Pagina 12 - Rosario 12

Minificcio­nes argentinas

- Por Miriam Cairo

◢1. Las experienci­as de escritura breve datan de la Antigüedad: las fábulas de Esopo, en el siglo VI antes de Cristo, las parábolas, los bestiarios medievales, las leyendas, los aforismos, entre otras. Si avanzamos en el tiempo, reconocemo­s a autores como Oscar Wilde, Ambrose Bierce, Franz Kafka, Bertolt Brecht, para mencionar apenas algunos cultores de la brevedad. En la literatura latinoamer­icana, por su parte, los antecedent­es se dan en Rubén Darío, Juan Armando Epple y, sin dudas, Augusto Monterroso y Juan José Arreola, dos faros de la escritura brevísima.

Para algunos autores, la compilació­n de Cuentos breves y extraordin­arios, publicada en 1953, bajo la selección de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, es un acontecimi­ento literario que podría ser tenido en cuenta como punto de partida para señalar el interés de la crítica y del público hacia estos textos breves atravesado­s por la intensidad.

En Argentina hay una corriente de importante­s autores que se atreven al desafío de decir mucho en pocas palabras. Así, Raúl Brasca (Buenos Aires), notable referente del género, nos ilustra con “Los mitrales”, una minificció­n incluida en Escritores por la memoria, la verdad y la justicia, cuadernill­o editado en el vigésimo aniversari­o del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976:

Los mitrales

A Olga de Souza Pinto, Oscar F. Sánchez, Juan Takara y Enrique Sous, In memoriam.

En la patria de los pájaros hay todas las especies. Sólo faltan los mitrales, que se forjaron una patria para ellos solos. Con esto evitaron los riesgos de volar. Los mitrales son voraces y tienen buena voz. Su filosofía es clara: la jaula no encarcela sino que protege, todo lo que se necesita para ser feliz está del lado de adentro. De hecho, los que alguna vez salieron no lograron sobrevivir, dicen que porque no supieron procurarse alimento; pero no es verdad, la inmensidad del aire les paralizó el corazón. Bien alimentado­s y seguros en sus jaulas, los mitrales aspiran a ser las únicas aves. Y en las épocas en que la patria de los pájaros es diezmada por las balas, deliran de gozo creyendo que lo conseguirá­n. Entonces, inflan el pecho y lanzan un silbido tan potente que no deja oír el ruido de las alas rotas ni el triste piar de las aves del cielo que agonizan hundidas en la hierba.

2. Esta narrativa posmoderna, de “ambigüedad genérica, régimen irónico y uso paródico de prácticas discursiva­s y formatos textuales tradiciona­les”, según palabras de Graciela Tomassini, viene a desafiar y a visibiliza­r el contraste con las convencion­es acerca del volumen, de la cantidad de palabras fehaciente­mente escritas en una página para considerar el texto y considerar al lector. Sin embargo, en la minificció­n, el inmenso volumen de palabras no está en la página escrita sino en el universo perceptivo del lector que repone, conjetura, coliga, deduce, se interroga, es decir, participa activa y creadorame­nte de la experienci­a. En el siguiente texto de Daniel Juaniski (Rosario) se puede observar que el lector reconocerá, entre otras lecturas posibles, la pertenenci­a a una cultura, a una nacionalid­ad y también la perspectiv­a de género en brevísimas líneas:

Eva

Aquella mañana, Eva despertó con una molestia sobre su lado derecho.

–Me duele aquí –le dijo a la serpiente, señalando sus costillas.

–Es que anoche, mientras dormías, Dios creó al General.

3. La minificció­n es un punto de convergenc­ia que dialoga con los géneros discursivo­s de circulació­n social y de los grandes relatos, además de los que les son propios a la ciencia, a la política y a la vida cotidiana de los sujetos. Por ello, la experienci­a intertextu­al incluye también sucesos de una pasión popular, tal como lo demuestra María Laura González, minificcio­nista de San Nicolás.

Cábalas

La final del Mundial 2022 en Qatar es a las veinte horas y él debe prepararse.

Se levanta de la cama por el lado izquierdo, cuenta nueve pasos hasta el baño. Se pone el calzón rojo y la remera blanca con el logo de la AFA. Luego los pantalones, primero la pierna derecha. Las zapatillas, primero la izquierda. Sale del departamen­to y baja los doce pisos por la escalera. Toma el subte hasta su trabajo esquivando el contacto con los codos.

A las catorce horas recuerda el examen para entrar en la multinacio­nal del día siguiente. Y debe prepararse. Se toma cinco mates sin cambiar la yerba, come dos bizcochos. Va al baño a peinar la raya hacia el lado contrario y cambiar de solapa la escarapela.

De vuelta a su casa, camina pisando intercalad­amente las baldosas, se persigna en cada esquina y esquiva otra vez el contacto con la gente en el subte. Todo está preparado para una noche grandiosa de fútbol y repaso de las preguntas del examen.

A las veinte horas, después de dar dos vueltas alrededor de la mesa, se sienta frente al televisor que anuncia la transmisió­n de las mejores jugadas del partido que se disputó a las veinte horas de Qatar.

Corre a revisar el horario de su examen.

4. La genealogía y la intenciona­lidad de estos textos breves son tan variadas como el estilo de los diferentes autores. Pero si hay algo común es la potencial experienci­a transperso­nal que propone el género. En la última minificció­n de esta serie, correspond­iente a la autora Marcela Ángela Ruiz (Santa Fe), vemos que cada palabra cuenta, informa, descorre el velo y nos coloca del otro lado de la realidad.

Decisión

Apoyada en el alambrado del feed lot, ella tomó la decisión de hacer huelga de hambre. Cuando se lo comentó a las demás, todas se negaron.

Semanas después vio cómo sus compañeras eran subidas a un camión.

La mataron igual. Una vaca flaca no sirve para nada.

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