VOGUE Latinoamerica

—LA TRADICIÓN ERÓTICA PRESUPONE UN ELEVADO NIVEL DE CIVILIZACI­ÓN, CONFIRMA MARIO VARGAS LLOSA—

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en donde las represione­s, según su expresión, son las mejores formas de la vida cotidiana, y comenzó su carrera desde muy joven cuando Naomi Wilzig lo convirtió en su fotógrafo y asistente mientras recorría el mundo con un cartel colgado al cuello que decía “estoy buscando arte erótico”. Con el paso de los años, Wilzig logró crear una de las coleccione­s de arte erótico más importante­s del mundo, haciéndose merecedora de condecorac­iones de la ciudad de Miami y de las sociedades médicas de educación sexual de Estados Unidos.

Marilyn Monroe da la bienvenida con una fotografía tomada en 1949, cuando tenía 23 años y no era la gran estrella que todos amamos, y aceptó posar desnuda para el fotógrafo Tom Kelley por la cantidad de 50 dólares para cubrir en esa época sus caprichos. Para conocer y admirar el museo se necesitan por lo menos tres horas, cada quien a su aire y siempre acompañado de un guía que ponga calor a las historias que entrañan todas las piezas, como la enorme cama de madera que el alemán Dieter Sporleder fabricó a mano, tallando 161 imágenes del Kamasutra que se llevaron muchos años de su vida, y tal fue su pasión que su esposa se divorció de él sin querer ver el final de aquella monumental epopeya sostenida por cuatro poderosos miembros masculinos. En ese apartado se pueden ver dos coleccione­s de pinturas japonesas en papel de arroz que dejan ver innumerabl­es fantasías y posturas eróticas, especialme­nte creadas por artistas para regalar a las parejas en su boda. Naomi las adquirió pagando una fortuna, pero vale la pena extasiarse ante esta singular obra de arte que sigue siendo tradición entre las familias ricas japonesas y chinas como excusa ante la nula informació­n sexual recibida.

Lo raro, lo hermoso, lo esperpénti­co son las caricatura­s del que fue dibujante de Walt Disney, Frank Folmer, con sus personajes famosos como la Bella Durmiente en una versión solo para adultos, la réplica del dormitorio de Catalina la Grande rodeada de juguetes sexuales, el arma homicida en forma de pene utilizada en la película La naranja mecánica, las 20 secciones del mito de Leda y el Cisne y, finalmente, la sala gay dominada por un enorme falo que cuestiona si es importante o no su tamaño. —Mariahé Pabón Arriba: la sala dedicada al arte erótico asiático; izda.: una pared de esculturas de metal inspiradas en los genitales femeninos; abajo: imágenes del polémico libro de la cantante Madonna.

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