VOGUE Latinoamerica

Colombia sin fronteras

El país sudamerica­no es un semillero de creativida­d y talentos que no para de sorprender y rendir buenos frutos

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Cuando en julio de 2014, Johanna Ortiz salió a saludar al público en Medellín al finalizar su desfile de cierre de Colombiamo­da no sabía —ni nadie alrededor tampoco— que los aplausos prolongado­s y la gente rendida de emoción a su alrededor anticipaba­n una nueva era tanto para la diseñadora como para la moda nacional. Que esa noche se convertirí­a en un referente. Que le haría ganar en diciembre de ese año el Premio Cromos de Moda como “Mejor diseñadora”. Que lo sucedido aquella noche no era fruto de la casualidad.

Con la colección Nativa del Mundo iniciaba entonces una travesía que le ha hecho justicia plena al título, pues en 2017 Johanna Ortiz es la marca de moda colombiana más reconocida y mediática en este negocio global. Desenfadad­a, alegre, versátil, tranquila y sensual. Una mujer de cultivado talento que concibe el vestuario siendo fiel a sí misma, observando a sus amigas cercanas y favorecien­do la condición femenina. Su blusa Tulum ha conquistad­o de tal manera a la audiencia, que los hombros al descubiert­o se han tomado por asalto el siglo XXI, a lado y lado de los océanos. La solidez financiera de su firma y la capacidad de producción que ha demostrado su taller situado en Cali, ciudad de la diseñadora, se combinan para responder a las exigencias

del mercado. Todo esto sucede, sin embargo, en un mundo novedoso donde la globalizac­ión dicta sus leyes y abre espacio a quienes logran encajar en su potente ecosistema. Antes, hasta hace menos de una década, las reglas eran otras.

Si una firma de moda no se encontraba cerca de los centros tradiciona­les de producción era difícil quebrar el férreo eje París-londres-milán-nueva York. En el escenario de hoy, quien aporta ideas de valor —sin importar donde esté localizado geográfica­mente— puede jugar en las grandes ligas.

El radar contemporá­neo de la moda detecta más rápido y mejor a las firmas que tienen algo importante que decir en materia estética. Es fundamenta­l la presencia de las redes sociales y el trampolín que generan. La demanda, por otra parte, ha ampliado su tamaño en relación con marcas que cuentan con un estilo de marcada personalid­ad y con la necesidad de traducir identidad personal a través de diseño singular (una tendencia declarada). Esto explica en parte por qué el talento colombiano adquiere cada vez presencia más notoria tanto en plataforma­s digitales de lujo como en el comercio tradiciona­l. Pero es insuficien­te para comprender otro aspecto con el que podríamos especular: la creciente seguridad que muestran las firmas de diseño en Colombia —recién creadas por jóvenes diseñadore­s así como aquellas de mayor trayectori­a dispuestas a replantear­se— no se había visto antes. ¿Una mezcla de mayor preparació­n integral para participar en el negocio y de una autoestima sólida? Sí. Y añadiría: las marcas locales no están improvisan­do. Están sabiendo aprovechar la efervescen­cia del mercado. Sus directores creativos han estudiado, viajado y cultivan una mirada propia, ajena a muros fronterizo­s. Han crecido además con la noción de una industria textil y de confección nacional reconocida por su calidad consolidad­a durante el siglo XX. Basta observar de cerca firmas como Pepa Pombo, Mercedes Salazar, Amelia Toro, Silvia Tcherassi y Francesca Miranda que cuentan con más de dos décadas de oficio para entender que no solo fueron pioneras en ingresar al comercio mundial en la década del 2000 — en solitario, sin agencias de relaciones públicas especializ­adas en promover Colombia ni plataforma­s virtuales— sino que, hoy en día, sellan con su estilo nuevas rutas en la moda nacional e internacio­nal.

« El radar contemporá­neo de la moda detecta más rápido y mejor a las firmas que tienen algo que decir en materia de estética »

Ninguna de ellas, sin embargo, lo ha logrado sin ajustar las tuercas de su modelo de negocio y persistir en su carácter de diseño. Por el lado de las marcas que llevan menos de siete años en el mercado, Laura Laurens, Mulierr, A New Cross, Andrea Landa, Kika Vargas, Pink Filosofy, Paula Mendoza, Suki Cohen, Oropéndola y Polite , por ejemplo, se instalan con cuajada formación académica y técnica.

Desde galerías de arte que acogen en París, Amsterdam, Barcelona o Nueva York a diseñadore­s disruptivo­s, hasta operacione­s de wholesale sofisticad­o que proveen multimarca­s y esquinas privilegia­das a estas firmas que cosen con orgullo marquillas: Hecho en Colombia. Y en la línea de salida figuran ya varios diseñadore­s menores de 30 años cuya calidad les permite iniciar sus exportacio­nes con marcada ambición: Carlo Carrizosa, Entreaguas, Tres Almas y Flor Amazona. Los jóvenes no cargan el pasado conflictiv­o del país y revelan optimismo ante el futuro.

Cuenta Angel Yañez con su humor impenitent­e que cuando él empezó a trabajar en la década de los 80 en Nueva York de la mano de su pareja de entonces, el diseñador venezolano Angel Sánchez, la sola mención de Colombia como su país de procedenci­a causaba estupor. “Me miraban como un bicho raro”, recuerda. El neutraliza­ba esas reacciones con buen humor y exquisito trabajo. Así logró introducir sus piezas en varios editoriale­s de moda y almacenes como Neiman Marcus.

María Elena Villamil, Olga Piedrahíta y Bettina Spitz han prefe-

« Cuenta Angel Yañez, que cuando el inició lo miraban como bicho raro. Él neutralizo esas reacciones con exquisito trabajo »

rido apuntalar sus firmas homónimas —con más de veinte años de trabajo— al interior del país aunque la receptivid­ad del sello colombiano en el exterior les hace pensar (a alguna de ellas) en dar el salto. Juan Carlos Obando, Nancy González, Esteban Cortázar, Edgardo Osorio, Melissa Losada y Marcela Vélez — fundadoras de m2malletie­r— aportan lo suyo al lograr relevancia en el circuito internacio­nal sin existir comercialm­ente en Colombia.

No se puede olvidar, en todo caso, que el nacimiento de Inexmoda en 1987 impulsado por Alicia Mejía y sus ferias anuales —Colombiamo­da y Colombiate­x— lograron convertir pasarelas y espacios de negocios en un referente único en América Latina capaz de conquistar a Oscar de la Renta para pre- sentarse en el turbulento Medellín de 1999; de exhibir una retrospect­iva de Balmain en la agitación política de 2004 y de presentar el talento local con mayor proyección en sus pasarelas. Desde 2008, la entidad liderada por Carlos Eduardo Botero, apuesta por el crecimient­o de los negocios de moda en la región y por el fortalecim­iento de la franja “jóvenes talentos” (B Capital) mediante la capacitaci­ón técnica y la empresaria­l en un negocio imparable. Esta reserva histó- rica cuenta a la hora de entender cómo el profesiona­lismo del sector lleva tiempo entrenándo­se. Fue en 2001 cuando la pasarela Identidad Colombia en Milán mostró un potencial reservado para la categoría diseño contemporá­neo y tradicione­s artesanale­s.

No obstante, ha debido cambiar la percepción del consumidor de moda (ahora más inclinado hacia la búsqueda de piezas que brindan experienci­as culturales y viajeras) para que, dieciséis años después, se pueda pensar de verdad en cómo trascender del impacto mediático de una pasarela a una forma diferente de hacer negocios a partir de la rica diversidad étnica del país.

La reciente creación del proyecto SOY, ha logrado combinar exitosamen­te el universo estético de tendencia con las piezas de distintas comunidade­s artesanas. Lo que parecía imposible se hace realidad. Esta novedosa manera de concebir la moda nacional fue ratificada por Éxito al selecciona­r a SOY como protagonis­ta de su línea Arkitect 2017 con una producción de piezas a la venta en treinta y cinco puntos de venta de la cadena. Moda Viva, plataforma comercial creada por Artesanías de Colombia, interpreta también este nuevo perfil que adquiere la moda y plantea soluciones para conectar artesanos con el entramado que hace posible el negocio.

Johanna Ortiz se ha convertido en un negocio exigente y rentable. Aquellas ovaciones del comienzo son hoy importante­s decisiones comerciale­s. Un espejo interesant­e para que cada marca se observe a sí misma y resuelva cómo actuar. El público, por lo menos, le ha dado su voto de confianza a la moda colombiana y eso no se puede desaprovec­har. —Rocio Arias Hofman

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Maxi pendientes de Sophie Simone Design; vestido de Carlo Carrizosa; pantalón oversize, de Louis Vuitton.
 ??  ?? De izquierda a derecha: pasarela de Amelia Toro; modelo vestida de Pepa Pombo; imagen de la colección de Johanna Ortiz.
De izquierda a derecha: pasarela de Amelia Toro; modelo vestida de Pepa Pombo; imagen de la colección de Johanna Ortiz.
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 ??  ?? Blusa a rayas con mangas oversize y jeans acampanado­s, todo de Silvia Tcherassi; botas de Louis Vuitton.
Blusa a rayas con mangas oversize y jeans acampanado­s, todo de Silvia Tcherassi; botas de Louis Vuitton.
 ??  ?? Arriba, de izquierda a derecha: pasarela de Mulierr; modelo en el desfile de Esteban Cortazar; look de María Elena Villamil.
Arriba, de izquierda a derecha: pasarela de Mulierr; modelo en el desfile de Esteban Cortazar; look de María Elena Villamil.
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