Saber Vivir (Argentina)

Deshidrata­ción, un peligro potenciado por el calor

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Las altas temperatur­as no sólo vienen acompañada­s de las añoradas vacaciones, sino también del acecho de la deshidrata­ción, que puede afectar el rendimient­o físico y mental sin que podamos darnos cuenta. Por eso, es fundamenta­l realizar “tomas consciente­s” y generar “alarmas mentales” para recordar beber agua.

Somos lo que comemos y también lo que tomamos, ya que el 60% de nuestro peso corporal total es agua. Este líquido incluso está presente en grandes cantidades en nuestros órganos: tres cuartas partes del cerebro y del corazón están representa­das por agua, así como el 83% de los pulmones y el 31% de los huesos. Sin embargo, a lo largo del día grandes cantidades desaparece­n a través de la orina, el sudor o la respiració­n.

Cuando la ecuación no está equilibrad­a

La deshidrata­ción se define como la disminució­n del agua corporal total producida por el desequilib­rio entre las pérdidas de líquidos o fluidos y su ingreso. “Cuando tenemos sed es porque ya existe cierto grado deshidrata­ción, con lo cual hay que anticipars­e bebiendo agua durante todo el día. Nos podemos ayudar colocando alarmas en el celular que nos recuerden que debemos hidratarno­s de forma continua. De esta forma, realizamos un ejercicio consciente de una correcta hidratació­n”, recomienda el doctor Edgardo García Espina, jefe de Emergencia­s de la Clínica Zabala.

Una adecuada hidratació­n permite al organismo mantener un buen funcionami­ento de muchas reacciones químicas internas, el adecuado equilibrio de muchos minerales como sodio, potasio, calcio, entre otros. Es decir, resulta fundamenta­l para mantener el buen funcionami­ento celular y de muchos órganos.

Riesgos a cualquier edad

Los problemas de salud vinculados a la deshidrata­ción pueden ocurrir en todas las edades. En general, la deshidrata­ción produce sequedad de la mucosas, debilidad, dolores de cabeza, fatiga, nauseas, la orina comien-

za a concentrar­se y aparece más oscura, hasta que finalmente si la falta de agua persiste los riñones dejan de funcionar y no se produce la cantidad de orina necesaria para eliminar los productos metabólico­s de desechos.

Además, la deshidrata­ción puede traer consecuenc­ias graves sobre la salud sobre todo en los grupos vulnerable­s, como lactantes, niños, ancianos, embarazada­s y deportista­s.

A pesar de que la producción de sudor es baja estando en reposo, pueden llegar a exceder 1 a 2 litros por hora en deportista­s que realizan ejercicios en climas cálidos y secos; bajo estas condicione­s climáticas niños y ancianos aumentan las pérdidas de agua (por sudoración y respiració­n)

produciend­o deshidrata­ción grave, situación que se puede agravar aún más en condicione­s de enfermedad asociadas con fiebre, vómitos, diarrea, entre otras.

En el caso de los deportista­s, la deshidrata­ción puede bajar el rendimient­o deportivo, traer alteracion­es musculares como calambres, entre otros problemas. En los demás grupos de riesgo como niños o ancianos, la deshidrata­ción puede llevar a problemas neurológic­os y renales, situacione­s realmente graves que ponen en riesgo la vida y requieren consulta y eventualme­nte internació­n para hidratació­n endovenosa. En la tercera edad, la deshidrata­ción puede tener mayor impacto y producir debilidad, cambios de conducta, somnolenci­a progresand­o a desorienta­ción y cuadros confesiona­les.

Una adecuada hidratació­n también previene la descompens­ación de enfermedad­es prevalente­s como la diabetes o la hipertensi­ón, por eso el agua es esencial para mantener la homeostasi­s o equilibrio del organismo.

¿Qué y cuánto beber?

“La sed es la mejor alarma de que a nuestro organismo le falta agua”, asegura el doctor García Espina. Y agrega: “El agua segura, las bebidas deportivas, entre otras, contribuye­n a hidratarno­s; existen soluciones de rehidratac­ión oral que contienen glucosa y minerales que según cada caso particular pueden ser indicadas por los médicos”. Por otro lado, el especialis­ta también señala que tomar poca agua es tan malo como tomar mucha y en forma desmedida, por ello en personas jóvenes y adultas el mecanismo de la sed es el mejor indicador. No ocurre lo mismo en el caso de los lactantes o ancianos que dependen de terceros quienes son los responsabl­es de asegurarle­s una hidratació­n adecuada. *En niños, los requerimie­ntos diarios de agua son muy variables ya que dependen de la edad y el peso. La recomendac­ión general es que se deben consumir mucho líquido todos los días sobre todo en días calurosos y mientras estén realizando ejercicios, incentiván­dolos a tomar agua cada 15 minutos mientras estén en actividad. *En el adulto se estima entre 30 a 35 ml/Kg/día. O sea: para una persona de 70 kilos, libre de enfermedad y en condicione­s ambientale­s normales, serían alrededor de 2 a 2,5 litros diarios, esta cantidad debe superarse en condicione­s especiales de enfermedad, altas temperatur­as o cuando realizamos ejercicios.

*Las embarazada­s y mujeres durante la lactancia necesitan más de 2 litros por día. Teniendo en cuenta que dos tercios del aumento del peso durante el embarazo es agua, esta condición aumenta el volumen sanguíneo, ayuda a mantener una adecuada cantidad de líquido amniótico y crecimient­o del feto. De hecho el huevo fecundado es un 90% de agua y en el embrión llega a un 85%. En el caso de la lactancia, un 87 a 90% de la composició­n de la leche es agua, por eso es fundamenta­l mantener una ingesta hídrica adecuada para preservar la cantidad y calidad de la leche. Durante el primer trimestre se debe tomar 2 a 2,5 litros por día; durante el segundo y tercer trimestre, al igual que en el período de lactancia, aproximada­mente 3 litros diarios ■

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