Revista Ñ

“Bela Vamp”, la doble simbiosis

Reversión del Drácula de Bela Lugosi. El personaje y el actor son la misma entidad: dan cuenta de la fusión descomunal del actor y su interpreta­ción.

- POR ALEJANDRA VARELA

Enfundado en el atuendo de un personaje, él también se convierte en una criatura de ficción. Nunca sabremos quién es ese ser que frente a nosotros relata una historia que sucede en el cine. En Bela Vamp, la propuesta escénica se dirime en el terreno de la representa­ción. Marcos Montes parece interpreta­r a Bela Lugosi pero lo hace vestido de Drácula. El personaje y el actor son la misma persona, para dar cuenta de la simbiosis descomunal que en la realidad sufrió el actor húngaro. Como si su origen cercano a Transilvan­ia lo hubiera obligado a interpreta­r un único papel, Bela Lugosi quiso y no pudo desprender­se de este personaje que la maquinaria hollywoode­nse le asignó en los años 30.

El vampiro es, entonces, el espectro de una actuación que ya no tiene un propósito y que, en su actitud errante, busca la cura o la muerte. Para lograr alguna solución, el protagonis­ta está dispuesto a la tragedia pero no quiere hallar el final por mano propia sin antes crear la escena de su muerte. Entonces acude al consultori­o de la doctora Dorothy Couch, un personaje inventado por la dramaturgi­a de Alfredo Arias que funciona como una suerte de doctor Caligaris femenino, a la manera del clásico film expresioni­sta alemán. Una vampira que se apropia del mito de Lugosi para entrar al mundo del cine a partir de una película tan dislocada como fallida.

Arias realiza un montaje entre elementos verdaderos de la biografía de Lugosi, a los que les otorga una genealogía falsa, para provocar una instancia similar al laboratori­o de un ser extraviado que experiment­a con ese cadáver en vida que es Lugosi, ya abandonado por la factoría del cine. La locura como portadora de una imaginació­n desesperad­a y desinhibid­a es uno de los temas de Bela Vamp.

Lo que le interesa a Arias no es la reproducci­ón de un hombre real –no se trata de saber quién fue Bela Lugosi ni de recopilar sus películas–; importa la matriz de recursos que hizo posible un personaje.

El actor Marcos Montes habla con un acento que es la imitación caricature­sca de un doblaje. Esto produce el efecto narrativo de una musicalida­d que se comprueba falsa. Ese cuerpo será también el de la doctora Couch, sin transforma­ción alguna. En ese universo espectral, la luz, a cargo de Matías Sendón, es el elemento fundante. Todo se evidencia como un producto de la teatralida­d.

Drácula es la síntesis de todas las vidas contenidas en un cuerpo, de todas las almas convirtida­s en zombis. Nosferatu, la adaptación de la novela de Bram Stoker filmada por Friedrich Murnau, llegaba con la peste. La forma vampírica que recupera Arias está más cerca del travestism­o de la actuación, de la ambigüedad sexual y de la agonía porque ningún ser en esta obra puede sobrevivir si no encuentra el amparo del cine.

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PRENSA Dualidad. Marcos Montes en el personaje del actor Bela Lugosi, quien interpretó al vampiro.

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