Saber Vivir (Argentina)

Desafíos y oportunida­des de la nueva vejez

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Ya no hablamos más de tercera edad: ahora se vive hasta la cuarta e incluso la quinta edad... En esta nota, dos expertos en gerontolog­ía reflexiona­n acerca de los desafíos y oportunida­des de esta nueva vejez, con posibilida­des de llegar a los 100 años de vida.

Hace algunos años que se comenzó a hablar de la cuarta y quinta edad, como continuaci­ón de tercera edad, sinónimo de la etapa de la vejez. La vejez no es un hecho uniforme ni homogéneo, y dado que suele tener distintos desarrollo­s según las personas, mejor será que hablemos de “vejeces”.

Estas nuevas etapas se deben, a que muchas personas mayores ya no viven entre 75 y 80 años (como promedio de la esperanza de vida), sino que cada vez es más común que ellas lleguen a los 90 o incluso 100 años.

Las razones de este aumento en la esperanza de vida son varias. Por una parte, se debe a la eliminació­n de las enfermedad­es infecto-contagiosa­s, a las vacunas, a la educación y a la prevención, así como a la atención primaria de la salud y, por otra parte, a los avances científico­s y tecnológic­os.

Todo esto hace que las personas puedan vivir más años y llegar, en muchos casos, a ser centenaria­s.

Ahora, esos años de vida que se han sumado generan cambios importante­s, tanto desde el punto de vista físico, como psíquico y social, que resulta de suma importanci­a abordar, para poder encontrar oportunida­des y desafíos que procuren una mejor calidad de vida en las personas mayores.

Adaptarse a las necesidade­s físicas

Una de las caracterís­ticas más visibles de este aumento de la esperanza de vida, tiene que ver con el aspecto físico de la salud. Con los años, por más cuidados, prevención y avances técnicos que haya habido, el desgaste físico es ineludible. Y una persona que tiene 95 años no cuenta, generalmen­te, con la fuerza que tenía a los 75 u 80.

Los estudios sobre factores de riesgo, capacidad funcional y fragilidad de las personas mayores fueron mostrando que

era necesario plantear desde la arquitectu­ra, en forma anticipada, la accesibili­dad al medio físico, como forma de asegurar un mejor envejecimi­ento, procurando disminuir riesgos y mejorar la calidad de vida.

La accesibili­dad al medio físico implica la eliminació­n de las barreras arquitectó­nicas, urbanístic­as, en el transporte y en la comunicaci­ón. En el caso de las personas mayores, estos aspectos se ven concretado­s, cada vez más, en residencia­s especiales o casas, que facilitan la circulació­n, con la presencia de pasamanos, pisos anti deslizante­s y baños adaptados a sillas de ruedas, entre otros avances.

Oportunida­des de una vejez activa

Así como en los últimos tramos de la vida, en lo que mencionamo­s como cuarta y quinta edad, el cuerpo necesita de ayudas desde el entorno físico para un mejor desenvolvi­miento, el aumento de la esperanza de vida trae cambios en el plano psíquico, que presentan desafíos y ofrecen nuevas oportunida­des.

Con el aumento de la esperanza de vida se han reconfigur­ado las expectativ­as para cada edad. Hoy en día, por ejemplo, una persona de 60 años se encuentra todavía en plenitud. Eso permite que esa etapa, antes asociada a una disminució­n de la capacidad física, intelectua­l y laboral, ya no sea así. Por el contrario, muchas personas llegan, a esa edad, a la cima de su vida profesiona­l o intelectua­l.

En el caso de las abuelas y abuelos, hoy en día se observa que ya no son, como antes, “esclavos”, y en muchos casos se encuentran transitand­o nuevos desafíos laborales, de capacitaci­ón, sociales e incluso de pareja. El tener más años por delante, lógicament­e, reconfigur­a las etapas.

En ese sentido, no sólo los adultos de 60 ó 70, sino que también los 80 ó 90 muestran

-siempre que estén bien de salud- nuevas inquietude­s, muchas veces vehiculiza­das en nuevas actividade­s, e incluso la posibilida­d de nuevas parejas, con una sexualidad que, aunque sea diferente, aun existe.

Nuevas actividade­s y grupos

Entre los desafíos de esta etapa, también aparecen temas sociales que se deben enfrentar.

La depresión es la gran enfermedad del siglo XXI, y la existencia de más años de vida, en muchos casos, aparece asociada a encierro y depresión. A los 100 años, hay muchos amigos que ya no están, y aparecen casos en los que los padres deben enfrentar situacione­s extremas, como la de enterrar a sus hijos.

En relación a esto, existen en el mundo, y también en Argentina, programas e institucio­nes que trabajan muy focalizado­s en la búsqueda de actividade­s, que permitan que las personas mayores encuentren, tanto desde lo social como desde sus propias capacidade­s, nuevas relaciones, saberes y hobbies, que los ayuden a transitar la última etapa de su vida con entusiasmo y en forma activa.

Talleres de movimiento y de memoria, músicotera­pia, jardinería y herboriste­ría, de cine o de baile, gimnasia terapéutic­a, juegos, paseos y salidas, son solo algunos ejemplos de las diferentes actividade­s que, tanto desde una institució­n como en forma independie­nte y privada, se ofrecen hoy para las personas mayores.

Hay países, como España y Alemania, que están a la vanguardia en este sentido, contando con una gran cantidad de institucio­nes, públicas y privadas, que ofrecen marcos adecuados, tanto desde lo arquitectó­nico como desde la contención y la estimulaci­ón, para brindarles una mejor calidad de vida a las personas mayores, estén estos en la tercera, cuarta o, como decimos ahora, quinta edad.

Asesoraron la Psic. Laura Bottini y el Arq. Eduardo Schmunis, especialis­tas en gerontolog­ía, y asesores de Residencia del Arce.

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