Desafíos y oportunidades de la nueva vejez
Ya no hablamos más de tercera edad: ahora se vive hasta la cuarta e incluso la quinta edad... En esta nota, dos expertos en gerontología reflexionan acerca de los desafíos y oportunidades de esta nueva vejez, con posibilidades de llegar a los 100 años de vida.
Hace algunos años que se comenzó a hablar de la cuarta y quinta edad, como continuación de tercera edad, sinónimo de la etapa de la vejez. La vejez no es un hecho uniforme ni homogéneo, y dado que suele tener distintos desarrollos según las personas, mejor será que hablemos de “vejeces”.
Estas nuevas etapas se deben, a que muchas personas mayores ya no viven entre 75 y 80 años (como promedio de la esperanza de vida), sino que cada vez es más común que ellas lleguen a los 90 o incluso 100 años.
Las razones de este aumento en la esperanza de vida son varias. Por una parte, se debe a la eliminación de las enfermedades infecto-contagiosas, a las vacunas, a la educación y a la prevención, así como a la atención primaria de la salud y, por otra parte, a los avances científicos y tecnológicos.
Todo esto hace que las personas puedan vivir más años y llegar, en muchos casos, a ser centenarias.
Ahora, esos años de vida que se han sumado generan cambios importantes, tanto desde el punto de vista físico, como psíquico y social, que resulta de suma importancia abordar, para poder encontrar oportunidades y desafíos que procuren una mejor calidad de vida en las personas mayores.
Adaptarse a las necesidades físicas
Una de las características más visibles de este aumento de la esperanza de vida, tiene que ver con el aspecto físico de la salud. Con los años, por más cuidados, prevención y avances técnicos que haya habido, el desgaste físico es ineludible. Y una persona que tiene 95 años no cuenta, generalmente, con la fuerza que tenía a los 75 u 80.
Los estudios sobre factores de riesgo, capacidad funcional y fragilidad de las personas mayores fueron mostrando que
era necesario plantear desde la arquitectura, en forma anticipada, la accesibilidad al medio físico, como forma de asegurar un mejor envejecimiento, procurando disminuir riesgos y mejorar la calidad de vida.
La accesibilidad al medio físico implica la eliminación de las barreras arquitectónicas, urbanísticas, en el transporte y en la comunicación. En el caso de las personas mayores, estos aspectos se ven concretados, cada vez más, en residencias especiales o casas, que facilitan la circulación, con la presencia de pasamanos, pisos anti deslizantes y baños adaptados a sillas de ruedas, entre otros avances.
Oportunidades de una vejez activa
Así como en los últimos tramos de la vida, en lo que mencionamos como cuarta y quinta edad, el cuerpo necesita de ayudas desde el entorno físico para un mejor desenvolvimiento, el aumento de la esperanza de vida trae cambios en el plano psíquico, que presentan desafíos y ofrecen nuevas oportunidades.
Con el aumento de la esperanza de vida se han reconfigurado las expectativas para cada edad. Hoy en día, por ejemplo, una persona de 60 años se encuentra todavía en plenitud. Eso permite que esa etapa, antes asociada a una disminución de la capacidad física, intelectual y laboral, ya no sea así. Por el contrario, muchas personas llegan, a esa edad, a la cima de su vida profesional o intelectual.
En el caso de las abuelas y abuelos, hoy en día se observa que ya no son, como antes, “esclavos”, y en muchos casos se encuentran transitando nuevos desafíos laborales, de capacitación, sociales e incluso de pareja. El tener más años por delante, lógicamente, reconfigura las etapas.
En ese sentido, no sólo los adultos de 60 ó 70, sino que también los 80 ó 90 muestran
-siempre que estén bien de salud- nuevas inquietudes, muchas veces vehiculizadas en nuevas actividades, e incluso la posibilidad de nuevas parejas, con una sexualidad que, aunque sea diferente, aun existe.
Nuevas actividades y grupos
Entre los desafíos de esta etapa, también aparecen temas sociales que se deben enfrentar.
La depresión es la gran enfermedad del siglo XXI, y la existencia de más años de vida, en muchos casos, aparece asociada a encierro y depresión. A los 100 años, hay muchos amigos que ya no están, y aparecen casos en los que los padres deben enfrentar situaciones extremas, como la de enterrar a sus hijos.
En relación a esto, existen en el mundo, y también en Argentina, programas e instituciones que trabajan muy focalizados en la búsqueda de actividades, que permitan que las personas mayores encuentren, tanto desde lo social como desde sus propias capacidades, nuevas relaciones, saberes y hobbies, que los ayuden a transitar la última etapa de su vida con entusiasmo y en forma activa.
Talleres de movimiento y de memoria, músicoterapia, jardinería y herboristería, de cine o de baile, gimnasia terapéutica, juegos, paseos y salidas, son solo algunos ejemplos de las diferentes actividades que, tanto desde una institución como en forma independiente y privada, se ofrecen hoy para las personas mayores.
Hay países, como España y Alemania, que están a la vanguardia en este sentido, contando con una gran cantidad de instituciones, públicas y privadas, que ofrecen marcos adecuados, tanto desde lo arquitectónico como desde la contención y la estimulación, para brindarles una mejor calidad de vida a las personas mayores, estén estos en la tercera, cuarta o, como decimos ahora, quinta edad.
Asesoraron la Psic. Laura Bottini y el Arq. Eduardo Schmunis, especialistas en gerontología, y asesores de Residencia del Arce.