SANDRO RESPIRA EN EL LIBRO DE SU VIUDA
Cada vez que un ídolo popular muere, alguien de su entorno se ocupa, tarde o temprano, de inmortalizarlo con un libro. Y Olga Garaventa (57) no es la excepción. La viuda de Roberto Sánchez acaba de lanzar “Sandro íntimo”, en el que se ocupa no sólo de contar su increíble historia de amor con el genial artista, fallecido el 4 de enero de 2010, sino de relatar anécdotas desconocidas de ese hombre que supo ganarle el corazón a todos los argentinos, sin distinción de sexo, edad, credo o gustos musicales. Porque a Sandro lo quieren (así, en presente) todos por igual.
Antes de presentar su obra en la Feria del Libro, junto a las "nenas" de Sandro, de fondo suena la canción "Fuego contra fuego" que comienza con la frase que “el Gitano” le dijo a Olga el día que le declaró su amor, en marzo de 2004 (ver recuadro). Garaventa
Olga Garaventa presentó "Sandro íntimo" rodeada por un grupo de las "nenas" del cantante, fallecido en enero de 2010. Así lo vio y lo recuerda quien estuvo a su lado los últimos cinco años de su vida y fue su única esposa.
hace un recorrido por los días en que conoció a Roberto, su vida en la mansión de Banfield, los problemas que tuvo por no saber cocinar, cómo lo incentivó para salir de su casa, su amor por el arte y su enfermedad. Y la emoción aflora al recordar aquel día en que Roberto volvió a meterse a la pileta de natación de su casa, la tarde que volvió a manejar un ratito, o cuando intentó huir del Instituto del Diagnóstico mientras esperaba el trasplante. "Uno trataba de ponerle buena onda a su problema de salud. Sabíamos que la única manera de entrar en lista de emergencia nacional para el trasplante era la internación. Allí descubrió internet. La habitación 319 se convirtió en una boite con música de nuestro tiempo. Eran las dos de la mañana y él escuchaba música por internet, un loco”, dice la misma Olga que a los 15 años, sin siquiera conocer al ya famoso Sandro de América y sin ser ni por asomo su fan, entró en su fiesta de 15 con la canción "Una muchacha y una guitarra". “Siempre decíamos con Roberto: ‘¿ será que en otra vida fuimos algo, tuvimos que separarnos y ahora nos volvimos a encontrar para vivir el fi nal de nuestra historia?”, recuerda Olga en el libro del que aquí transcribimos una de las tantas historias de Roberto, que tuvo lugar tras un alta, después de un susto. El día que fue al súper “Cuando subimos al auto Roberto nos miró – a mi hijo Pablo y a mí- y nos preguntó: – ¿Antes de ir a casa podemos dar una vuelta por el Barrio Chino?
Obviamente dijimos que sí. Él conocía la zona a la perfección porque antes solía ir a cenar a los restaurantes de la calle Arribeños. Al llegar a Blanco Encalada le pidió a mi hijo que estacionara. Sorpresivamente, se bajó. – Quiero ir al mercado chino a comprar yo – nos dijo–. Y se metió adentro de un supermercado. Lo seguimos. Agarró un changuito y empezó a hacer las compras como si estuviera acostumbrado. Tenía unos lentes grandes y oscuros, un llamativo pulóver de hilo amarillo y un pantalón negro. La gente lo miraba como di-
“Sentada en el comedor diario de nuestra casa siento que él me sigue acompañando".
ciendo: ‘¿ es o no es?’
En cuestión de segundos revolucionó el mercado, al minuto teníamos una procesión “oriental” siguiéndolo por las góndolas. Mi hijo y yo parecíamos “su custodia”. Fue una situación muy divertida, que duró un rato largo porque hasta que no llenó el changuito no se detuvo. Tuvo que pa-
gar Pablo, porque Roberto lo miró y le dijo: ‘¡ya sabés que los ídolos no tocan plata!' ¡Y ni siquiera amagó sacar su billetera! Cuando nos íbamos, una señora se animó a preguntarle: 'Roberto, ¿sos vos? ¿No estabas internado?'
–¡ Pero ya no estoy más! ¿ No me ves? – se bajó los lentes de sol, le mostró sus ojos negros, le sonrió, le dio un beso y se subió al auto sin darle tiempo a sacar una foto–.
Esa tarde vivió una de las alegrías más grandes. Ni él podía creer que hubiera hecho las compras y que la gente – un poco por la duda de no saber si era o no y otro poco por respeto– lo hubiera dejado comprar tranquilo.
(…) Además, hizo unas compras excelentes, porque como sabía comer bien, tenía sentido común para todo lo relacionado con la cocina. A la noche, estábamos mirando canal 13 y en el noticiero titularon: “Sandro de compras en el Barrio Chino”. Les había avisado una persona que lo vio, pero cuando los periodistas llegaron ya nos habíamos ido. Igual, en ‘Telenoche’ hicieron todo un informe desde el supermercado.
–¡ Era sabido que alguien nos iba a delatar! – me dijo riéndose mientras escuchaba la noticia– (…)”