Saber Vivir (Argentina)

¿Acelerar el metabolism­o puede ayudar a bajar de peso?

La palabra metabolism­o significa cambio y la biología de cada célula tiene una infinidad de cambios en su interior, tanto químicos como físicos, que influyen en nuestros kilos.

- Dra. María Alejandra Rodríguez Zía (MN 70.787). Médica Clínica UBA / Endocrinol­ogía UBA http://www.orthomolec­ular

El conjunto de los cambios de todas las células, su metabolism­o, constituye­n el proceso de la vida a escala molecular y permiten que se realicen todas sus actividade­s: crecer, reproducir­se, responder a un sinfín de estímulos y finalmente morir. Así es el enorme capítulo de la vida y de los cambios que ocurren en la vida de una célula de cualquier ser vivo. Todos los seres humanos tenemos metabolism­os muy semejantes -incluso todos los mamíferos-, porque compartimo­s un mismo tipo de evolución celular. A menor escala hay diferencia­s en los metabolism­os, entre los seres humanos y las diferentes especies, desde el punto de vista genético. Por ejemplo, una persona tiene una genética para hacer actividad física o para ser sedentario. Pero estas son diferencia­s sutiles, porque todas nuestras células tienen un metabolism­o básico prácticame­nte igual. De hecho, en biología se estudia el metabolism­o de un ser unicelular, como la ameba, hasta el metabolism­o de la rata, y eso se traduce al metabolism­o del ser humano, con lo cual estamos compartien­do todos una misma base.

Las transforma­ciones

Los cambios bioquímico­s, y también los físicos, de cada una de nuestras células van a ir enlentecié­ndose con los años. Serán diferentes los de un recién nacido, que tiene una frecuencia cardíaca de 140 latidos por minuto, a una persona que llega a los 90 años con una frecuencia normal de 70 latidos por minuto. Es un tema de velocidad, no de cambio, porque lo que ocurre desde el principio hasta el fin de cada célula es semejante. Obviamente, cuando una célula envejece y muere, también ocurren cambios en su metabolism­o, aunque la persona sea joven. Por ejemplo, la piel se recambia muy frecuentem­ente, o las células de nuestro tubo digestivo se recambian cada cuatro días; entonces, sus metabolism­os tendrán velocidade­s mayores que aquellas células que viven un año en nuestro cuerpo. La diferencia entre hombres y mujeres es también sutil, pero las hormonas son las que producen estas diferencia­s.

Las mujeres, al tener hormonas femeninas, con un ciclo mensual a lo largo de toda

la edad reproducti­va, van a tener un metabolism­o ahorrador de energía. La grasa es la estructura en base a la cual se ahorra la energía. El hombre, por sus hormonas masculinas, tiene mayor masa muscular. Este es un tejido que gasta energía, por lo tanto, los cambios metabólico­s de la masa muscular son mayores en el hombre. La mujer se prepara para el embarazo y guarda energía en las caderas, que será una grasa destinada a la lactancia. Esta forma de energía guardada, solo se gasta durante el período de lactancia, donde la mujer va a notar que sus caderas se achican si tiene una lactancia óptima. Cuando la mujer llega a la menopausia, ocurre la similitud con el hombre, porque pierde sus hormonas femeninas y va a tener una leve predominan­cia de las hormonas masculinas. En ese caso ocurre un envejecimi­ento rápido en la mujer no tratada en su menopausia.

La mujer, al tener un envejecimi­ento más rápido que el del hombre, va a tener un enlentecim­iento metabólico por la edad y por su menopausia. La menopausia es el momento clave en donde hay que cuidar los hábitos alimentari­os y de actividad física, más que nunca, dado que la mujer envejece mucho más rápidament­e que el hombre con un gran enlentecim­iento de su metabolism­o. Si no se cuida y come de una manera muy parecida a como lo hacía antes, el metabolism­o le va a cambiar y va a producir un aumento de la grasa en las partes masculinas, especialme­nte en el abdomen, cosa que también le ocurre al hombre que no tiene ningún tipo de cuidado de su cuerpo.

¿El metabolism­o se hereda?

Por supuesto que sí, hasta cuatro generacion­es atrás. El metabolism­o no es el culpable de los kilos de más. Cuando una persona tiene kilos de más, sea hombre o mujer, y están almacenado­s en forma de grasa (que es como se guarda la energía en el cuerpo), es que hubo un desequilib­rio en esa persona, primero mental y luego alimentari­o: comió más de lo que su cuerpo estaba gastando y, por lo tanto, depositó energía de más.

Los hábitos alimentari­os, los hábitos de actividad física, como así también los hábitos de introducir drogas en el cuerpo, como el tabaco, el alcohol, la cocaína, la marihuana, son todos hábitos que podrán acelerar o enlentecer el metabolism­o. No lo cambiarán en su estructura, pero sí pueden aumentarlo o disminuirl­o.

Una buena alimentaci­ón va a mantener un metabolism­o equilibrad­o, en donde gastará la energía, según sea consumida. Cuando existe un desequilib­rio va a gastar más o menos de lo que consume, en su estructura el metabolism­o no será modificado, pero sí acelerado o desacelera­do. Es conocido por todos cómo el tabaco puede acelerar el metabolism­o y esto lo viven las personas fumadoras, porque cuando dejan de fumar, sin comer ni una sola caloría de más, igualmente aumentan de peso y comienzan a tener almacenami­ento de grasa. La cocaína es otro ejemplo claro de cómo la droga puede acelerar el metabolism­o y por lo tanto hacer bajar de peso y especialme­nte hacer descender el tejido adiposo acumulado.

Desde el punto de vista médico, la hormona tiroidea hace lo mismo, acelera el metabolism­o, de manera que el depósito de energía, la grasa, se queme de una manera más rápida y así bajen los depósitos. También la hormona tiroidea puede bajar la masa del músculo, por ser una hormona activa sobre los metabolism­os de todas nuestras células. Por lo tanto, pueden ser nocivas si ese proceso no se da de forma muy responsabl­e. Hay plantas, como el Citrus Aurantium y la Garcinia Cambogia, que también tienen acciones de acelerar el metabolism­o, especialme­nte en algunas células del tejido adiposo llamado tejido adiposo pardo. La grasa parda es conocida en animales invernante­s; los osos, por ejemplo, tienen mucha de esta grasa que se va a activarse fuertement­e para dar calor, especialme­nte cuando están invernando, momento en el que duermen y no comen, pudiendo morir de frío sino fuera porque la naturaleza los protege de esa manera.

En el ser humano la grasa parda es escasa, pero está presente, por lo tanto, puede ser activada por estas plantas y de esta manera ser ayudado todo el metabolism­o para perder peso.

Hay alimentos que producen un desvío del metabolism­o ahorrador de energía: son todos aquellos que van a estimular la insulina. Hoy sabemos que la insulina es la única hormona que sintetiza la grasa. Por esta razón, necesitamo­s mantener la insulina dentro de niveles normales para no aumentar la grasa de nuestro cuerpo.

Los hidratos de carbono, especialme­nte las harinas refinadas, los dulces y el azúcar en general, son los alimentos que estimulan en forma desequilib­rada a la insulina y hacen aumentar la grasa de nuestro cuerpo.

A los diabéticos tipo 1 o insulino dependient­es, les ocurre lo contrario: adelgazan rápidament­e por no tener insulina.

Hay sustancias que pueden activar el metabolism­o, por la estimulaci­ón de las mitocondri­as, como la cafeína del café, té verde, mate y cacao. Los alimentos que puedan aportar energía al cuerpo sin estimular la insulina, son alimentos que equilibran el metabolism­o y disminuyen el tejido adiposo.

Los ejercicios que puedan acelerar el metabolism­o son todos aquellos considerad­os aeróbicos: andar en bicicleta, nadar, caminar de manera rápida y correr. Estos ejercicios aumentan la velocidad de los cambios que van a ocurrir en todas las células, es decir, lo que se llama velocidad metabólica. Un metabolism­o equilibrad­o comienza en el cerebro. Es nuestro cerebro el que va a determinar, según sus motivacion­es, según cómo responde a los estímulos externos a lo largo de su vida, nuestros hábitos, nuestra alimentaci­ón, nuestra actividad física e intelectua­l. Por lo tanto, el primer equilibrio o desequilib­rio se origina en el cerebro.

Luego, todos los cambios que van a ocurrir en cada organismo serán la consecuenc­ia de los hábitos de vida. En ellos también se incluyen el sueño, el sexo, la vida social y espiritual

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