Consejos para que la rutina no apague al amor
Toda relación de pareja es compleja, por ser dos personas diferentes que se unen para vivir juntos. Con los años, el trabajo, los hijos y las obligaciones diarias, es probable que surjan discusiones y roces que atenten contra la unión.
Generalmente las relaciones de pareja comienzan como historias maravillosas, en las que todo parece ser color de rosa, pero con el tiempo, la rutina y las pequeñas dificultades diarias pueden deteriorar esa unión.
Al comienzo, cuando se conoce a alguien que atrae, se ponen en juego todas las técnicas de seducción posibles, con el objetivo de conquistar a la persona elegida. Si se concreta, comienza una relación en la cual, durante el primer tiempo, se cuida cada detalle, se escuchan las necesidades y gustos del otro, y se consolida el amor, lo cual potencia el vínculo, lo nutre y crecen los deseos de vivir juntos para toda la vida.
No obstante, cuando la rutina (acompañada de las exigencias laborales, los hijos y las obligaciones de la casa) se instala en una pareja, la destroza. Si bien se necesita de cierta “cuota de rutina” para organizar el día a día, si no hay sorpresas de vez en cuando, es probable que el amor resulte herido. Y aquí cabe la famosa metáfora de la planta: si no se riega, se muere. Con la pareja ocurre lo
mismo. Dicen que la rutina mata al amor, pero el verdadero amor mata a la rutina.
Dos mundos diferentes
Vivir una relación amorosa es una de las experiencias más ricas y complejas. La pareja resulta de la unión de dos personas que se encuentran en una situación de intimidad única. Dicho de otro modo: dos mundos que se descubren.
Pero cada uno tiene una historia personal y familiar, una educación distinta, determinadas costumbres, un modo de ver el mundo y ciertas experiencias vitales que lo hacen único. Y eso implica una gran complejidad y diversidad, un verdadero desafío. Entonces, cuando dos personas se relacionan, se vinculan dos mundos, dos maneras distintas de ver y valorar la vida.
Si bien se trata de un fenómeno humano riquísimo, implica también el riesgo que en algún momento surjan problemas, para los cuales es mejor estar preparados.
Se sabe que la costumbre y la pasión no se llevan bien. Estimular el deseo en la pareja significa renovarse, asumir riesgos y animarse a buscar “eso” que tanto placer genera. Lugares originales, horarios distintos y mucha imaginación serán los aliados al momento de recuperar la pasión. Por ende, el cambio y el desafío dependen de la pareja y de sus ganas de recuperar la magia que en algún momento la unió. Porque es precisamente la pareja la que, poco a poco, quita condimentos a los encuentros, la que se deja estar, la que hace que todo se vuelva monótono y mate la pasión. mantener una comunicación verbal o no verbal sólida, fluida y positiva con el otro. Buscar su mirada al hablar, mantener una postura corporal de atención, dar besos y abrazos, son herramientas esenciales para una buena comunicación. Decir “te quiero”, compartir las anécdotas del día, escuchar, interesarse por la otra persona, compartir sueños, planes y proyectos, son elementos vitales para una pareja.
• Respeto. Si bien la comunicación es importante, también se debe respetar la ideología política, religiosa o filosofía de vida del compañero/a. Los reproches porque el otro cree o piensa diferente, son una grieta por donde el amor se escapa rápidamente.
• Independencia. Cada uno debe mantener su espacio a pesar de ser una pareja. Este espacio mental, espiritual y físico sirve para renovar las ganas de estar con el otro. Extrañarlo es un ejercicio saludable, en dosis pequeñas. En este sentido, la independencia mantiene una unión “invisible” entre ambos. Este gesto de “dar el lugar” se rela--
De vez en cuando, se aconseja sumar a la pareja una sana cuota de riesgo, por ejemplo, celar para reactivar el interés y, en consecuencia, reavivar las relaciones sexuales.