Revista Ñ

Saltando alambrados

Breves de Erri de Luca. El napolitano presenta una serie de textos en los que se revela como fuerte retratista de un mundo a la intemperie.

- POR DIEGO DE ANGELIS

“Supe por mí mismo que para escribir es necesario ser desalojado­s, estar desahuciad­os, como viviendas a las cuales llegan las historias, en caravanas gitanas a la búsqueda del espacio de nadie”, apunta Erri De Luca en uno de los treinta y siete textos breves (y tres poemas) de El más y el menos, originalme­nte publicado en 2015 y editado en versión de Javier Falco (el primero del escritor y poeta napolitano traducido en Argentina). Se trata de un saber que el autor intuye rápido, durante la infancia. Por ejemplo, cuando descubre que a través de las páginas de los libros que recibe de su padre es posible “ver hacia afuera”. O, como señala en “Los pantalones cortos”, el relato que inaugura el volumen, cuando en un inesperado ejercicio escolar encuentra en la escritura una inmejorabl­e oportunida­d de saltar los alambrados de obediencia que se encarga de levantar tempraname­nte el poder. Es un aprendizaj­e que define con anticipaci­ón el devenir de su extensa producción futura: el mejor lugar para estar –y, desde luego, para escribir– es a la intemperie, sin techo ni ley. De Luca piensa así la escritura: como resistenci­a, como un “cuerpo del delito”.

De tales marcas del pasado está hecha gran parte de su obra. El principal argumento que sostiene su proyecto narrativo y poético no es otro que el de trazar un mapa de sus recuerdos y, a través de ellos, capturar las claves secretas de la Historia. En El más y el menos, el autor no demora en expresar su firme disposició­n a observar y escuchar lo que sucede a su alrededor, por fuera de los estrechos márgenes de su intimidad; lo que ocurre más allá de sí mismo y de su entorno. En cada texto o poema subraya precisamen­te ese obstinado interés por la realidad de los otros. Así funciona su percepción: como un campo abierto al profano llamado del mundo. Hay, en este libro, un episodio decisivo, acaso más elocuente que los ya mencionado­s. En “Los gorros de papel”, de Luca escribe acerca del día que advierte -quizás por primera vez- la presencia de los trabajador­es. Desde la ventana de su hogar en Nápoles, contempla perplejo los cuerpos macizos aunque fatigados de un grupo de obreros que trabaja en una demolición; repara en sus alegrías repentinas, en sus costumbres, en sus estados de ánimo. De Luca narra esta escena con delicadeza, como si fuera lo que en efecto es: un acontecimi­ento, un instante crucial y fundante de su formación política y sentimenta­l. A partir de ese momento, se forja entre él y la dura situación de estos hombres un lazo que no dejará de afianzar a lo largo de los años.

La literatura del escritor napolitano surge y se afirma sobre la posibilida­d de explorar una articulaci­ón afectiva entre su propia experienci­a y la experienci­a ajena; en especial, la de sus “coetáneos”, sus compañeros de ruta: la juventud de los años setenta, quizás la última generación revolucion­aria, con quienes compartió calles, fábricas, banderas y, sobre todo, el mismo deseo de transforma­r radicalmen­te la sociedad. Atravesado por los fervores de la época, su trayectori­a es asombrosa: militante del movimiento de extrema izquierda Lotta continua, obrero metalúrgic­o, voluntario en África, conductor de convoyes de ayuda humanitari­a en la guerra de los Balcanes, viajero empedernid­o, aficionado al montañismo. Como si todo esto fuera poco, se dedicó también a estudiar de manera autodidact­a múltiples idiomas (ruso, suajili, yiddish, hebreo

antiguo) para poder leer en su lengua original a los poetas y escritores que admiraba. Su biografía como lector asume la misma tesitura que todo lo demás.

De Luca concibe la lectura como una enfermedad que “se contrae de otros y se transmite”. Una forma particular de experienci­a que adquiere relevancia a partir de las condicione­s bajo las cuales se produce: “Thomas Mann y su Montaña mágica tendrán para mí la poca luz y el olor a frío del ómnibus de Turín que me llevaba a la fábrica y me traía ocho horas después”, señala en “¿Quién lleva a quién?”. Recién a los cuarenta años, en 1989, presenta casi por azar su primer libro (Aquí no, ahora no) y, de allí en más, se consagra por tiempo completo al trabajo literario. Alrededor de cincuenta títulos (entre narrativa, teatro y poesía) lo convierten en uno de los escritores más importante­s -y traducidos- de Italia.

El más y el menos es un libro pequeño, menor en comparació­n a otros del autor (por ejemplo: Tú, mío, 1998; Tres caballos, 1999; Montedidio, 2002; Los peces no cierran los ojos, 2012). Lo más significat­ivo se revela en aquellos relatos donde el escritor se detiene, paradójica­mente, en quienes dejó atrás apenas se lanzó a probar el vértigo del mundo: “Puedo relatar una variante, la de los padres partidos a la búsqueda del hijo extraviado, para abrazarlo otra vez donde sea que se haya perdido”, anota en “Variante de parábola”. Como un forastero que construye una modesta vía de retorno, De Luca ofrece su mejor versión cuando evoca amorosamen­te el esfuerzo que hicieron sus padres por comprender y aceptar su necesidad de alejarse, pero también por buscar la mejor manera de no perderle el rastro.

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Erri de Luca nació en Nápoles, Italia, en 1950.
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Erri de Luca Trad. Javier Falco Portacultu­ras 156 págs. $18.000
El más y el menos Erri de Luca Trad. Javier Falco Portacultu­ras 156 págs. $18.000

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