Adiós a Frank Stella
El sábado último murió, ensu hogar de Nueva York, el pintor Frank Stella, uno de los monstruos sagrados de l arte estadounidense de la segunda mitad del siglo XX. Tenía 87 años y padecía de un linforma. Consagrado por la crítica con menos de 25 años, Stella y sus “Pinturas negras” dieron vuelta el arte de su país.
Su carrera, que se extendió sin pausa desde entonces, alumbró más de 10 mil obras. El estudiante original de Historia en Princeton cambió el campus por un estudio en Manhattan. Ya en 1965, inmerso de lleno en la abstracción geométrica, fue elegido para representar a los EE.UU. en la Bienal de Venecia, en una selección que incluía también a Jasper Johns, Claes Oldenburg y Robert Rauschenberg. Luego vendrían varias retrospectvas en el MoMa y la consagración internacional.
Stella fue abandonando la inicial monocromía de sus cuadros –y un formalismo diciplinado por su contexto familiar calvinista–, en favor del color y las variaciones geométricas, la escultura y los collages –como en su serie en homenaje a la Polonia invadida por los nazis, con fieltro y cartón. Rechazaba públicamente la crítica y el abordaje interpretativo, y aseguraba que el sentido de misterio atribuido a sus lienzos en verdad era una cuestión de “ambigüedad espacial y ténica”. Su apotegma personal era: “Lo que ves es lo que ves”.
Entre sus obras más desbordantes, su “Cortina de Michael Kolhaas”, en honor a la novela de Heinrich vonKleist, un lienzo de 40 metros montado sobre una estructura del arquitecto español Santiago Calatrava; ambos habían comenzado a colaborar en 1990.