MESA COMPARTIDA
Los supper clubs vienen en gran variedad de formatos y... ¡Para todos los gustos! La constante: el deseo de experimentar sabor
Mucho se ha debatido sobre la tendencia de los supper clubs de los noventa cuando a cada instante hacen su aparición y amenazan como la nueva tendencia del momento. Surgieron por la época de Smallworld, en la que la membresía era solo posible por recomendaciones —con accesos que ni se compraban ni se vendían—. De ahí nacieron muchas ideas de espacios colectivos para conocer personas afines bajo la premisa de la exclusividad, pero con un acceso menos restringido. Gaeleen Quinn, cofundadora del Bogota Wine & Food Festival y creadora de Q&A, firma de consultoría especializada en gastronomía, cuenta cómo hay un resurgir de festivales gastronómicos y cenas temáticas por regiones o mensajes que se desarrollan según perfiles específicos. Este es el caso de los eventos especiales alrededor de Quintessentially en las principales capitales, que usan su data como insumo para crear contenidos memorables. A nivel gastronómico y como respuesta a un público cada vez más interesado en la experimentación, lo regional y lo gourmet, también han surgido muchos festivales como Mistura en Lima, Masticar en Buenos Aires o el Bogota Wine & Food en Colombia. Para Gaeleen, la magia del concepto actual está en la flexibilidad, no hay que comprometerse y se vale probar. Bread + Butter en Buenos Aires opera los lunes desde una locación misteriosa como un club de cenas itinerante nunca visto en esta ciudad un poco conservadora a la hora de comer. “La idea es proponer un elemento de sorpresa —tanto en la comida como en la locación— oferta fine dining en un entorno poco ortodoxo y relajado, cenas íntimas con menús de degustación de no más de 18 personas cada lunes. Haciendo una reserva el comensal solo se entera de la locación unas 48 horas antes y no sabe qué va a comer”, afirma Vanessa Bell, una de las creadoras, al lado del Chef Isidoro Dillon.
Para Liliana López, periodista colombiana especializada en gastronomía y viajes, los supper clubs y los pop ups no han pasado de moda. Sin embargo, ella es enfática en reconocer que solo sobrevivirán si el espacio donde se realizan es especial, tiene algo particular o algo que sorprenda. “Si el espacio no es entrañable, la comida entonces debe resaltar por encima de todo. Aquí no solo se trata de vivir en la casa de alguien, también la comida tiene que ser especial. Tiene que haber diferenciación y siempre sazón. Me gusta Castro Cocina en Bogotá”.
La food stylist/taste maker Mariana Velásquez opina que “los supper clubs son muy válidos porque como formato le permiten a los chefs jóvenes experimentar ante una audiencia cautiva con un interés gastronómico contundente. Por otro lado, observo que los supper clubs crean comunidad, el ritual de la mesa y el compartir pan con desconocidos se vuelve toda una experiencia.”
El Club Tengo Hambre es un grupo itinerante que explora la comida, el vino y la cerveza artesanal de Baja California, Ciudad de México y Los Ángeles, California. Sus creadores, Bill Esparza, Jason Thomas Fritz y Antonio y Kristin Díaz de Sandi fueron las primeras voces del movimiento gastronómico en Baja California. Ellos deci-
dieron hacían darleen sus vida propiasa las recomendacionesredes sociales. Club que Tengo Hambre no es una empresa de tours, sino un roving supper club donde se celebra el aspecto social que gira alrededor de la comida, el vino y la cerveza. Es como cuando un amigo te enseña su propia ciudad y te muestra dónde bebe y come la gente local.
Así el menú es diverso, el contexto puede ser misterioso, con posibilidades infinitas de crear sueños de muchos sabores y colores en formatos muy diversos para cada gusto sin perder lo esencial que es el compartir alrededor de una mesa. —Marcella Echavarria