Matrimonios cruzados y un dios incomprensible
En su debut en la ficción, la poeta Carolina Esses presenta una historia de familia, generosa en interrogantes y encrucijadas.
La mayor comunidad judía de latinoamérica vive en Argentina. Hay aquí alrededor de 300 mil personas que profesan la fe judía y, fieles a ser el pueblo del Libro, muchos se destacaron por sus trabajos en las artes y la literatura. No obstante, muchos autores judíos no dedicaron su obra a analizar específicamente su cultura, pero los que lo hicieron aportaron verdaderas joyas. Desde Alberto Gerchunoff con Los gauchos judíos, a novelas como Músicos y relojeros de Alicia Steimberg, El libro de los recuerdos de Ana María Shua, al reciente libro El salto de papá de Martín Sivak, y ahora Un buen judío de Carolina Esses.
Con un tono sereno y una sintaxis fluida, la autora va reconstruyendo los acontecimientos en una familia, en la que de pronto el padre, Elías Faur, se descompone y cae en coma el día del casamiento de su hijo. A través de las historias corales de sus hijos y su flamante nuera, el lector in- tentará desentrañar una respuesta a por qué sucedió algo así justo ese día: todo lector tiene el vicio de leer una novela psicológica como un policial de enigmas. Tal vicio hace caer a muchos escritores en la trampa de escribir una novela que intente explicar el mundo y dar cuenta del porqué de todo, cuando, ya se sabe, no hay explicaciones para ello.
Esses, autora de tres libros de poemas, no cae en la trampa en esta, su primera novela. Solamente se limita –si se puede hablar de limitación en este caso– a exponer la cosmovisión de la nuera, de la hija judía ortodoxa y peleada por la traición que le ha hecho su padre al casarse por segunda vez con una mujer cristiana y a la del hijo imbuido en su mundo de negocios. Por más que los tres busquen alguna responsabilidad en los hechos, o alguna concatenación de tipo causa y efecto, la verdad es que nadie tiene respuestas: el padre irá empeorando su salud hasta abatir la idea de un milagro.
Lejos de ser una novela iniciática, la solidez de Esses amenaza con convertirse en una de las mejores narradoras argentina. Un buen judío se instala como un libro de la modernidad, decimonónico, de un tiempo donde la vorágine del día a día no acaba con las preguntas, y en el meollo de esas preguntas –nunca desnudadas por la autora– fundamentales y propias también de una práctica religiosa: la muerte, Dios, el amor, la plata, la locura.
De alguna manera, se trata del mismo universo que explotó Jill Solloway en su serie Transparent, en la que un padre de familia judía de California un día decide transformarse en mujer. Esses y Solloway parecen concluir: al final, no hay respuesta clara a las encrucijadas de la vida. Puede que se deba a que hay un Dios en el cielo que todo lo sabe y somos incapaces de comprender sus designios, o puede que las respuestas que buscamos no existan.