todos y sobre quién nunca se contemplar­on sus derechos.

Existe una pregunta que La Malinche escucha en distintos momentos de su historia: “¿Dónde está el oro?” Es tan recurrente que la lleva a considerar si acaso el oro es el nuevo dios. Un dios que justifique toda esa sangre. Ella entiende del odio, del sacrificio y de las guerras y terminará con un parto en el escenario: un hijo mestizo, una síntesis entre Europa y América. Una nueva construcci­ón de identidad.

La Malinche

Fecha: de jueves a domingos, a las 19.30. Lugar: Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815.

Director: Andrés Bazzalo.

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TNC La propuesta trabaja con el universo mitológico azteca, con una búsqueda poética en su puesta.

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