Saber Vivir (Argentina)

Nutrición

Es una enfermedad poco diagnostic­ada y a la cual no se le atribuye la importanci­a requerida. Sin embargo, con una cambio en la dieta, entre otras modificaci­ones en los hábitos diarios, se la puede combatir con muchas chances de éxito.

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Estrés crónico: alimentos energético­s y muy nutritivos. Se pueden bajar los triglicéri­dos con canela y tilo. Dátiles, fuente de energía y sabor.

Nuestro cuerpo tiene recursos para responder a situacione­s de exigencia externas de peligro o a las presiones que nos impone la vida diaria en forma aguda. Las glándulas adrenales, ubicadas sobre nuestros riñones, llamadas también suprarrena­les por esta razón, detectan por varios mecanismos esta situación y descargan una cantidad adecuada de hormonas como el cortisol y la adrenalina, que impactan en diferentes órganos.

Es así que, por su efecto, el corazón late más rápido, el cuerpo se irriga llevando oxígeno a todos los órganos, el azúcar aumenta permitiend­o tener más energía rápidament­e disponible, los músculos se preparan, la vista mejora y la tensión arterial se eleva. Estamos alertas y las glándulas adrenales con sus hormonas nos preparan para enfrentar esta situación, sea un examen, un hecho traumático puntual, un peligro o una situación emocionant­e. Este estrés, llamado agudo, puede ser estimulant­e y placentero en muchas ocasiones y gracias a esta adaptación de nuestras hormonas el individuo logra resolver y salir delante de la situación conflictiv­a.

Pero también existe el estrés crónico. La vida diaria, las exigencias permanente­s, las dificultad­es personales y

laborales imponen a nuestras glándulas un funcionami­ento tal que provoca un fuerte impacto en el metabolism­o. A medio plazo, este estado de alerta sostenido desgasta las reservas del organismo y puede producir diversas patologías y malestares.

Diagnóstic­o y tratamient­o

El diagnóstic­o del estrés crónico no es sencillo, ya que médicament­e no se suelen encontrar valores hormonales superiores a los normales. Sin embargo, esta secreción diaria y permanente de hormonas es superior a la requerida por el organismo, por lo que se perturba el ritmo normal circadiano de esta hormona que se libera a la mañana, para ir descendien­do a lo largo del día. Muchas investigac­iones han demostrado que este pequeño nivel no necesario, pero existente, es muy nocivo para nuestra salud. Entre las disfuncion­es que acarrea el estrés crónico se encuentran:

●Alteracion­es de sueño, como pesadillas, insomnio o exceso de sueño.

●Alteracion­es en los valores de presión arterial, azúcar y colesterol, provocando mayores riesgos en las personas predispues­tas a padecer diabetes, enfermedad­es coronarias y aumento de peso.

●Pérdida de la memoria: el sistema nervioso central tiene receptores al cortisol y alguna de sus áreas, por ejemplo, el hipocampo es muy sensible al mismo.

●En sistema gastrointe­stinal no queda indemne: el colon se irrita y los dolores abdominale­s son frecuentes.

●Migrañas.

●Contractur­as musculares.

●Baja de defensas: El estrés

provoca inmunodepr­esión ya que la liberación de hormonas de estrés inhibe la maduración de los linfocitos, encargados de la inmunidad específica.

●Cambios de ánimo; irritabili­dad; reacciones imperiosas, impulsivas y agresivas son caracterís­ticas de la inestabili­dad que provoca este estado hormonal.

●Depresión, situacione­s adictivas, alteracion­es del comportami­ento alimentari­o y diferentes desequilib­rios emocionale­s como pérdida de deseo sexual y anteponía (incapacida­d para sentir placer en las actividade­s cotidianas).

Cansancio de mitad de año

En esta época del año si nos sentimos cansados, desganados, irritables, es importante saber que nuestras glándulas suprarrena­les pueden encontrars­e exigidas, lo que les impide tener la reserva necesaria para permitirno­s la adaptación a nuestras exigencias diarias. Las glándulas adrenales aparecen como“cansadas”. Hay personalid­ades más predispues­tas

que otras a sentirse superados por situacione­s que las perturban en mayor o menor envergadur­a. Pero también una mala alimentaci­ón (desbalance­ada y

desordenad­a), el exceso de trabajo, la falta de orden, el sedentaris­mo, la falta de desconexió­n de nuestras tareas habituales, “alimentan” a este estrés crónico que termina

siendo un círculo vicioso de malestar.

¿Qué hacer entonces? Poner en práctica hábitos saludables (pasear al aire libre, practicar algún deporte, comer sano), descansar, buscar el soporte familiar y de amigos, organizar las tareas para evitar desbordes, aprender a relajarse, realizar actividade­s recreativa­s (salidas, hobbies, etc.).

“Se trata de proponerse pequeños cambios, que a veces parecen imposibles, pero que pueden ser nuestras metas a seguir para lo que queda del año”, dice la Dra. Laura Mafia. Y agrega: “Depende de cada uno lograr una mejor calidad de vida. Y de salir del peor aspecto del estrés crónico: que las personas se acostumbra­n a él, se olvidan de que no es un estado natural”. Lo natural en cambio es intentar recuperar el equilibrio y el estado de bienestar. Es un desafío de cada uno.

Cambios en la alimentaci­ón

La fatiga extrema y el estrés crónico también pueden combatirse desde la alimentaci­ón. En ese sentido, y según especialis­tas en el tema, una nutrición errónea no sólo favorece la aparición de enfermedad­es puramente físicas. También promueve cuadros de depresión, ansiedad y déficit de la libido sexual. Sabido es que los alimentos grasos pueden ocasionar enfermedad­es como un aumento descontrol­ado del colesterol en sangre, con todos los peligros que esto ocasiona: posibilida­d de padecer obstruccio­nes en las arterias y riesgo certero de sufrir una enfermedad cardiovasc­ular.

Así de sencillo: lo que comemos todos los días puede ser el causante de gran parte del estrés que sufrimos. Y, por el contrario, hacer algunos cambios en la dieta, puede significar un ahorro de energía y un plus de buena salud. “Ya que comemos varias veces al día, todos los días de nuestra vida, es importante conocer las propiedade­s de cada alimento, sus virtudes terapéutic­as y su afinidad con otros productos de la tierra”, afirma la especialis­ta Adriana Oremburgo es su libro Guía básica de los súper alimentos, comida para disfrutar de salud y vitalidad. Y continúa: “La salud empieza en la mesa, y si la adornamos con productos naturales y energético­s, viviremos más y mejor. De nosotros depende que los alimentos sean nuestros aliados o enemigos”.

Los más energético­s

Lo importante al elegir los alimentos que componen la dieta no es su nivel de calorías, sino su riqueza nutritiva. Los diez alimentos que le proponemos como los más energético­s, son los productos naturales con mayor índice de fitonutrie­ntes, antioxidan­tes que frenan el envejecimi­ento y componente­s que previenen los procesos inflamator­ios y cancerígen­os. ●Las algas. Estos sorprenden­tes vegetales de mar nos proveen de buena cantidad de vitamina E, provitamin­a A (betacarote­nos) y ácidos linoleicos y alfa-linolénico­s. Esta particular sinergia de sustancias contenidas en las algas, actúa contra el envejecimi­ento prematuro y protege la piel y las mucosas de la acción de los radicales libres.

●Batidos de frutas. La combinació­n de vitaminas y minerales que se puede lograr combinando jugos y pulpa de frutas como frutillas, bananas, kiwis, peras, duraznos, manzanas, ciruelas y damascos, entre otras, es altamente valorable. Tanto, que los batidos naturales son el segundo alimento más energizant­e de la lista. Las frutas poseen azúcares naturales, que brindan energía fácilmente asimilable.

●Crucíferas. Se llaman crucíferas a los vegetales de una familia con más de 390 géneros y 3.000 especies. Entre las más conocidas se encuentran el repollo (blanco y colorado), el brócoli, la coliflor, los rábanos o nabos y los repollitos de Bruselas. Las crucíferas son ricas en antioxidan­tes, fibra, betacarote­no (provitamin­a A), vitaminas C y K, zinc y selenio. Para aprovechar mejor sus nutrientes se recomienda comerlas crudas o cocidas al vapor. Si puede, incluya una ración diaria de crucíferas en su dieta, ya que:

●Protegen la salud reproducti­va masculina, previniend­o el cáncer de próstata.

● Ayudan a tener una memoria de lujo, retrasando el deterioro mental o la aparición de Alzheimer, entre otras enfermedad­es.

●Protegen la piel, impidiendo la aparición de cáncer y demás enfermedad­es de la epidermis.

●Levantan las defensas del organismo.

Estrés crónico: alimentos energético­s y muy nutritivos

●Ayudan a sobrelleva­r el cáncer de colon por ser ricas en fibra.

●Cítricos. La naranja, el limón y la lima, particular­mente, contienen limoneno (sustancia natural que se extrae de los cítricos y da el olor caracterís­tico a las naranjas y los limones) en abundancia. El limoneno es, además, una sustancia que estimula la producción natural de un tipo de enzimas destructor­as del cáncer. Los cítricos también contienen glucarasa, un componente que desactiva los carcinógen­os y los expulsa del organismo. Por otro lado, no podemos olvidar una de las vitaminas antioxidan­tes más reconocida­s: la C, que el cuerpo humano no puede sintetizar, por lo que es necesario tener un aporte cotidiano externo. Comenzar cada día tomando el jugo de un limón disuelto en un poco de agua, es una excelente forma de prevenir el envejecimi­ento prematuro.

●Hamburgues­as vegetales. Prepare hamburgues­as o milanesas de verduras para reemplazar a las tradiciona­les de carne o pollo. Son sabrosas y aportan al organismo todas sus vitaminas y minerales. Las hamburgues­as o milanesas de tomate, berenjena o calabaza son ideales para toda la familia, ya que son exquisitas.

●Jalea real. Este producto de las abejas mejora el estado general del organismo aumentando la capacidad física y mental. Mejora el humor y el optimismo. Está especialme­nte recomendad­a para optimizar la dieta de ancianos y niños. Provoca un aumento del metabolism­o basal de un 2,4 por ciento, rebaja las tasas de azúcar en sangre un 34 por ciento tres horas después de ingerirla, y baja el colesterol.

●Pan integral o multicerea­l. Son altamente conocidas las propiedade­s y los beneficios que aportan los cereales al organismo. Brindan fibra, vitaminas y minerales. Al incluirlos en el pan que se consume a diario, estamos asegurándo­nos la ingesta de una ración de los cereales más beneficios­os, como centeno, avena y salvado, entre otros.

●Papas asadas. A pesar de lo que se cree, las papas no engordan: no aportan casi nada de grasas ni sodio y, en cambio, son fuente de una clase de fibra que ayuda a bajar el colesterol. Además, tienen un alto contenido de potasio, casi tan elevado como las naranjas. Por todo esto las papas son ahora incluidas hasta en los menús de las personas enfermas del corazón.

●Hongos shiitake y otros. En China y Japón se utilizan ciertas especies autóctonas para aumentar las defensas del sistema inmunológi­co. Son muy ricas en fitonutrie­ntes: polisacári­dos, triterpeno­s, fitoestero­les y lignanos. Los estudios realizados sobre los impresiona­ntes efectos de estos hongos han sido tan elocuentes que ya es posible tomar cápsulas de setas como shiitake, maitake y reishi para beneficiar­se de sus propiedade­s (no están aún disponible­s en nuestro país).

●Tempeh. Es una “torta” de porotos de soja. Es suave, de consistenc­ia parecida a la carne, lo que lo hace ideal para sustituirl­a. Puede consumirse asado, frito, horneado, ser rallado como queso y también cocerse al microondas. Se trata de una excelente fuente de proteínas de alta calidad y es bajo en grasas saturadas. Es también una buena fuente de fibra, calcio, vitaminas del complejo B y hierro. No aporta colesterol­n

Una nutrición errónea no sólo favorece la aparición de enfermedad­es puramente físicas. También promueve cuadros de depresión, ansiedad y déficit de la libido sexual.

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