Zoopsiquiatría: las mascotas al diván
Para quien tiene un perro o un gato, no hay nada más fácil que darse cuenta de alguna alteración en su conducta, por mínima que sea. Desde la agresividad a la tristeza, los animales suelen sufrir cambios en el estado anímico y es preciso descubrir los mot
De pronto, su animalito doméstico se torna agresivo. Muerde. Se hace el rebelde sin causa. “Es otro”, se dirá usted. Sea perro o gato. Desobedece. Quizá rehúye la comida y casi ni quiere tomar agua.
¿Qué pasa? La reiteración demarca que está registrando alteraciones de comportamiento. ¿Por qué? Eso es lo que hay que averiguar. Los motivos pueden ir desde lo anímico propio, hasta el equivocado manejo de los códigos de convivencia entre la mascota, su dueño, y todo el grupo social (familia). Así que la pregunta es: “qué hacer”.
Cuando las personas sufren sistemáticos trastornos de comportamiento, suelen acudir a la terapia psicológica. Los animalitos también suelen necesitarlo. Y los hay. Aunque más que “psicólogo de mascotas”, prefieren identificarse como especialistas en comportamiento animal o, asumiendo un término moderno: Zoopsiquiatra.
Una de las prioridades es fijar, con claridad, la necesidad de incluir entre los hábitos de la familia el código natural del animal. En el caso del perro, éste tiene la necesidad de que su dueño o el jefe de la familia asuma el rol de líder de la manada. Si hay códigos y contra códigos, puede surgir en el animal una agresividad proveniente de la crisis de dominancia.
La agresión del can también puede partir de sus miedos fóbicos o de una excesiva ansiedad. Otros motivos suelen generarse por la llegada de un nuevo animalito o la de un bebé y al cambio de trato que recibe a partir de ello. Sin descartar la posibilidad de un problema genético de predisposición agresiva.
Los secretos
Lo cierto es que la agresividad quizá sea lo más preocupante, pero existen otros numerosos trastornos de conducta que llegan a afectar a una mascota. Estrés, depresión, tristeza, fobias, agotamiento crónico... Y es preciso solucionarlos.
El abordaje -primer contacto del psicólogo veterinario con la mascota- tiene dos aspectos básicos. El primero está referido al estudio del comportamiento, a las alteraciones propias del carácter, y a la influencia generada por el medio en el cual convive. El otro aspecto se remite a descartar el aspecto médico. A partir de ese cuadro de situación, se continúa con el análisis de las costumbres del grupo social y la evolución del comportamiento errático detectado.
¿De qué se está hablando cuando se habla de crisis de dominancia? Los perros son gregarios: necesitan vivir en grupos y obedecer al jefe de la manada. Por transferencia de evolución, los hoy típicamente hogareños buscan tener un dueño que le incorpore a su grupo familiar (si es que lo hay).
Ese jefe de la manada pasa a ser el jefe de la familia en la cual se inserta. A partir del jefe, van estableciéndose las demás jerarquías y el animalito responde a un esquema social con jerarquías bien demarcadas. Cuando ello se trastoca, por ejemplo, al existir una pugna entre los integrantes del grupo social para decidir
acerca del perro, éste puede sentirse desorientado y responder con la agresión.
Esto se soluciona cuando el psicólogo hace entender al grupo familiar la necesidad de las jerarquías que tiene la mascota. Si la alteración proviene de miedos -convertidos en fobias- a los ruidos fuertes, el terapeuta utiliza grabaciones de esos ruidos para enseñar al animal a no temerles.
La llegada de otra mascota, o de un bebé, modifica también los códigos de convivencia: a menudo los integrantes del grupo familiar alejan a su mascota, por temor a que lastime, sin querer, al nuevo miembro; desconociendo que tal intempestiva medida le genera conflictos al animal. Todo es más sencillo dejando que la mascota se acerque y huela al recién llegado.
Los procedimientos
Los gatos originariamente eran territoriales y vivían solos. La civilización los ha vuelto más sociables. No necesitan, por lo tanto, establecer una cadena de dominación, como el perro. La agresividad en el gato puede provenir de un trato muy invasivo de su dueño o del grupo familiar, como también del manoseo continuo al que, quizás, es sometido, tal vez con la idea de demostrarle cariño o de pretender jugar con él. El minino rechaza los juegos de manos, la violencia, el acoso; disfruta de la calma y de la soledad. Hay que dejar que sea él quien venga a uno. Le ronroneará, se restregará en sus piernas. La clave para interactuar con él es por medio de cuerdas, pelotitas, animalitos de peluche. Cuanto más juegue, menor será la posibilidad de morder o de agredir.
La alteración con marca registrada para el gato es la que suele denominarse “locura matinal”. Es que por estar preparado genéticamente para vivir más de noche que de día, el felino reprime una alta carga de energía al alterar su ritmo biológico por la convivencia familiar. Y aguarda a las primeras horas de la mañana para hiper activarse y gastar el vigor acumulado. Un problema bastante habitual es el del estrés. En el perro, los orígenes del estrés propio hay que buscarlos en la soledad, cuando ella es excesiva, en las modificaciones de los hábitos, cambios de ubicación, mudanzas.
En los gatos, su estrés no pasa por la soledad, sino por la presencia de otras personas, por las modificaciones en el ambiente hogareño, por todo lo que afecta a su condición rutinaria.
Si su mascota tiene un cuadro de tristeza, usted podrá detectarlo al notar que se aísla de continuo y bajonea su grado de iniciativa. La depresión se refleja en la alteración en los ciclos de dormir, se mueve a cada momento, a veces gime en sus sueños (los animales sueñan, eso está comprobado).
¿Cómo puede ser la relación entre dos mascotas? Existen grados. La relación gato-gato no tiene problemas: cada uno hallará su territorio dentro del hogar, convivirán siempre. El dúo perroperro tiene variantes. Mientras son cachorros es más fácil. Cuando crecen pueden pelearse si el dueño o jefe de la familia no deja bien establecidas las jerarquías (si sale en defensa del más pequeño, o del más débil, o del recién llegado, estará transgrediendo los códigos de la manada). Cuando queden solos, los canes no tendrán problemas, y dejarán establecidas las jerarquías entre sí