El Berlín familiar de Osvaldo Bayer
Teatro en el CC Rojas. Partir(se) se inspira en el destierro que vivieron el escritor, su esposa y su hija, que los llevó a vivir en la Alemania dividida.
En un país de tanto exilio, no es difícil imaginar el desgarramiento que provoca abandonar a la fuerza el lugar de nacimiento: siempre queda preguntarse si el regreso será alguna vez posible, cómo y cuándo. Del exilio y de los exilios habla la obra Partir(se) y hay en este título un evidente juego de palabras. Belén Galain, de 28 años, es autora y directora de la obra reconocida con el premio Germán Rozenmacher de Nueva dramaturgia, gracias al cual se estrenaría en el Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA) este año. Este premio a dramaturgos jóvenes fue históricamente una iniciativa del Centro Cultural Rojas, perteneciente a la Universidad de Buenos Aires, que luego firmó un convenio de coproducción con el FIBA.
Aunque esta obra se inspira en el exilio en Alemania Federal del escritor y militante político Osvaldo Bayer, su esposa y su hija, en ella otras historias. Así lo cuenta Galain: “En enero de 2017 viajé a España con un proyecto sobre Las brujas de Salem creado en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático, de donde soy egresada; no había podido estrenarla oficialmente en Buenos Aires por una dificultad con los derechos de autor. Buscando festivales universitarios, llegué a Santiago de Compostela y vi que estaba cerca de un pueblito en Galicia de donde había salido mi abuelo hacia la Argentina. Era la oportunidad de visitar ese pueblo. Él, hasta hoy, conserva algunas prácticas que no son propias de Lanús, donde se estableció la familia: treparse a un ciruelo del vecino, mirar cómo crece el limonero”.
–Porque tu abuelo es de origen campesino. –De una aldea muy pequeña arriba de la montaña. Encontré la casa que supuse que era la de la familia y que me atrajo magnéticamente; había algunos objetos todavía y una ventana con su cortina.
–Lo mencionás porque en tu obra aparecen ventanas con una carga de significados. –Fue como si toda la experiencia de estar allí pudiera sintetizarse en esa ventana. Al volver quise mostrar a mi abuelo las fotos y videos que había tomado en la casa, pero me di cuenta de que le producía mucho dolor y no quise insistir. Busqué entonces otras historias de exilios y encontré que pertenecían mayormente a mujeres, algunas de las cuales habían regresado al país. –¿Y así llegaste a la hija de Osvaldo Bayer? –Ella seguía viviendo en Europa pero estaba en ese momento en Buenos Aires. Me contó u historia, entre otras cosas, un detalle hermoso: que la bolsita donde guardaba sus zapatillas de baile cuando empezó a estudiar danza en Alemania, su papá, que vivía aquí, la usaba para guardar las cebollas: lo que ocurre con los objetos en el tiempo, lo que perdura y se transforma. Esto finalmente no quedó en la obra, como tantas otras cosas de la historia de Ana que no resistieron el pasaje a la actuación.
La coreografía
Partir(se) cuenta con las actrices Lilian Timisky y Camila Cobas y tiene como un elemento constitutivo de la puesta en escena un montaje coreográfico de Gustavo Friedenberg que se desarrolla en gran medida en una especie de puente-escalera. Galain había pensado incluir cantaores –por el amor de Ana Bayer por el flamenco– pero prefirió sumar otros cuerpos en escena; así llegó a la idea de bailarines. Antes de que se sumara Gustavo, ya sabía en qué momentos de la obra estarían: “Me recomendaron muchos coreógrafos pero él llenaba todos los casilleros: formación y experiencia en danza-teatro y flamenco”.
–¿Qué te interesó de la propuesta de Belén? –Friedenberg: Que la inclusión de la danza estaba decidida desde antes; es decir, no sería un relleno. Después vimos qué tipo de bailarines necesitaríamos. Pina Bausch fue una referencia importante pero no de una manera evidente.
–¿Cómo lograste ese punto tan perfecto de que la coreografía no “ilustrara” las palabras pero que se vinculara con ellas?
–F: Fue el reto más difícil: no robar el carácter protagónico del texto, que está prácticamente todo el tiempo, y que al mismo tiempo la danza tuviera sustancia. Me ayudó mucho que Belén fuera muy clara. Y respecto de los bailarines, tenían que ser muy dúctiles y sin duda necesitaba que una de ellos fuera bailaora y muy buena: llamé a Mónica Romero. Flavio Zuñega viene de la acrobacia y el jazz y Lucía Lacaban es bailarina contemporánea.
–El puente con las escaleras en los extremos está utilizado mucho en la coreografía pero es un recurso que no cansa. ¿Cómo lo lograste? –La escalera no cuenta algo por sí misma. No representa nada excepto la idea de tránsito y de circularidad que está en toda la escenografía. Ningún elemento de esta escenografía está colocado en el plano del escenario sino que se actúa en diferentes alturas; me pareció interesante: trabajar con lo que, en este sentido, ya existía. Es un poco Pina Bausch: sus bailarines se mueven en un escenario inundado de agua, o entre ruinas, o en medio de hojas secas.
–La banda sonora son fundamentalmente las palabras del texto, ¿fue una dificultad? –Friedenberg: Cuando le pregunté a Belén qué música usaríamos me contestó, “no habrá música, bailarán sobre las palabras”. Me cayó fatal pero lo sorteamos.
–Galain: Uno de los aspectos que trabajamos mucho fue la modificación del espacio, un espacio donde los objetos escenográficos permanecen en el mismo sitio; es decir, cómo hacer para mostrar que un personaje llegó a un lugar por primera vez aunque lo haya pisado un rato antes; cómo hacer para que el barco y el salón de baile y el living de la casa sean distintos aunque estén ubicados en el mismo plano.
–Belén, ¿elegiste intencionalmente que fueran una madre y una hija más bien anónimas y no tanto sus vínculos con Osvaldo Bayer? –Galain: Me interesaba mostrar alguna singularidad, no de qué circunstancia venían ellas y por qué se exiliaban. La obra es un ensayo sobre la palabra partir. Me interesa la etimología. “Partir-se”, en realidad, es la primera parte de un proyecto sobre la misma temática. La segunda es “Partido”, que ya se presentó en Buenos Aires como lectura teatralizada, después en Nueva York y en estos próximos días en Chicago, en un festival de derechos humanos.