“Bela Vamp”, la doble simbiosis
Reversión del Drácula de Bela Lugosi. El personaje y el actor son la misma entidad: dan cuenta de la fusión descomunal del actor y su interpretación.
Enfundado en el atuendo de un personaje, él también se convierte en una criatura de ficción. Nunca sabremos quién es ese ser que frente a nosotros relata una historia que sucede en el cine. En Bela Vamp, la propuesta escénica se dirime en el terreno de la representación. Marcos Montes parece interpretar a Bela Lugosi pero lo hace vestido de Drácula. El personaje y el actor son la misma persona, para dar cuenta de la simbiosis descomunal que en la realidad sufrió el actor húngaro. Como si su origen cercano a Transilvania lo hubiera obligado a interpretar un único papel, Bela Lugosi quiso y no pudo desprenderse de este personaje que la maquinaria hollywoodense le asignó en los años 30.
El vampiro es, entonces, el espectro de una actuación que ya no tiene un propósito y que, en su actitud errante, busca la cura o la muerte. Para lograr alguna solución, el protagonista está dispuesto a la tragedia pero no quiere hallar el final por mano propia sin antes crear la escena de su muerte. Entonces acude al consultorio de la doctora Dorothy Couch, un personaje inventado por la dramaturgia de Alfredo Arias que funciona como una suerte de doctor Caligaris femenino, a la manera del clásico film expresionista alemán. Una vampira que se apropia del mito de Lugosi para entrar al mundo del cine a partir de una película tan dislocada como fallida.
Arias realiza un montaje entre elementos verdaderos de la biografía de Lugosi, a los que les otorga una genealogía falsa, para provocar una instancia similar al laboratorio de un ser extraviado que experimenta con ese cadáver en vida que es Lugosi, ya abandonado por la factoría del cine. La locura como portadora de una imaginación desesperada y desinhibida es uno de los temas de Bela Vamp.
Lo que le interesa a Arias no es la reproducción de un hombre real –no se trata de saber quién fue Bela Lugosi ni de recopilar sus películas–; importa la matriz de recursos que hizo posible un personaje.
El actor Marcos Montes habla con un acento que es la imitación caricaturesca de un doblaje. Esto produce el efecto narrativo de una musicalidad que se comprueba falsa. Ese cuerpo será también el de la doctora Couch, sin transformación alguna. En ese universo espectral, la luz, a cargo de Matías Sendón, es el elemento fundante. Todo se evidencia como un producto de la teatralidad.
Drácula es la síntesis de todas las vidas contenidas en un cuerpo, de todas las almas convirtidas en zombis. Nosferatu, la adaptación de la novela de Bram Stoker filmada por Friedrich Murnau, llegaba con la peste. La forma vampírica que recupera Arias está más cerca del travestismo de la actuación, de la ambigüedad sexual y de la agonía porque ningún ser en esta obra puede sobrevivir si no encuentra el amparo del cine.