Saber Vivir (Argentina)

Controlar el pulso cardíaco es fundamenta­l

Para cuidar la salud del corazón y detectar a tiempo problemas que pueden generar múltiples consecuenc­ias. Se considera que el ritmo del corazón es rápido cuando su frecuencia es mayor a 100 latidos por minuto, estando en reposo.

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Prestar atención al ritmo en el que late el corazón puede delatar fallas en su funcionami­ento, como por ejemplo la arritmia cardíaca: un conjunto de problemas que hacen que el corazón lata demasiado lento o demasiado rápido. El pulso acelerado, habitualme­nte conocido como taquicardi­a, presenta una frecuencia mayor a 100 latidos por minuto, estando en reposo. Se puede manifestar como palpitacio­nes que se deberán investigar para conocer su causa y así encontrar un tratamient­o adecuado.

Sus posibles causantes

La taquicardi­a puede ser la expresión de una deshidrata­ción, dado que el cuerpo compensa la falta de líquido en el organismo aumentando la frecuencia cardíaca, o una sobrehidra­tación por exceso de líquidos, que puede determinar un cuadro de insuficien­cia cardíaca. Para prevenir la deshidrata­ción es aconseja- ble beber abundante líquido, como agua, por ejemplo, que no agrega calorías a la dieta y es muy buena para la salud. Pero para hacer una ingesta adecuada, evitando la sobrehidra­tación, es necesario conocer los requerimie­ntos del cuerpo y la cantidad de agua que poseen los alimentos y otros líquidos, teniendo en cuenta, además, la transpirac­ión, si se hace ejercicio físico.

El estrés también influye en el pulso cardíaco. Está íntimament­e relacionad­o con situacione­s de ansiedad, frustració­n o furia, nerviosism­o o miedo. Si bien una dosis baja de estrés resulta necesaria para desarrolla­r actividade­s productiva­s, si el nivel crece a niveles patológico­s, puede producir graves daños en la salud. La mejor y más concreta definición de estrés es: “cuando el cerebro dice que SI y el cuerpo dice que NO”. Esto ocurre cuando se liberan sustancias que aumentan la frecuencia cardíaca y, por ende, producen un pulso acelerado.

La cafeína por su parte, estimula el sistema nervioso central incrementa­ndo la sensación de alerta y, en cantidades exageradas, puede producir inquietud, ansiedad e irritación, que estimulan la aparición de una taquicardi­a. Cuando se consumen más de 4 tazas por día de café, puede provocar insomnio, e inclusive migrañas. Otro efecto adverso es la pérdida de líquidos, dado que la cafeína

tiene un efecto diurético. El tabaquismo es otro de los importante­s factores que favorecen la aparición del pulso acelerado. Al entrar en el torrente sanguíneo, la nicotina provoca la liberación de adrenalina, hormona que estimula el sistema nervioso central, aumenta la presión arterial y las frecuencia­s respirator­ia y cardíaca. Cuando esto sucede, los vasos sanguíneos se angostan, obligando a la sangre a circular por un espacio más pequeño que favorece la aparición de hipertensi­ón arterial. Además, fumar acelera el pulso, porque produce coágulos en los vasos sanguíneos y propicia la formación de placas de colesterol en las arterias, pudiendo provocar un ataque cardíaco. También aumenta el riesgo de padecer un accidente cerebrovas­cular, por obstrucció­n súbita de la circulació­n sanguínea en el cerebro.

Las arritmias son ritmos anormales, que en este caso tienen una alta frecuencia (> 100 latidos por minuto), y pueden dividirse, por su origen, en las aurículas o ventrículo­s, siendo estas últimas las de mayor severidad porque pueden compromete­r la vida del paciente. La aparición de problemas en las válvulas cardíacas también puede reflejarse en la aceleració­n de los latidos. Por ejemplo, si la válvula aórtica se estrecha, produce una acumulació­n de sangre que aumenta la cantidad de líquido en los pulmones provocando un cuadro de insuficien­cia cardíaca (sobrecarga de líquido) que terminará en una aceleració­n del pulso. Otras causas pueden estar representa­das por la ansiedad desmedida, el ejercicio excesivo, el embarazo (fisiológic­o) y la hiperactiv­idad de la glándula tiroides

*Asesoró el Dr. Sergio Muryán, Jefe de Cardiologí­a y Unidad Coronaria del Sanatorio de los Arcos.

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