CRUZADA Basta
Moda sostenible, la de una generación La revolución del pensamiento encabezada por los millennials, ha hecho sentir sus efectos en la cambiante industria de la moda. Un proceso de reinvención ha comenzado a gestarse... ¡Hoy!
escribir las palabras millennial y sostenibilidad en el campo de búsquedas de Google para dar con encabezados que evidencian la preocupación de toda una generación por temas que los afectan como consumidores y sociedad. No es que el adjetivo sostenible se haya incorporado recientemente al lenguaje diario, sin embargo, queda claro que este segmento de la población encuentra un nuevo lujo en lo que algunas agencias de monitoreo de tendencias han bautizado como “consumo libre de culpa”. De hecho, desde hace ya varios años, organizaciones como Nielsen han señalado que las marcas que forjen una reputación de respeto al medio ambiente entre los consumidores jóvenes de la actualidad tienen mayores posibilidades de incrementar su participación de mercado y generar lealtad entre quienes tomarán las decisiones de compra el día de mañana. Son ellos quienes en su frenética búsqueda de soluciones han abrazado causas de grupos como el Natural Resources Defense Council, Greenpeace y Fashion Revolution para crear conciencia respecto a problemas derivados de la industria textil como el uso de químicos nocivos, la contaminación del agua, las precarias condiciones de muchos de sus trabajadores, el aumento de los niveles de desechos y la necesidad de transparencia en sus cadenas productivas y comerciales. Simultáneamente, han entrado a esta arena jugadores como Eco-age, una consultora creada por Livia Firth, que desarrolla soluciones a medida para negocios que desean adoptar prácticas más éticas y sostenibles. A lo anterior debe sumarse la labor de difusión y sensibilización realizada por foros como el Costa Rica Fashion Summit, que en agosto de este año celebró su primera edición bajo la dirección de Andrea Somma —su CEO y fundadora—, consolidándose como el primero de su tipo en la región y siguiendo los pasos de plataformas como el Copenhagen Fashion Summit. El dominio del tema, lleva a Somma a sostener que los amantes de la moda deben trabajar para procurar una industria que sea viable a largo plazo y asegura que “una de las cosas más importantes es entender que debe replantearse sus principios de funcionamiento, porque de no hacerlo corre el riesgo del colapso”. Desde luego, los cambios deben ser graduales y es importante saber por dónde comenzar. “El primer paso es crear conciencia respecto al impacto ambiental y social de la industria de la moda, pero también es importante presentar maneras en que los consumidores podemos reducirlo. Nuestra responsabilidad es comprar inteligentemente, saber cuáles son los materiales que son más contaminantes y apostar por marcas afines a nuestras convicciones”, explica. Si se parte de la idea de que la industria de la moda no es distinta a otras en términos de responsabilidad social y ambiental, resulta sorprendente que en este punto de la historia sean pocas las marcas que hayan implementado acciones concretas de sostenibilidad y transparencia.
Hace un par de años, la diseñadora Stella Mccartney, quien ha establecido un precedente con la decisión de no emplear cuero y pieles en los diseños de su marca homónima, lanzada en 2001, aseguró a Amed Imran, fundador y editor en jefe de The Business of Fashion, que siendo un negocio que genera tanto dinero, la moda cambiaría sus esquemas de operación únicamente si fuera obligada a ello. Esta premisa parte de que el estatus y rango de precios de muchas firmas de lujo están arraigados en su historia y en métodos de producción tradicionales y artesanales que se han conservado con el paso de los años. “Se supone que la industria de la moda debería ser moderna y en ocasiones la considero obsoleta. Me parece un tanto medieval que aún esté fundamentada en la matanza de cientos de miles de animales para obtener cuero y pieles cada año, que no se haga responsable de los químicos y la contaminación del agua que su producción conlleva, la crueldad que implica y el desgaste que ocasiona a la tierra. No es una perspectiva moderna para ningún tipo de industria”, aseguró. ¿Cuál es la relación del lujo con la sostenibilidad? Desde la perspectiva de Somma, “los productos respetuosos con el medio ambiente y éticos están instaurados actualmente en los estratos más altos de la pirámide de consumo. Sin embargo, de la misma manera que ha ocurrido con fenómenos como la comida orgánica, irán permeando hacia abajo”. Lo que es un hecho es que tanto en la high fashion como en la fast fashion existen buenas prácticas que no dependen del precio de las prendas, sino de un compromiso con el planeta y los compradores. Entre las críticas, datos y estadísticas apocalípticas no todo está perdido; el acceso a la información se alza como la principal fuente de esperanza, pues solo quienes se vuelven conscientes de cómo sus decisiones impactan la vida sobre el planeta son capaces de tomar cartas en el asunto. “El poder de compra es la principal arma de los consumidores.
Cada uno decide en qué marca invierte su dinero y el tener información acerca de las más éticas, las más sostenibles y las más transparentes, conduciendo a mejores hábitos”, asegura Yves Molet, coordinador de las iniciativas de Fashion Revolution en México. En este contexto, propuestas como las de Mccartney adquieren más relevancia, pero también las de marcas como H&M, que con su línea Conscious y su programa de recolección de prendas promueve el reciclaje; Nudie Jeans, marca escandinava que emplea algodón 100 por ciento orgánico en sus prendas de mezclilla, asegurándose de pagar salarios justos en cada eslabón de la cadena productiva, reciclando y revendiendo prendas de segunda mano; Patagonia, que, entre otras cosas, ofrece a los clientes realizar reparaciones a sus prendas de la marca para prolongar su vida útil; Bleed, firma alemana que no emplea materias primas de origen animal; Edun, fundada en 2005 por Ali Hewson, esposa de Bono, que trabaja con artesanos, artistas y comunidades africanas para asegurarles condiciones dignas de trabajo y difusión a sus creaciones; FEED, proyecto iniciado por Lauren Bush que lucha contra el hambre infantil a través de la venta de prendas y accesorios éticamente manufacturados alrededor del mundo. Afortunadamente, la lista sigue creciendo con proyectos —unos de reciente creación y otros ligados a firmas con un innegable respaldo histórico— provenientes de los cinco continentes. Conforme estas iniciativas han demostrado que es posible fabricar productos que minimizan su impacto ambiental, que contribuyen a mejorar las condiciones de sus trabajadores y que generan márgenes de utilidad saludables, se han desarticulado paradigmas del sistema de la moda y presentado escenarios más optimistas. Lo innegable es que estos últimos se volverán realidad solo si otras deciden sumarse a la causa y si los compradores se hacen responsables de sus decisiones. Lo que permanece inmutable es la premisa máxima de la moda de lujo: crear artículos de calidad tal que puedan pasar de una generación a otra y que tengan una vida útil que, incluso, supere la de sus propietarios. La expresión personal del estilo a través de la moda y el bienestar del planeta y sus habitantes comienzan a reconciliar sus diferencias. Los fashionistas responsables y éticos comienzan a recibir respuesta a sus reclamos de bienestar tanto personal como planetario. Salir de compras y, después, dormir con la tranquilidad que da saber que sus adquisiciones ayudan a cuidar el planeta y de los otros es más y más una realidad. —Pedro Aguilar