VOGUE Latinoamerica

La corrección como estilo,

- Fotógrafo FERNANDO MARROQUIN

Conversamo­s en exclusiva con la actriz española Paula Echevarría a propósito de Velvet, la serie que la convirtió en una estrella internacio­nal.

La ACTRIZ española Paula Echevarría cuenta su antes y después de Velvet, la serie que la consagró y la volvió una estrella de fama mundial. Confiesa cómo es convivir con un asedio mediático las 24 horas del día y cómo logra poner límites sin perder la ELEGANCIA. Considerad­a una it girl por los medios y una influencer por las marcas que la buscan, se muestra perpleja ante esta idea de INFLUIR en las ideas del público

Un detalle sutil, mezcla de elegancia e inteligenc­ia, distingue a las verdaderas estrellas de cine y televisión de aquellas que serán eternas aspirantes a serlo: la determinac­ión a mantener una relación cordial con la prensa. Ello, aunque las buenas formas sean a veces una pose forzada, cuando no se puede todo el tiempo ofrecer una sonrisa. Esa actitud es la que aprendió la actriz y modelo española Paula Echevarría, una de las figuras más populares en España, de inevitable proyección internacio­nal, considerad­a una it girl o influencer y cuyo nombre es uno de los más ingresados en los buscadores de la red en su país.

Y lo demuestra apenas aparece en el final de la escalera, donde una docena de personas la espera en el estudio donde se llevará a cabo el shoot para Vogue. Esquiva cables atravesado­s en el piso, trípodes, percheros y mamparas y saluda con un beso y un “hola” a cada uno de los que permanecen de pie para recibirla. De contextura pequeña y delgada, sus gestos de humildad llevan irremediab­lemente a pensar en Ana, la costurera de la serie Velvet, que resiste paciente la mala suerte en el amor, en la sospecha de que la baraja algún día estará de su lado. Pues como Ana, Paula Echevarría encontró también en aquello de soñar el mejor motor para avanzar.

“¿Quién me lo iba a decir?”, dice Paula a Vogue cuando mira hacia atrás, cuando a los 21 años dejó su Candás natal, en Asturias, España, para irse a Londres por un año. “Cada cosa que vivo supera la ficción. Hay veces que hay que tener cuidado con lo que se sueña, porque realmente puede llegar a superarlo. Siempre pienso en la niña que jugaba a ponerse delante del espejo a hacer que era la modelo de la portada de la revista. Ni en mis mejores sueños era tan pretencios­a. Simplement­e era jugar. No tenía una meta por alcanzarlo”, cuenta.

El estilista comienza a moldear el pelo de la actriz. De a poco comienza a emerger un aire leonino. Empieza a desaparece­r la joven que dejó Candás y surge la actriz que vive en Madrid desde hace casi 20 años, y que desde hace uno convive con guardias periodísti­cas en la puerta de su casa, cuyos paparazzi buscan saber a dónde va, qué compra, con quién ve, si es verdad que se divorció del padre de su hija, el cantante David Bustamante. “Desde hace un año tengo una media de siete coches a diario en la puerta de mi casa. No son lo peor tampoco. Hay días en que me apetece rebelarme, pero la mayoría de los días aprendo a convivir con ellos. Los ignoro, como si no estuvieran. Cuando voy sola lo tolero mejor, cuando voy con mi hija es distinto”, dice Echevarría. Y recuerda un solo episodio, en que mostró un límite, sin perder la calma. Grabó un video en Instagram luego de que los periodista­s la siguieran hasta la puerta de urgencias del hospital, a donde había llevado a su hija. “Yo soy actriz, su padre es cantante, pero ella no es nadie. Por lo menos ahora cuando dejo a la niña en el colegio se quedan en los coches. Cuando salgo, ahí atacan”.

“Conservo todo de mi época del comienzo. La familia y los amigos de siempre son tu toma de contacto con la realidad. Ten-

go amigos y familia a los que por suerte mi trabajo les interesa igual que a mí me puede interesar el suyo, ni más ni menos. A mis amigas de toda la vida del pueblo no les ha interesado más mi trabajo que el de cualquiera de ellas”, cuenta Paula. Eso, remarca, te recuerda que debes mantenerte como una persona normal. Por eso mismo, cuenta, reniega de ser considerad­a una influencer, por más que su cuenta en Instagram tenga 2.2 millones de seguidores, marcas de cosmética y de joyería la busquen para que sea su imagen y mantenga un blog que permite desandar cuáles son sus consumos y recorridos. Pese a ello, afirma: “No me gusta ser abanderada de nada. No me gusta ser etiquetada. No intento dar consejos a nadie. Tengo mi opinión sobre las cosas y la digo tal cual la pienso. Tengo mi manera de vestir y la visto tal cual la siento. No intento dar lecciones ni consejos ni influencia­r. Hay una cosa que está clara: hay que ser políticame­nte correcto. Hay ciertas cosas que hay que cuidar. Por eso no me gusta que se quiera malinterpr­etar las cosas o darles la vuelta”, dice.

Dentro del presente rodeado de éxito y suerte profesiona­l, Paula se reconoce como una actriz que atraviesa una situación privilegia­da, por el calibre de los proyectos para los que la convocan y porque no ha tenido que soportar sin sabores por el hecho de ser mujer, por el contrario de otras actrices en el mundo que alzaron su voz en las campañas #Metoo y #Niunamenos. “En mi caso no tuve dificultad­es por ser mujer. Tengo muchos compañeros hombres que sí. Hoy estoy en una situación privilegia­da. Mi hija tiene nueve años y el único año que estuve de paro fue porque quería criarla. Sí creo que hay un desnivel en el tema de la situación laboral de las mujeres. Creo que se hacen o se hacían menos papeles para mujeres. Ahora, en España, casi todas las productora­s se están escribiend­o mucho más a ideas para mujeres, con personajes femeninos”, opina. Y enumera el caso de Las Chicas del Cable, Tiempos de Guerra, Velvet. Antes, sostiene, “las mujeres eran simples piezas que circulaban alrededor”.

Su próximo proyecto, de hecho, la vuelve a poner en el centro de una narración donde el empoderami­ento femenino será una zona a explorar. Esta vez, dejando de lado la cintura avispa y las faldas plato de los años 50 de Velvet, cuando dentro de un mes comience a rodar una nueva serie de tres capítulos, Los Nuestros. “Seré sargento primero de la brigada paracaidis­ta del ejército de tierra. Estoy entrenando con la brigada. Es un cambio total, con el fusil de asalto y todo”, dice entusiasma­da. Pero antes de eso, podrá reencontra­rse con su hija, a la que le duele dejar cada vez que viaja por trabajo, y pasar tiempo con ella. “Sentía culpa por estar aquí. Sí trato de soltar, como todas las madres, con dolor. Lo bueno es que tiene una edad en que lo entiende. Cuando era más chica por mucho que se lo explicara no entendía. Ahora le cuento todo y lo acepta”, dice.

Está lista para la sesión de fotos. El peso de las pestañas potencia su mirada que apenas se detiene en un punto fijo un instante. Es tiempo de hacer pruebas de vestuario, jugar a ser otra y que la cámara lo capte. Para que esas mujeres a las que dice que no quiere influencia­r vuelvan a desear ser un poco como ella. Entonces se despide y agradece. Del otro lado, el calor de las luces le exigirán de nuevo su mejor sonrisa. GISELA ANTONUCCIO

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“No me gusta ser abanderada de nada. No me gusta ser etiquetada. No intento dar consejos a nadie. Tengo mi opinión sobre las cosas y la digo tal cual la pienso. Tengo mi manera de vestir y la visto tal cual la siento. No intento dar lecciones ni...

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