Delia Ingenieros, de bióloga a ilusionista
Memorias de una maga. La hija de José Ingenieros también escribió con Jorge Luis Borges. La periodista Leni González recupera su figura.
Los sábados en el teatro El Extranjero se produce un rescate histórico. Escrita por la periodista Leni González, la obra Memorias de una maga revela un personaje hasta ahora en penumbras: el de Delia Ingenieros, nacida en 1915 y fallecida en 1997, una de las hijas del pensador y médico José Ingenieros, que dejó su rol de bióloga para convertirse en la maga Kamia. Trocó así tubos de ensayo y mecheros por barajas de póker y galeras infinitas.
La historia de Delia Ingenieros es especial, por sus orígenes, por su primera profesión de bióloga, por haber dejado huella en el mundo de la magia y por hacerlo también en el universo borgeano, ya que colaboró con la escritura de Antiguas Literaturas Germánicas, tal vez uno de los textos menos conocidos del escritor argentino publicado por el Fondo de Cultura Económica en 1951. “En 1997, para la revista Luna, propuse hacer una nota sobre magas de Argentina. Encontré un artículo de la revista Todo es Historia sobre Delia Ingenieros, escrito por Mauro Fernández y Ernesto Küng, y ahí me enteré de su existencia. Ella trabajaba en un laboratorio hasta que en 1948, a los 33 años, decide ir a ver al mago Wong, de nombre Juan Hoffman, famoso en aquella época”, cuenta Leni González, licenciada en Historia y autora de la obra.
Gracias a un contacto que le pasó el historiador Horacio Tarcus, González pudo encontrarse con una sobrina de Delia, se abasteció de material que le dio el mago Alex Nebur, habló con Mariana Bouza, una discípula de Kamia, y leyó Memorias de una maga, uno de los libros escritos por Delia Ingenieros, por demás hija del autor de El hombre mediocre y de Las fuerzas morales. “Ella cuenta todo sin ningún dramatismo, como un acto de alegría y de amor. Es una mujer que hizo lo que quiso, cuando no se podía tanto hacer eso”, reflexiona la periodista.
A quien le toca encarnar la historia de Delia es a la actriz Eugenia Alonso: “La construcción de un personaje siempre es un desafío, cuando se trata de una persona que existió, mucho más. Siempre entran en juego características personales que se suman al espíritu de Kamia. Ella buscaba esencialmente una vida más emocionante y lúdica”. Sobre el escenario, Alonso da vida a una Delia que se transforma en Kamia, que cambia el delantal blanco del laboratorio por vestidos de lentejuelas, que de analizar microbios se dedica a hacer aparecer pañuelos multicolores de sombreros. “La magia es lo más desafiante porque no soy maga, pero este elemento tenía que formar parte de la puesta. Conté con el asesoramiento y supervisión de un gran mago y actor: Pablo Kusnetzoff, quien a la manera de Wong (maestro de Delia-Kamia) me permitió aprender mis primeros trucos de magia”, revela la actriz, que en escena cuenta con el acompañamiento musical de Pablo Viotti.
La historia de Alonso tiene un punto de
contacto con la de la hija mayor de Ingenieros: la actriz es bioquímica y también se volcó al arte. “No sé si existe alguna conexión entre la ciencia y la actuación o entre la alquimia y la magia. Lo que sí creo en la curiosidad y en la observación como dos características muy importantes en la investigación científica y teatral”, analiza.
El unipersonal, que cuenta con apoyo del programa de Mecenazgo porteño, muestra el pasaje de la Delia a Kamia, de científica a maga, así como también las tensiones familiares por dedicarse a un mundo en el que la mujer –en el mejor de los casos– podía llegar a ser la acompañante del mago, o el blanco para que le puntearan la silueta con cuchillos arrojados desde la distancia.
En el libro Origen e historia de la magia (ilusionismo) en Argentina, de 1979, del ilusionista español Justo Torrecillas Ruiz, conocido como Claudinet, aparecen indicios de algunas mujeres magas en otros tiempos, tales como Miss Akiba, que hacía magia y luego se sumergía hipnotizada dentro de una urna de cristal que a su vez era introducida en una pileta llena de agua; Miss Hamida, dedicada la magia y a la sugestión; la italiana Fátima Miris, transformista, ilusionista y ventrílocua; y Miss Gladys, “la primera mujer ilusionista de la Argentina”.