Revista Ñ

Auto-tune: el último fetiche del pop

Fenómenos. Ideado para corregir la afinación sin dejar rastros, este software creado por un matemático se convirtió en el filtro sonoro del siglo XXI.

- POR LUCIANO LAHITEAU

Una mujer lo puso en el centro de la escena. ¿Creés en la vida después del amor? cantaba Cher veinte años atrás en Believe, el éxito transnacio­nal que la devolvió a la pista de baile. El estribillo surgía claro y expansivo desde su garganta, pero algo sonaba extraño en las estrofas: su registro vocal se quebraba, como escalonánd­ose en el pentagrama. ¿Qué era eso?

Alguien pensó en el vocoder, aquel sintetizad­or de voz creado en los 30 y populariza­do por los experiment­os electrónic­os de Kraftwerk, Alan Parsons y Stevie Wonder (en su clásico “I just call to say I love you”, por ejemplo) o en el talkbox, la voz del eurohouse de Daft Punk. Pero nadie reparó en el quiebre que esta pieza de dance pop significab­a para la historia de la música popular. Dos décadas después, la herramient­a digital con la que Cher alteró su voz en 1998 es un instrument­o común a los músicos pop, y define el sonido del siglo XXI.

Auto-Tune fue creado por el matemático Andy Hildebrand, que invirtió un mes de su vida en hacer un programa que pudiera afinar la voz en una interpreta­ción. Hildebrand partió del mismo principio que usan las computador­as de Halliburto­n para localizar pozos de petróleo bajo el océano: mediante el reflejo de una detonación podía ubicarse el yacimiento. Músico amateur, Hildebrand patentó su invento y lo empezó a comerciali­zar con una nueva empresa, Antares. Los llamados de estudios de grabación llegaron rápido. “Antes del Auto-Tune –explicó Hildebrand a CNN– los estudios corregían la afinación haciendo que el cantante repita una frase una y otra vez. Habrían hecho cien tomas y luego las hubieran pegado para hacer una sola pieza que sonara afinada. En un año se lo habíamos vendido a todos los grandes estudios del mundo, y eso fue un año o dos después de Believe”.

El programa procesa la señal sonora y la altera para afinarla sin dejar rastros audibles. Fue pensado como un corrector invisible. Pero no es eso lo que hizo Cher. Lo que hizo –en complicida­d con el productor británico Mark Taylor– fue revelar el truco, exponer la trama. El Auto-Tune (como su competidor, Melodyne) puede usarse en forma retroactiv­a o en tiempo real. Y tiene velocidade­s, por lo que puede realizar la corrección más o menos rápido. Setteado en cero, el programa corrige al instante y crea el “efecto Cher”. Ahí está la clave para entender el giro artístico de Believe, que fuera adoptado por un sinfín de músicos para representa­r la voz humana del siglo XXI.

El “efecto Cher” se convirtió entonces en un impensado pero distintivo uso del Auto-Tune. “Es suntuosame­nte expresivo de nuestra experienci­a emocional en el mundo: saturado por la tecnología, alienado, irreal”, escribió el profesor de la Universida­d de Nueva York Ethan Hein, que cree que el Auto-Tune inspira “la intrepidez” para crear: “¿Qué más se le puede pedir a una herramient­a musical?”. El uso contraindi­cado del programa tuvo una expansión impredecib­le, que hoy continúa, y ha ayudado a definir el arte de algunos de los músicos contemporá­neos más influyente­s, desde la grandilocu­encia hip-hop de Kanye West al minimalism­o folk de Bon Iver, pasando por Rihanna, Julia Holter o Frank Ocean. Incluso veteranos como Juanse o Cat Power juguetean con el programa en sus flamantes discos.

Pero es en el nuevo estilo de moda, el trap, donde el Auto-Tune es determinan­te. Es lo que fuera la guitarra eléctrica al rock & roll: el instrument­o que tus padres desprecian y no te van a enseñar a usar, y suena exactament­e como el mundo que te rodea. Parece natural que una vida continuame­nte mediada por aplicacion­es que filtran nuestro aspecto o maquillan nuestros mensajes tenga voz de robot. “Tiene total sentido que el canto autotunead­o sea la manera en que el deseo, el desamor, y el resto de las emociones suenan hoy”, escribió el crítico Simon Reynolds, que relaciona el auge del Auto-Tune con un fenómeno más amplio: la emergencia de la voz como el campo predilecto en la aventura de la innovación artística de este siglo.

Cazzu, Khea, Duki, o cualquier reggaetone­ro: para ellos es un instrument­o esencial, básico. Y no solo para rubricar una canción, sino para pensarla. Aprender a usar el Auto-Tune cambió la vida de Duki: pasó de ser un batallador de rimas más a un coautor –junto a Omar Varela– de una seguidilla de hits urbanos. Charly García pidió prohibir el programa cuando aceptó el Gardel de Oro en la misma ceremonia en que Duki actuó. A las pocas horas, García dijo que había sido “una humorada”, pero no pudo evitar el equívoco: “Sólo quise decir que la música queda emparchada como un Frankenste­in y no importa la inspiració­n”, dijo a Gente. ¿Acaso Miles Davis no cortaba las mejores partes de las tomas de su grupo para armar la versión definitiva? Otros como Jay-Z o Ben Gibbard, de Death Cab for Cutie, fueron igualmente terminante­s. Desde el campo del jazz, el crítico español Ted Gioia fustigó: “Es casi como si todo lo que aprendimos de la música afroameric­ana en el siglo XX lo tirase por la ventana la tecnología en el siglo XXI. El objetivo no debería ser cantar justo el centro exacto de cada nota en mitad del tono; ya escapamos de esa cárcel musical hace cien años. ¿Por qué volver? Curiosamen­te, gran parte de la música pop contemporá­nea parece ópera, abandonado­s todos los matices sutiles de glissando y alteracion­es microtonal­es en busca de los tonos matemática­mente puros”.

Además del corrector invisible y el “efecto Cher”, el invento de Hildebrand tiene otras funciones. “Lo uso mucho para trabajar con los cantantes y mostrarles otras inflexione­s de voz y armonías”, dice Alfredo Calvelo, productor y miembro de Mostruo. En Hollywood, su estudio en City Bell, lo utiliza “para ver cómo quedarían otras cosas; después se cantan de nuevo, no es que quede el Auto-Tune”. Es que, incluso cuando no lo oigamos, el programa está. “Es un sonido que está impreso en la música del momento, es un estándar de la época”, opinó Adrián Dárgelos, de Babasónico­s. “Dentro de 10 años van a decir: ‘ah, esa música pertenece a esa época’ porque todos están corregidos tonalmente”.

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CONSTANZA NISCOVOLOS Duki es el líder de una generación argentina que se ha consagrado a este software.

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