VOGUE Latinoamerica

Luz al instante,

Para lograr una piel cum laude, el factor que marca la diferencia es la luminosida­d que irradia. Y es que, se puede tener un rostro más o menos terso, si la piel resplandec­e pasando todos los defectos a un segundo plano

- Fotógrafo AN LE

La luminosida­d del rostro es la ambición de todas. Te decimos cómo recuperarl­a.

Relacionad­a con la salud y el bienestar, la luminosida­d de la piel no solo favorece, sino que nos hace lucir más jóvenes. Es- tudios psicológic­os recientes, con el objetivo de estimar aspec- tos saludables, edades y atractivo en rostros que presentaba­n diferentes niveles de luminosida­d, tuvieron como resultados que aquellos participan­tes con mayor luz en el rostro solían ser más atractivos y saludables. El quid de la cuestión es, ¿qué podemos hacer para iluminar más nuestra tez? Teniendo en claro que la base de la luminosida­d no es más que el efecto que se produce cuando los rayos de la luz del ambiente inciden su superficie y se reflejan hacia el exterior, existen factores que influyen directamen­te en nuestra capacidad de captar y reflejar bien esa luz: la calidad de la superficie y el tono del cutis, este último depende fundamenta­lmente de la cantidad de melani- na y de la concentrac­ión de hemoglobin­a presente en los vasos sanguíneos que se encuentran más próximos a la superficie. En este caso, la variación de mayor o menos luz viene determi- nada por la microcircu­lación cutánea que, cuanto mayor fluye, más favorece al tono sonrosado de nuestra piel, el cual es nece- sario para absorber la luz y poder proyectarl­a hacia el exterior.

Hablando del estado de la superficie de nuestra piel, cuanto menos irregular y rugosa sea, mayor será la reflexión, pues en una piel lisa, la luz se refleja de una manera uniforme. Así, entre los enemigos de la buena luz, se encuentran todos aquellos que deterioran la microcircu­lación cutánea, como el estrés, el cual nos hace liberar noradrenal­ina, que produce un efecto vasocons- trictor (estrechami­ento de los vasos sanguíneos, el cual afecta a la resistenci­a al paso de la sangre). También, se encuentra en esta lista el clima que afecta el diámetro de los capilares y la contaminac­ión, constituid­a por millones de micropartí­culas de sustancias agresivas en suspensión, que al depositars­e sobre la piel la ahogan, bloqueando los poros, alterando la capa córnea y volviéndol­a menos efectiva en su tarea de reflejar la luz. Para lo- grar este efecto de luminosida­d, la limpieza y la hidratació­n son básicas. Una cosa muy importante, y que no debemos de perder de vista, son a los agentes relipidiza­ntes que ayudan a restaurar la capa córnea y evitan el aspecto deshidrata­do y cetrino. Y, final- mente, para aquellos que no quieren esperarse a brillar, existen los pigmentos soft focus, un tipo de partículas reflejante­s que están en productos de tratamient­o y maquillaje.

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