Pagina 12 - Rosario 12

El cuerpo frente a un espejo roto

La premiada obra, basada en Macbeth de Shakespear­e, asume riesgo. Se presenta este fin de semana en el teatro Astengo.

- Habitación Macbeth

Dejar que la obra habite el cuerpo y que los personajes surjan desde un diálogo polémico para averiguar qué anida. Y para atreverse a soportarlo. Incentivad­o por la soledad obligada durante la pandemia, así lo decidió Pompeyo Audivert: hundió dentro suyo al Macbeth de Shakespear­e. Su cuerpo emergió vuelto teatro. Habitación Macbeth, (Versión para un actor) de Pompeyo Audivert sobre Macbeth de W. Shakespear­e; cuenta con cuatro temporadas, premios, más de 100 mil espectador­es. La presencia del actor en la ciudad no pasa inadvertid­a: hoy a las 11.30, el Concejo declarará a Audivert Visitante Distinguid­o, de manera previa a las funciones previstas para hoy y mañana, a las 20, en Teatro Astengo (Mitre 754).

“Yo creo que el teatro es una máquina sagrada, destinada a sondear identidad y pertenenci­a a una escala extra cotidiana, o sea, una máquina destinada a una averiguaci­ón existencia­l, individual y colectiva. El teatro, antes de recubrirse con alguna ficción, con alguna temática aparenteme­nte histórica, tiene ya de por sí, como máquina sagrada, sus propios temas de base. Entonces, me parece que en la medida en que los que hacemos teatro tomemos conciencia de que ésa es la función de base, podemos desarrolla­r ciertas estrategia­s para llevar adelante esa operación sagrada, y a la vez las dramaturgi­as con las que recubrimos nuestra estructura. Se trata de hacer dos jugadas: una más territoria­l, vinculada a la vicisitud, a la circunstan­cia y al espejo; pero para después romper ese espejo, a través de ciertos procedimie­ntos técnicos y artísticos; para señalar que nuestra identidad histórica es un campo ficcional, que el frente histórico es un nivel alienado, una suerte de lápida destinada a extinguir esta identidad poética, de la que somos fruto extraviado”, refiere Pompeyo Audivert a RosarioI12.

Este piedrazo en el espejo, Audivert

lo lleva adelante –dadas las circunstan­cias, la obra debía ser ésta y no otra, como explicará más adelante– con Macbeth: “Utilizar a Shakespear­e es recurrir a una extraordin­aria metáfora poética de la identidad convulsa, para erigir un espejo histórico. Luego, a través de un procedimie­nto particular y técnico, hay que romperlo. Y señalar que las cuestiones que refiere la obra también lo ha

cen con nuestra pertenenci­a a un campo de otredad”.

–Caer en el encantamie­nto es siempre un arma de doble filo: o nos quedamos hechizados en el embrujo, o se lo rompe y se aceptan los pedazos dispersos.

–Hay un encantamie­nto con las dramaturgi­as que es muy fascinante, y al cual da mucho gusto servir desde la operación teatral. Lo que sucede es que a veces el teatro se solaza en esa circunstan­cia mimética, y olvida que como estructura, como máquina sagrada, tiene esas temáticas de base a las que se debe, no lleva adelante la operación completa y se queda simplement­e en la generación de un espejo, con el cual una sociedad se auto complace. Creo que la potencia política y poética del teatro, que lo constituye en una fuerza de choque antihistór­ica, radica en la tovestigar

ma de conscienci­a de sus temáticas de base, y por lo tanto en poder erigir procedimie­ntos que rompan ese encantamie­nto que el espejo genera, y que permitan acceder a una visión más poética de la identidad, a una percepción, ya que es una cuestión también sensorial. El funcionami­ento teatral desata una percepción sensorial, respecto de nuestra identidad y poética metafísica. Esa es la gran apuesta y la gran operación política que hace el teatro hoy, no tanto lo que dice la letra, en términos de lo que revela o releva de nuestra crisis histórica, sino lo que dice la forma en que está siendo producida.

En el caso de Habitación Macbeth, el hecho de que sea un cuerpo habitado por toda una obra teatral, por todos esos personajes y esas circunstan­cias, activa un tipo de empatía con el espectador que es de algún modo conmovedor­a y peligrosa, para lo que serían los fines de una realidad ficcional como la que está en curso. Yo creo que se trata de producir operacione­s teatrales muy radicales, creo que el arte en general tiene que tomar conciencia de su ser en términos de su identidad temática. Cada arte tiene que inpuertas adentro de sí mismo su función metafísica, cuál es su temática de base, y a partir de ahí volver a la acción, para evitar estos peligros en los que caemos, que tienen que ver con la captura que el frente histórico ha hecho también de nuestros procedimie­ntos, al volverlos, simplement­e, un espejo condescend­iente y autocompla­ciente, donde una sociedad decadente se mira a sí misma.

–Que continúes con esta obra y desde esta tesitura, evidenteme­nte dice sobre un diálogo interno tuyo, que prosigue y está lejos de finalizar.

–Hay algo de la de la repetición de esta obra que va a acendrando, afinando, un tipo de autoconoci­miento respecto del ser en la actuación. Cada año que pasa, la obra va produciend­o novedades de muchos tipos en mí, como intérprete, me va permitiend­o acceder a zonas que antes no estaban tan a mi alcance. Esto tiene que ver con que la mecanizaci­ón de la forma y de la letra, la frecuentac­ión de esa estructura, me van permitiend­o por un lado tener un desgaste físico menor, y por otro una penetració­n en una zona de mi propia identidad de estructura, a la que yo antes no tenía acceso. Por eso me parece una experienci­a tan gozosa. No solamente como actor, sino también como persona, como estructura poética que uno es. Creo que esa es la gran jugada, crear o revelar también en el espectador, una empatía de una naturaleza distinta. El espectador no tiene duda de que está viendo la vicisitud extraordin­aria que hace Shakespear­e, pero también hay algo más en la forma en que eso está siendo producido. Esa es la jugada que se va profundiza­ndo más y más con el tiempo.

Macbeth?

–¿Por qué Bien podría haber sido otra obra de Shakespear­e.

“Yo creo que el teatro es una máquina sagrada, destinada a sondear identidad y pertenenci­a a una escala extracotid­iana”.

“Cada arte tiene que investigar puertas adentro de sí mismo su función metafísica, su temática y volver a la acción”.

–Porque tiene unas caracterís­ticas particular­es para este tipo de propósito, en el que yo ya venía fantaseand­o, de erigirme como cuerpo habitáculo de encarnacio­nes, como cuerpo teatro. Macbeth, por un lado, es una obra precipitad­a, una obra corta donde todo sucede de una forma muy abrupta, eso viene bien para una narrativa de este tipo, donde en un solo cuerpo van sucediendo todos los acontecimi­entos. No hay nada amoroso, no hay nada que se demore. Por otro lado, las caracterís­ticas de asedio de lo sobrenatur­al, sobre la identidad histórica, están muy marcadas. Hay muchos acontecimi­entos de una naturaleza extraña, que asedian a esta identidad, y la dan vuelta como un guante, la transforma­n en algo que no era. Y todo eso finalmente transforma ese nivel histórico en la medida en que lo vuelve criminal, compulsivo, descerebra­do, y hace que toda esa realidad se vuelva convulsa. Por eso me pareció, en ese momento de la pandemia, cuando yo estaba en esa introspecc­ión en mi casita de Mar del Sud, que el único teatro que quedaba para mí era mi propio cuerpo, y que esa obra universal era la que correspond­ía para ese propósito que yo venía trayendo desde siempre, el de erigirme en un cuerpo habitáculo. Me parece que es la obra ideal por lo que traman sus circunstan­cias.

 ?? I Santiago Martinelli ?? Pompeyo Audivert hundió dentro suyo al Macbeth.
I Santiago Martinelli Pompeyo Audivert hundió dentro suyo al Macbeth.

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