La punta iluminada de la oscuridad
Comentario. La nueva novela de Heker –la primera en treinta años– presenta la vejez bajo un ángulo lúcido y optimista.
Greta tiene 77. Vive con dos gatos, Illich y Praskovia. Mientras intenta hacer la vertical, observa un enorme escritorio lleno de cajoncitos que trajo de Carmen de Patagones, luego de haber visto por primera vez a los glaciares. Las dos novelas que escribió quedaron atrás.
Se encuentra en una suerte de ostracismo literario mientras intenta, desde hace décadas, escribir una tercera. O, al menos, eso es lo que cree cuando se ve sorprendida por Marcos, un estudiante de periodismo, y Albertina, una joven irreverente que lo acompaña en una difícil misión: entrevistarla luego de un largo silencio público. Eso podría resumir la trama de Noticias sobre el iceberg, nueva novela de Liliana Heker después de veintiocho años sin publicar en ese género. Pero lo cierto es que se trata de mucho más.
Maestra de escritores, la escritora echa mano a diversos procedimientos narrativos –diálogos, recuerdos, desmemorias, monólogo interno– para construir el universo de una mujer apasionada por la escritura, quien soñaba desde muy pequeña con escribir y que irá repasando su obra mientras conversa con estos peculiares jóvenes que se acercaron a charlar con ella en su hogar.
La entrevista funciona como el dispositivo que ordena la narración. Mientras Greta refunfuña y devela su carácter huraño, los chicos le preguntan detalles de su vida y obra sin tapujos. Se interesan por saber si, por ejemplo, ella ejerció la prostitución ya que una de sus novelas, La memoria de Uma Harán, cuenta las vivencias de una prostituta.
“Hay pedazos de mi alma incrustados en cada ficción, pero encontrarlos no es moco de pavo”, responde Greta y es inevitable trazar paralelismos entre ella y la propia Heker –los nombres de sus gatos, el “hombre de ojos azules” que es su pareja, su edad o la mesa de asado donde escribe coinciden con la propia biografía de la escritora.
Aunque resulta inevitable señalar estas resonancias, las cuales la propia autora ha contado en entrevistas, como lo sucedido con la enfermedad de su gato Illich, no se puede obviar la orfebrería que fluye a lo largo de 154 páginas en las que se encarga de construir un personaje, más allá de los retazos de la propia vida transmutados en materia literaria. Fuera de toda coincidencia, homologar escritora, narrador y personaje implicaría desconocer bibliotecas enteras de teoría literaria.
Sobre el final, la entrevista –que se sostiene durante todo el relato– se sale de control. Algo pasa que genera un punto de giro y propicia una revelación que da sentido al título de la novela. Greta conecta los glaciares, que supo ver despedazándose delante de sus ojos, con aquella teoría clásica del escritor norteamericano Ernest Hemingway. Es así que se da cuenta de que su silencio y obstinación por terminar Vera y el optimismo, su novela inconclusa, no es un fracaso sino parte de su transformación.
Ahí es cuando la novela traza ráfagas de belleza en medio de la oscuridad. “No todo estaba dicho sobre el iceberg. Pierde jirones, lo desgastan las olas y el tiempo. Y lo prodigioso es que, desgastado y faltándole partes de sí mismo y llevándose a cuestas su historia sumergida, es capaz de dar el giro que le hace falta y emerger radiante y azul y recién inventado”, dirá Greta mostrando cómo Heker, quien se encuentra próxima a inaugurar la 48° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, continúa dando lecciones de creatividad mediante la escritura, más allá de la crueldad de la vida.