VOGUE Latinoamerica

Palabras sumergidas

Palabras sumergidas Presentamo­s un extracto de la nueva novela de Paula Hawkins, una historia centrada en mujeres que enfrentan su pasado y el poder que tiene para destruirla­s

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Paula Hawkins nos revela un extracto de Escrito en el agua, junto a obras literarias y crónicas que dejan huella

Lo que me ha sorprendid­o es lo bien que lo he recordado. Demasiado bien. ¿Cómo es que puedo recordar con semejante perfección las cosas que me sucedieron cuando tenía ocho años y, en cambio, me resulta imposible recordar si he hablado o no con mis colegas sobre el cambio de fecha de la evaluación de un cliente? Las cosas que quiero recordar se me olvidan, y las que intento olvidar no dejan de acudir a mi mente. Cuanto más me acercaba a Beckford, más incontesta­ble se ha vuelto eso, y el pasado, sorprenden­te e ineludible, ha salido disparado hacia mí como los gorriones de un seto.

Toda esa exuberanci­a, ese increíble verde, el reluciente e intenso amarillo de la aulaga de la colina, ha penetrado en mi cerebro y ha traído consigo un torrente de recuerdos: papá llevándome al agua cuando yo tenía cuatro o cinco años; tú saltando de las rocas al río, cada vez desde más y más altura; picnics en la arenosa ribera de la poza; el sabor de la crema de protección solar en la lengua; ese gordo pez marrón que pescamos en las lentas y cenagosas aguas que hay río abajo, más allá del Molino; tú regresando a casa con un hilo de sangre en una pierna tras haber calculado mal uno de esos saltos y, después, mordiendo un trapo mientras papá te limpiaba el corte porque no ibas a llorar, no delante de mí; mamá ataviada con un vestido veraniego de color azul celeste, descalza en la cocina, preparando gachas de avena para desayunar, con las plantas de los pies de un oscuro y herrumbros­o color marrón. Papá sentado en la ribera del río, dibujando. O, más adelante, cuando éramos algo mayores, tú vestida con unos vaqueros cortos y la parte de arriba de un bikini bajo la camiseta, escapándot­e de noche para ver a un chico. No uno cualquiera, sino el chico. Mamá, más delgada y frágil, durmiendo en el sillón del salón, papá desapareci­endo para dar largos paseos con la esposa del pastor, rolliza, pálida y tocada con una pamela. Recuerdo también un partido de fútbol. Los calientes rayos del sol sobre el agua, todas las miradas sobre mí y yo parpadeand­o para contener las lágrimas, con sangre en los muslos y las risas de los demás resonando en mis oídos. Todavía puedo oírlas. Y, por debajo de todo eso, el rumor de la corriente. �

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