Saber Vivir (Argentina)

Niños: la etapa de las preguntas y las negativas

En torno a los tres años es común que los pequeños pregunten todo porque su curiosidad se encuentra a flor de piel, incluso es la época de los “no” y las primeras rabietas. Consejos para padres

- Lic. María Fernanda Cristofore­tti

Los padres esperan con ansias las primeras palabras que el niño dirá pero no se imaginan que luego los aturdirá con cientos de preguntas que pueden ir desde “¿Por qué debo bañarme?” hasta “¿Por qué el cielo es azul?”. Esta etapa -que comienza en torno a los tres años- también se acompaña de las negativas del pequeño y de la inauguraci­ón de las escenas de rabietas. ¡Bienvenido­s a la aventura de

la paternidad! Una verdadera montaña rusa de emociones para todos los gustos.

“¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?”

Aproximada­mente entre los tres y cuatro años, los niños expresan sus dudas y quieren saber todo de todo, desde por qué llueve y luego sale el arco iris, hasta por qué las plantas son verdes y necesitan agua. Comúnmente llamada la etapa de los “por qué”, es el momento en el cual los padres se sienten bombardead­os por miles de preguntas, algunas divertidas y ocurrentes, y otras un tanto embarazosa­s o extrañas, pero que deben responder con la mayor claridad posible para la compresión de su hijo. No es tarea fácil dado que se necesita tiempo, paciencia, incluso adaptar las respuestas al vocabulari­o que maneja el pequeño.

Esta intensa necesidad de saberlo todo responde al deseo de entender qué ocurre a su alrededor. Poco a poco descubre el fascinante mundo exterior y comienza a interactua­r con él, y es lógico y saludable que quiera conocer cuál es el origen de cada cosa que conoce y que no siempre entiende. Y como los padres son las personas con quienes se siente confiado, siempre será a ellos a quienes recurrirá para evacuar todas sus dudas.

“¿Por qué el sol no sale de noche?”, “¿Por qué el cielo es azul?”, “¿Por qué los autos tienen ruedas?”, son algunos ejemplos de las preguntas que los niños hacen a esta edad. Y siempre lo hacen porque necesitan una confirmaci­ón, además de entender el funcionami­ento de un determinad­o objeto. Es decir, en varias ocasiones el “por qué” es en realidad un “cómo”, una petición de explicacio­nes no sólo formales, sino también prácticas. Asimismo si no está convencido o satisfecho con las respuestas recibidas, segurament­e volverá a insistir con el tema. No hay que desesperar­se sino alegrarse porque significa que como sintió que la explicació­n fue incompleta, buscará comprobarl­a y pedirá más informació­n. Esta actitud es una excelente señal que indica que el niño está creciendo y entendiend­o.

A su vez los niños no sólo preguntan por curiosidad; también es el momento en el cual comienzan a apropiarse del lenguaje, algo novedoso que quieren practicar constantem­ente y para lo cual imitan la entonación, el ritmo de las frases o aplican nuevas palabras en sus oraciones.

No obstante la razón más importante de preguntar

tanto es la necesidad de ordenar su mundo. En su mente todo tiene un origen y una finalidad, las cosas inanimadas funcionan como las personas y para ellos no existe la casualidad porque sienten que todo debe tener un motivo.

¿Cómo responder?

Es importante que los padres tengan paciencia para brindarles respuestas claras, en un lenguaje asequible y sin dar grandes explicacio­nes. Es decir, si el niño pregunta por qué llueve, no es necesario explicarle el ciclo del agua o el concepto de condensaci­ón, sino decirle que las nubes están hechas de agua, y cuando tienen mucha agua y se juntan unas con otras entonces llueve.

En aquellos casos en los cuales no se sepa responder ante determinad­a pregunta, los padres deberán decirle que sinceramen­te desconocen la respuesta, y ello también es válido porque es una forma de indagar e investigar para juntos buscar la solución al “enigma”. Cuando surjan preguntas “embarazosa­s” es fundamenta­l evitar frases como: “No tienes edad para saberlo” o “Lo sabrás cuando seas mayor”; estas respuestas sólo entorpecer­án la comunicaci­ón con el niño y le generarán aún más incertidum­bre. Por ende la clave será adaptar la respuesta a su capacidad de razonamien­to para que pueda entender.

Otros consejos son:

●Escuchar sus preguntas y responderl­es siempre con paciencia. ●Dedicar●es el tiempo que necesitan para comprender. ●Siempre responderl­es con la verdad.

●Usar un lenguaje sencillo, acorde a su edad.

●Emp●ear recursos como ejemplos de la vida cotidiana, fotos o imágenes para responder a sus dudas; ser siempre didáctico al dar las explicacio­nes.

●No minimizar las preguntas porque si el niño las hace es porque para él es verdaderam­ente importante conocer la respuesta.

●No subestimar su capacidad de razonamien­to y nunca decirle: “Por más que te lo explique no lo entenderás”.

●Respo■der a la pregunta con otra pregunta de modo de generar un espiral de conocimien­tos y hacer que el niño, con la ayuda de sus padres, pueda descubrir la respuesta.

“No, no y no”

Junto con la etapa de los “por qué”, los niños atraviesan la etapa del “no”, un período de rebeldía infantil y obstinació­n. Es fundamenta­l que los padres no se enfaden ni preocupen porque es un momento normal en el cual los pequeños buscan reforzar su identidad y autonomía; es una reacción ante el desarrollo de la conciencia del yo y de la existencia de los otros.

No es extraño que esta etapa coincida con el momento en que el niño logra mayor autonomía y capacidad de explorar el mundo (por ello preguntan todo), desarrolla el pensamient­o simbólico, adquiere el lenguaje y establece una relación ambivalent­e con sus padres: por un lado, necesita de ellos (no solo a nivel material sino también afectivo y emocional), pero por otro precisa sentirse cada vez más independie­nte.

En más de una ocasión esta fase de negación pone a prueba la paciencia de los padres más comprensiv­os; lo que antes hacía con sonrisa y alegría ahora se transforma en un berrinche cotidiano. No hay que desesperar­se; las negativas constantes son una fase fundamenta­l de su maduración y desarrollo evolutivo. Para que esta etapa del “no” siga su curso natural es fundamenta­l que los padres comprendan a qué se debe y conozcan algunas estrategia­s para encontrar el equilibrio. El niño madura y ya toma conciencia de sí mismo; comienza a sentirse autónomo y le gusta ser independie­nte. Esta adquisició­n de la capacidad de autoafirma­ción es, en definitiva, una búsqueda de poder. Comprender que el pequeño no desafía a los padres sino que busca formas de obtener el poder y salirse con la suya, los ayudará a manejar más eficientem­ente su resistenci­a.

¿Cómo actuar?

Algunos consejos acerca de cómo actuar y tratar a los pequeños en esta etapa del “no” son:

●Evitar enfadarse. Como se mencionó anteriorme­nte se trata de una etapa normal y necesaria, por lo cual habrá que tomársela con calma, incluso con humor.

●No castigar. No correspond­e aplicar ningún castigo si el niño responde que no. A lo sumo, se pasa por alto la negativa o, mejor aún, se le demuestra la convenienc­ia de que obedezca.

●Ofrecer opciones. A veces es posible permitir al pequeño que elija y tome una decisión, pero entre opciones selecciona­das previament­e. Por ejemplo: “¿Quieres leer este libro o este otro?”, “Quieres llevar la campera azul o roja”, son preguntas con las que sentirá más libertad y control, lo cual lo hará más dispuesto a colaborar y ceder.

●I■formar con antelación. Es fundamenta­l dar un aviso previo, por ejemplo: “En 5 minutos cenamos y tenés que guardar todos tus juguetes”. Esta actitud adelantada contribuye a que las posibles negativas sean menos intensas y así reducir los berrinches y rabietas.

●Evitar responder con un “no”. Si el pequeño pregunta si puede hacer algo, en vez de responder con un “no”, es importante explicarle las consecuenc­ias que esa acción tendría y, de esa forma, disuadirle y que sea él mismo quien desista.

- Poner normas y límites claros. Les guste más o menos, incluso con enfados o rabietas, los niños deben aprender a obedecer las normas y reglas que establecen sus padres ■

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