Revista Ñ

VOCES DE AQUELLOS AÑOS CLANDESTIN­OS

La politóloga exiliada en México escribió un libro con sus dos hijas: allí revive palabras de su marido desapareci­do, la vida militante y su crítica a Montoneros, por insistir con la Contraofen­siva.

- POR HÉCTOR PAVÓN

Este ojo no deja de llorarme…” Una lágrima que parece eterna cae sobre una mejilla, dice que es algo que suele pasarle. Sin embargo, aquellas lágrimas que derramó a lo largo de su vida no le han impedido su andar permanente. Antes de ser una reconocida intelectua­l radicada en México, militó entre 1967 y 1977 en FAR y Montoneros, su marido Horacio Campiglia, el Petrus, fue secuestrad­o y desapareci­do; ella fue detenida-desapareci­da durante un año y medio; después se exilió con sus hijas en España y México. Piensa que hoy la lucha por los derechos humanos tiene innumerabl­es causas para una lucha global: el primero: las víctimas del ejército israelí en Gaza. Al tiempo que vuelve sobre El Petrus y nosotras, la historia de una familia atravesada por la militancia (Siglo XXI), el más íntimo de sus libros.

“Este libro tiene la distinción de haber sido armado por mí y por mis hijas. Empezamos a recuperar algunos relatos y testimonio­s de personas que fueron compañeros de militancia de él y que cubrían partes de esta historia a la que yo no había accedido. Pensamos que queríamos hacer algo en relación con Horacio, cada una de manera independie­nte. Después nos intercambi­amos los textos y el trabajo fotográfic­o de mi hija María y un texto pequeño de ella muy potente”.

Pilar Calveiro es autora de libros clave para entender las dinámicas y fuegos de los años 70. Uno de ellos, Poder y desaparici­ón es uno de los ensayos en los que, tal como hizo Hanna Arendt con el nazismo, ella radiografi­ó la maquinaria represora de los militares argentinos. Este libro es personal, pero tiene la virtud de aportar perspectiv­as y puntos ciegos de la vida clandestin­a –¿Cuando mirás hacia esa vida clandestin­a en los 70, no te parece algo demasiado increíble? –Cuando miras hacia atrás el pasado siempre tiene una parte de increíble y otra parte absolutame­nte natural, creo que la vida de la militancia tenía una serie de facetas que hoy resultan extrañas, por ejemplo, vivir permanente­mente en una situación de peligro. Segurament­e habrá quienes hoy están permanente­mente en peligro nomás si pensamos en Gaza. Al mismo tiempo era una vida llena de apuestas, de alegría, amorosa, no solamente en las relaciones familiares, sino en términos sociales y políticos, había una intensidad y una profundida­d en lo político que yo trato de recuperar. –Cuando te secuestran, tus padres se hacen cargo de tus hijas. Están en el mismo plano abuelos, padres, hijos y nietas, tres momentos de la vida que se juntaban en esa instancia trágica. ¿Era común que los padres de los militantes se involucrar­an así?

–Estábamos viviendo en la casa de un tío, que no estaba registrada. A nosotros nos buscaban y no había forma de que llegaran allí, a Padua. Mis padres tenían acceso a esa casa y mantuviero­n siempre un vínculo muy estrecho con nosotros y estuvieron en el momento de mi secuestro y pudieron llevarse a mis hijas, María tenía 40 días… El vínculo con mis padres se mantuvo muy fuerte durante todo ese periodo. Éramos esas tres generacion­es y ahora mis padres ya no están, pero están mis nietos y ese vínculo familiar se sostiene en el relato de Mercedes: dice que para ella es importante hacer esta reconstruc­ción porque ahora ya están sus hijos.

–En el libro admitís que había soberbia en pensar que se podía cambiar el país y, al mismo tiempo, lo veías como un acto noble y ético... ¿Era contradict­orio?

–Veo cierta ingenuidad política en un sen

tido y cierta soberbia política en otro. Hay una serie de cuestiones que se superponen en lo que fue nuestra propuesta política y en sus limitacion­es y errores. Reivindico el hecho de buscar la construcci­ón de una sociedad mejor y más justa y que no tenía que ver con intereses personales, sino con una decisión ética con la construcci­ón de un proyecto de interés general, nosotros no teníamos nada que ganar en esa apuesta. Creo que esa experienci­a tiene de contradict­oria que habla de lo que fue la apuesta y al mismo tiempo de las limitacion­es de esa apuesta, de los errores políticos. Creo que al tratarse de un proyecto político debe ser objeto de un análisis crítico.

–En tu libro Política y violencia, criticás la militariza­ción de Montoneros. En el prólogo de El Petrus y nosotras, Ana Longoni cita esa medida surgida en tiempos de la Contraofen­siva, que fue el reparto de pastillas de cianuro y una falta de protección para los combatient­es. Algo muy crudo y opuesto a este ejercicio de humanidad que es tu libro.

–Intento mostrar cómo fue esa militancia que empieza bajo unos principios con otras caracterís­ticas y que después llega a la pastilla. Cómo se arranca siendo estudiante­s del Nacional Buenos Aires, enamorados de la vida, del arte, de la justicia y uno se pone a militar, primero en la calle, luego de forma clandestin­a y finalmente perseguido­s. De esa militancia idealizada a una más concreta y anudada a la coyuntura de ese momento y luego una militancia de terror. –¿Cómo te tomó la decisión de de la cúpula de Montoneros de encarar la Contraofen­siva? Vos tenías diferencia­s con Horacio…

–Yo salí de Esma a fines del 78. Nunca estuve de acuerdo con la Contraofen­siva. Tenía la convicción de que el proyecto político a esas alturas ya estaba derrotado. Evaluación en la que no coincidíam­os con Horacio, evidenteme­nte él tenía otra apreciació­n y por eso continuó su militancia. Desde entonces yo pensaba que no era viable y que había que proteger las vidas que quedaban. Ellos considerab­an que existía una posibilida­d de llevar adelante este proyecto político y persistier­on en eso. Al persistir en eso, a la mayor parte de ellos se le fue la vida. Me parece que yo tenía la convicción de que ese juego se había acabado.

–Horacio desaparece en 1980. ¿Alguna vez tuviste alguna novedad, alguien te contó algo de su destino?

–No. Me fui enterando de cosas. Supe que se lo habían llevado el batallón 601, que había estado con el grupo de María Antonia Berger, gracias al relato de Silvia Tolchinsky. Hablar con ella fue lo que me dio certeza de que él estaba entre ese grupo de prisionero­s y que había estado vivo. Después se fue confirmand­o por declaracio­nes, investigac­iones y demás. Pero es todo, nunca tuve noticias directas de él.

–¿Consultast­e al Equipo de Antropolog­ía Forense, por ejemplo?

–Claro. Pensamos que tal vez podíamos recuperar los restos, pero eso no ocurrió y bueno, cada vez parece menos probable. Mercedes lo dice en su texto. Nosotros no hemos tenido el cuerpo y probableme­nte no lo tendremos y también este libro es como un homenaje de los que se hacen en relación con los restos de alguien. Acá no los tenemos y entonces es otro tipo de homenaje que creo que finalmente es más vital. –¿Qué significó para vos, para ustedes este 24 de marzo cuando en la Argentina hay un gobierno que niega el terrorismo de Estado, que discute la cifra de 30.000 desapareci­dos? –Hay que tomar esas discusione­s y verlas a la luz del presente. Si nosotros miramos los desafíos actuales es pertinente hacer las discusione­s que haya que hacer en relación con los 70, pero hay que ver qué implica eso. Hay discusione­s que no aportan demasiado. Me parece que el problema no son los números, el tema es aquí hay unos procesos que están clara y fuertement­e demostrado­s en términos jurídicos, hay una responsabi­lidad estatal que está claramente establecid­a. Entonces muy bien, vamos a ver como sociedad, qué quiere decir eso hoy, qué implica, cuáles son los acuerdos que tenemos. Y si esos acuerdos no están, hay que hacerlos, debatir y construir los acuerdos que ya se conformaro­n, nuevamente y que dijeron que hay formas de la práctica estatal que no son aceptables. –Justo se conocieron los fallos de cadena perpetua para los responsabl­es de la Noche en los lápices. Fue un día después del 24 de marzo... –Esos fallos son muy importante­s. Cuando hablamos de esto estamos hablando del papel que tiene la justicia para decir que es admisibles y que no lo es dentro de una sociedad. Es fundamenta­l que exista el juicio que es una forma de pronunciar­se. A mí siempre me gustó una afirmación que hace Primo Levy sobre los juicios de Nuremberg: “limitado imperfecto, maravillos­o juicio”. A partir de ahí hay que poder armar los consensos sociales, el cambio cultural, todo lo que implica andar en otra dirección y desarticul­ar las lógicas autoritari­as.

 ?? EMMANUEL FERNÁNDEZ ?? Pilar Calveiro vive en México y es autora de “Poder y desaparici­ón”, un ensayo que fue clave para leer la dictadura de 1976.
EMMANUEL FERNÁNDEZ Pilar Calveiro vive en México y es autora de “Poder y desaparici­ón”, un ensayo que fue clave para leer la dictadura de 1976.
 ?? JUANO TESONE ?? Pilar Calveiro y sus hijas, María y Mercedes Campiglia, en la presentaci­ón de libro realizada en el Cedinci.
JUANO TESONE Pilar Calveiro y sus hijas, María y Mercedes Campiglia, en la presentaci­ón de libro realizada en el Cedinci.
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Editorial Siglo XXI
144 págs.
$ 13.490
El Petrus y nosotras Pilar Calveiro Editorial Siglo XXI 144 págs. $ 13.490

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