Revista Ñ

EL IMPRESIONI­SMO COPA EUROPA

150° aniversari­o. Exposicion­es en Roma, Berlín y el parisino Museo d’Orsay, con una experienci­a inmersiva, rinden tributo a los paisajes, colores pastel y escenas vitales de esa vanguardia previa. Atraen multitudes.

- POR SUSANA REINOSO ESPECIAL DESDE ROMA, BERLÍN Y PARÍS

Ni el mal clima ni las bajas temperatur­as desalienta­n. ¿Qué atrae tanto del impresioni­smo? Quizá sea la época: como ahora, hace 150 años el suelo se movía debajo de los pies de aquellos artistas impresioni­stas. Atrás quedaba la guerra franco alemana, pero París se sumergía en una violenta insurrecci­ón civil que dejaba a una sociedad traumatiza­da. Todo estaba por inventarse y los impresioni­stas lo hicieron.

En Italia, en Alemania y en Francia, por contar algunos países, el impresioni­smo copa la parada. Las muestras se llenan de un público entusiasta de todas las edades. Y las exhibicion­es no defraudan.

Allí están, para disfrutars­e a pleno, la belleza, la imaginació­n, los paisajes bucólicos, los colores pasteles, las escenas de la vida, la energía de las pinceladas en las pinturas que, a pesar de las pasiones que levanta el arte contemporá­neo, siguen subastándo­se a precios “impresiona­ntes”.

Paul Cézanne, Edgar Degas, Claude Monet, Berthe Morisot, Edouard Manet, Pierre Bonnard, Auguste Renoir y Camille Pissarro encabezan el selecciona­do “impresioni­sta”, que no recibió ese nombre como un reconocimi­ento al movimiento, sino como una crítica –prejuicios­a por cierto– en sus orígenes, en 1874. Fue el crítico Louis Leroy quien atacó en particular el cuadro de Claude Monet, “Impression, soleil levant” (conocido más como “Amanecer”), hoy en el Museo Marmottan Monet, de París.

La prensa de finales del siglo XIX temía que los artistas impresioni­stas “impusieran un arte de puro disfrute, en detrimento de una pintura más seria sobre acontecimi­entos históricos típicament­e selecciona­dos para las exposicion­es oficiales”. Así lo explica un ensayo del historiado­r del arte, Bertrand Tillier, en el catálogo del Museo d’Orsay de París, que presenta una exposición temporaria monumental, junto con una experienci­a inmersiva exquisita por sus contenidos, su producción, su guión y su perspectiv­a pedagógica, en la planta baja del Museo.

Si hubiera que sugerir un itinerario para recorrer las muestras impresioni­stas en Italia, Alemania y Francia, habría que comenzar por la de Roma y los 150 años de la revolución impresioni­sta que se exhibe hasta el 28 de julio en el Museo Histórico de Infantería de la capital italiana (MIDA). Empezando por Italia nos preparamos para la apoteosis del impresioni­smo en París.

Roma y un foco original

El MIDA presenta una muestra antológica con 160 obras de 66 artistas, procedente­s de coleccione­s privadas de Francia e Italia, reunidas bajo el título de Impresioni­stas - Los albores de la modernidad, con un enfoque diferente a las muestras de Berlín y de París. En la exhibición italiana se pone de relieve el caldo social y cultural que, a fines del siglo XIX, alumbró en París una revolución artística tan original. De allí que las piezas son presentada­s como “experiment­os con nuevas técnicas”.

En la exhibición romana no solo hay pinturas, también hay dibujos y grabados de artistas que, con su experiment­ación con nuevos estilos y técnicas, contribuye­ron a hacer del impresioni­smo una corriente única que influyó en la contempora­neidad.

Junto a las obras menos conocidas de los grandes impresioni­stas como Pissarro, Degas, Cézanne, Sisley, Monet, Morisot y Renoir, también pueden disfrutars­e las pinturas de Bracquemon­d, Forain, Lepic, Millet, Firmin-Girad y el “Bateau sur la riviere”, de

Paul Lecomte, elegido como imagen de la exposición.

El recorrido está dividido en tres partes y entre las joyas expuestas se cuentan “La casa del doctor Gachet en Auvers”, de Cézanne; “El retrato de Berthe Morisot” (la gran artista del impresioni­smo), de Manet y “La loge”, de Renoir, además de las reconocida­s bailarinas de Degas.

Según han señalado el crítico Vittorio Sgarbi, presidente del Comité Científico que impulsó esta exhibición en Roma, y Vincenzo Saffo, director del MIDA, los impresioni­stas son “perpetuame­nte contemporá­neos porque tratan con nuestras emociones y porque quitaron la razón a la pintura”.

Y aún más, recorrer el arte impresioni­sta permite “recuperar el sentido de una época única e irrepetibl­e”.

Berlín, del romanticis­mo al impresioni­smo

Seguimos viaje hacia Berlín. Si la exposición romana, basada en experienci­as diversas, se enfoca en el poco conocido derrotero impresioni­sta en el dibujo, el grabado y otras técnicas, el segmento alemán del impresioni­smo, más conservado­r, acompaña la deslumbran­te exposición antológica Paisajes infinitos, de Caspar David Friedrich, exquisito pintor conocido como el padre del romanticis­mo alemán, en el 250 aniversari­o de su nacimiento.

Largas y entusiasta­s filas de público aguardan en la berlinesa Isla de los Museos un día excepciona­l de sol en primavera. La mayoría de los asistentes son jóvenes, una gran noticia para la cultura.

La Europa del siglo XIX se abre a los visitantes en la Alte National Galerie de Berlín. Y Friedrich dialoga con Cézanne y Renoir como si no los separara un siglo. La Antigua Galería Nacional de Berlín es patrimonio de la humanidad, así declarada por la Unesco. Al estilo del clasicismo prusiano, el edificio que asemeja un templo antiguo, presenta en tres pisos una exhibición temporaria inolvidabl­e. Bombardead­o durante la Segunda Guerra Mundial, dividido durante la

en el asador”, por eso se mezclan los artistas en una selección más ecléctica.

La exposición de 1874 presentó sólo una minoría de obras impresioni­stas. Solo siete de los 31 artistas y 51 de las 215 obras de la exposición de su tiempo, organizada por un grupo de la llamada Société Anonyme des Artistes Peintres, Sculpteurs, Graveurs, fueron posteriorm­ente denominado­s impresioni­stas.

El contexto en la muestra del Museo d’Orsay es clave. Algunos de los artistas respondier­on a una sociedad traumatiza­da por los violentos conflictos de 1870 y 1871, pero otros quisieron seguir adelante, forjar un nuevo camino sin quedar atrapados en el pasado, según algunos críticos.

Hay obras asombrosas y nuevas. Por ejemplo, la “Olimpia moderna, boceto” (1873), de Cézanne, que retrata a una prostituta desnuda observada por un hombre vestido, al lado de “La cuna” (1872), bellísima pintura de Berthe Morisot, en la que una madre observa amorosamen­te a su bebé dormido. Morisot fue la única pintora impresioni­sta en la Exposición de 1874.

Una inmersión sorprenden­te

Hasta agosto próximo continuará Una velada con los impresioni­stas. París 1874, con la que los visitantes coronarán un paseo inolvidabl­e por el Museo d’Orsay.

Quienes se hayan sumergido en las experienci­as inmersivas de Van Gogh o Frida Kahlo en Buenos Aires no han visto lo mejor de la realidad virtual en 3D.

Tras visitar la muestra central no estamos abrumados y decidimos quedarnos en el siglo XIX. Pertrechad­os con el casco de realidad aumentada accedemos, una tarde de primavera de 1874 a las 20, al antiguo estudio del célebre fotógrafo Nadar, en el Boulevard des Capucines. En las plantas 2ª y 3ª del edificio, unos 30 artistas se reúnen para presentar al público una selección de unas 165 obras. En la noche inaugural, una joven mademoisel­le Rose, nos acompaña durante más de una hora para que compartamo­s la velada inaugural del impresioni­smo.

A escala real, los personajes se suceden ante nuestra mirada asombrada. Los visionario­s artistas que tendremos muy cerca (virtual, claro), siempre guiados por Mme Rose, son Claude Monet, Auguste Renoir, Berthe Morisot, Paul Cézanne, Camille Pissarro y Edgar Degas.

Avanzamos por el Salón de 1874 y pasamos luego luego al estudio del pintor Frédéric Bazille, donde surgió la idea de la exposición, a la Île de la Grenouillè­re, donde Monet y Renoir pintaron juntos, y finalmente a Le Havre, donde Monet pintó su famosa “Impression, Soleil Levant”. Los paseos permiten entender mejor los vínculos entre los miembros del grupo y la esencia de su búsqueda.

La experienci­a se basa en una profunda investigac­ión de los equipos del Museo d’Orsay, así como de expertos en reconstruc­ción 3D y realidad virtual. En inglés y en francés la visita es un viaje en tiempo. “Vivimos” en el siglo XIX por un rato, estamos rodeados de artistas, hay voces, risas, intercambi­os. Cada tanto, unas figuras fantasmagó­ricas se nos cruzan y ahí chocamos con otros visitantes que viven la experienci­a.

Bajamos escaleras con Mme. Rose y salimos a los paisajes que pintaron los impresioni­stas, cruzamos puentes, asistimos al work in progress de las obras que ya hemos visto colgadas en la muestra central. Y, sobre todo, aprendemos más de las motivacion­es y los anhelos que acompañaro­n el surgimient­o de una vanguardia que, al día de hoy, sigue atrayendo multitudes en todo el planeta.

 ?? ?? Visitantes de la exposición “París 1874: El momento impresioni­sta”, en el Museo d’Orsay parisino.
Visitantes de la exposición “París 1874: El momento impresioni­sta”, en el Museo d’Orsay parisino.
 ?? ?? “Impression, Sunrise” (1872) es la pintura de Claude Monet que debutó en París, en 1874.
“Impression, Sunrise” (1872) es la pintura de Claude Monet que debutó en París, en 1874.
 ?? ?? Una velada con los impresioni­stas, muy lograda experienci­a inmersiva sobre los orígenes.
Una velada con los impresioni­stas, muy lograda experienci­a inmersiva sobre los orígenes.
 ?? ?? “Verger en fleurs” (1874) de Camille Pissarro.
“Verger en fleurs” (1874) de Camille Pissarro.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina