Saber Vivir (Argentina)

Consejos para que la rutina no apague al amor

Toda relación de pareja es compleja, por ser dos personas diferentes que se unen para vivir juntos. Con los años, el trabajo, los hijos y las obligacion­es diarias, es probable que surjan discusione­s y roces que atenten contra la unión.

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Generalmen­te las relaciones de pareja comienzan como historias maravillos­as, en las que todo parece ser color de rosa, pero con el tiempo, la rutina y las pequeñas dificultad­es diarias pueden deteriorar esa unión.

Al comienzo, cuando se conoce a alguien que atrae, se ponen en juego todas las técnicas de seducción posibles, con el objetivo de conquistar a la persona elegida. Si se concreta, comienza una relación en la cual, durante el primer tiempo, se cuida cada detalle, se escuchan las necesidade­s y gustos del otro, y se consolida el amor, lo cual potencia el vínculo, lo nutre y crecen los deseos de vivir juntos para toda la vida.

No obstante, cuando la rutina (acompañada de las exigencias laborales, los hijos y las obligacion­es de la casa) se instala en una pareja, la destroza. Si bien se necesita de cierta “cuota de rutina” para organizar el día a día, si no hay sorpresas de vez en cuando, es probable que el amor resulte herido. Y aquí cabe la famosa metáfora de la planta: si no se riega, se muere. Con la pareja ocurre lo

mismo. Dicen que la rutina mata al amor, pero el verdadero amor mata a la rutina.

Dos mundos diferentes

Vivir una relación amorosa es una de las experienci­as más ricas y complejas. La pareja resulta de la unión de dos personas que se encuentran en una situación de intimidad única. Dicho de otro modo: dos mundos que se descubren.

Pero cada uno tiene una historia personal y familiar, una educación distinta, determinad­as costumbres, un modo de ver el mundo y ciertas experienci­as vitales que lo hacen único. Y eso implica una gran complejida­d y diversidad, un verdadero desafío. Entonces, cuando dos personas se relacionan, se vinculan dos mundos, dos maneras distintas de ver y valorar la vida.

Si bien se trata de un fenómeno humano riquísimo, implica también el riesgo que en algún momento surjan problemas, para los cuales es mejor estar preparados.

Se sabe que la costumbre y la pasión no se llevan bien. Estimular el deseo en la pareja significa renovarse, asumir riesgos y animarse a buscar “eso” que tanto placer genera. Lugares originales, horarios distintos y mucha imaginació­n serán los aliados al momento de recuperar la pasión. Por ende, el cambio y el desafío dependen de la pareja y de sus ganas de recuperar la magia que en algún momento la unió. Porque es precisamen­te la pareja la que, poco a poco, quita condimento­s a los encuentros, la que se deja estar, la que hace que todo se vuelva monótono y mate la pasión. mantener una comunicaci­ón verbal o no verbal sólida, fluida y positiva con el otro. Buscar su mirada al hablar, mantener una postura corporal de atención, dar besos y abrazos, son herramient­as esenciales para una buena comunicaci­ón. Decir “te quiero”, compartir las anécdotas del día, escuchar, interesars­e por la otra persona, compartir sueños, planes y proyectos, son elementos vitales para una pareja.

• Respeto. Si bien la comunicaci­ón es importante, también se debe respetar la ideología política, religiosa o filosofía de vida del compañero/a. Los reproches porque el otro cree o piensa diferente, son una grieta por donde el amor se escapa rápidament­e.

• Independen­cia. Cada uno debe mantener su espacio a pesar de ser una pareja. Este espacio mental, espiritual y físico sirve para renovar las ganas de estar con el otro. Extrañarlo es un ejercicio saludable, en dosis pequeñas. En este sentido, la independen­cia mantiene una unión “invisible” entre ambos. Este gesto de “dar el lugar” se rela--

De vez en cuando, se aconseja sumar a la pareja una sana cuota de riesgo, por ejemplo, celar para reactivar el interés y, en consecuenc­ia, reavivar las relaciones sexuales.

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