Señora telenovela
¿Qué pasó con uno de los grandes productos de EXPORTACIÓN de Latinoamérica? Este género que convirtió al melodrama en nuestra MARCA regional y fuera el más visto del mundo hasta hace poco, hoy está obligado a reinventarse o morir
Hay verdades que ni los más críticos pueden negar, y esta es una de ellas: El mundo conoció la forma de ser y de vivir de los lati- noamericanos gracias a las telenovelas. Fueron las reinas del pri- me-time en medio mundo y llegaron a tener un poder impensable. En Bosnia, durante la guerra que tuvo lugar entre 1992 y 1995, los bombardeos paraban a las 21:00 para la transmisión de Kas- sandra. En Costa de Marfil, con una población mayoritariamente musulmana, en el mes del Ramadán, cambiaron el horario para que el público pudiera disfrutar de Marimar. Ejemplos como estos sobran. Sin embargo, la televisión abierta en Latinoamérica se encuentra en una crisis no declarada frente al auge de las pla- taformas digitales, y su producto estrella: la telenovela, hoy luce en franca agonía. “Todo forma parte de un mismo proceso que tiene que ver con los cambios tecnológicos, con una revolución involuntaria que, de manera casi violenta, le devolvió de pronto el poder a los consumidores de entretenimiento audiovisual. El
término televidente, la teleaudiencia como categoría, ya no tiene ninguna vigencia. Eso, por supuesto, afectó también a la telenove- la, uno de los productos emblemáticos de la televisión abierta. La telenovela era una reina por decreto, sin competencia. De repen- te, su castillo se vino abajo y ahora le toca estar en el patio, junto a todos, compitiendo. Por supuesto que se ve como es: vieja, gorda, antigua”, expresa el escritor venezolano, Alberto Barrera Tyszka, ganador del premio Herralde y responsable de éxitos como Nada personal, transmitida por TV Azteca en los años 90.
Toda historia tiene sus líderes. Venezuela llegó a ser el princi- pal exportador de telenovelas en el mundo durante los años 80, luego México tomó la batuta durante los noventa, pero con la llegada del nuevo milenio fueron los colombianos quienes trans- formaron a la industria con sus historias localistas y llenas de hu- mor. Eso sin contar con la creación de la narco-novela, el último gran subgénero que algunos definen como la anti-novela. “Se abandonó la historia de amor y muchos apuntaron a la anti-no- vela. Soy de las que cree que si hoy pones en pantalla una histo- ria de amor, funciona. Ahora lo que consigues son comedias o narco-novelas (...) Creo que los que hacían telenovelas dejaron de creer en ellas”, expresa la dramaturga argentina Marcela Ci- tterio, quien triunfó en 2005 con la adaptación de su telenovela Amor en custodia, en México y Colombia.
Otros expertos en el género apuntan a que el declive comienza con la reproducción exagerada de éxitos del pasado. “En Méxi- co la telenovela tiene una época de oro, pero la perdimos cuan- do comienzan a hacerse tantas repeticiones. Mientras las nue- vas plataformas comienzan a invitar a ver diferentes productos, nosotros seguimos ofreciendo lo mismo de lo mismo”, confirma Carla Estrada, la exitosa productora de culebrones como Quin- ceañera, Amor real y El privilegio de amar.
Por su parte, una de las grandes divas de la televisión mexica- na, Verónica Castro, es otra de las que se inclina a pensar que la telenovela clásica nunca falla. “Sin tetas no hay paraíso fue un
exitazo, sí, pero si le quitas lo clásico deja de ser una telenovela. A las señoras que estamos en la casa nos gusta soñar con algo bue- no, creer que pueden pasar cosas mejores… Es muy fácil escupir la realidad, pero es muy difícil hacer soñar. Lo que están haciendo ahora con la vida de Luis Miguel no es más que una telenovela”, agrega la protagonista de éxitos como Rosa Salvaje o Los ricos también lloran. Su colega, la actriz Itatí Cantoral, también co- noció la gloria gracias a las telenovelas, pero hoy ha dado el salto al mundo de las series. “Cuando salías en una telenovela eras el rey del mundo, pero eso ya no es así... Voy con la vanguardia. Me gustan los cambios. Las cosas ahora son más rápidas y hay que contarlas diferente. La gente ahora ve TV en la medida que se parezca a ellos, ya no quieren sentirla lejana”, indica la intérprete que dará vida a Silvia Pinal en la nueva bioserie de Televisa.
Una paradoja es que si bien la telenovela se muestra debilitada en América Latina por el descenso de los ratings y la imparable segmentación de las audiencias, en Turquía florece una robus- ta industria del melodrama. “En 2016, el país que más vendió contenido dramático en el mundo después de Estados Unidos fue Turquía, lo cual te demuestra que el drama y el melodrama siguen siendo los reyes”, señala la investigadora de estos temas en la Universidad de Georgia, Carolina Acosta-alzuru.
También hay que decir que el desprecio que por años atacó al género abonó a su debilitamiento. Desde México hasta Argen- tina, las tres últimas generaciones crecieron viendo telenovelas, pero pocos lo reconocen. “Seamos serios. Si estudiamos bien el género, desde Cenicienta hasta nuestros días, el melodrama fun- ciona. ¿Qué es Velvet? Un melodrama”, agrega la protagonista de Corazón salvaje y Doña Bárbara, Edith González.
“A mí me gusta pensar que los latinoamericanos hemos apor- tado la impudicia sentimental al enorme y diverso territorio sim- bólico de la producción de contenidos”, subraya Alberto Barrera Tyszka; y es que nuestra manera de contar historias influyó en la narrativa televisiva mundial. La dramaturgia latinoamericana,
que tiene a célebres exponentes como la cubana Delia Fiallo, el venezolano José Ignacio Cabrujas, la mexicana Caridad Bravo Adams, y el colombiano Fernando Gaitán, entre otros; se carac- teriza por su carácter íntimo, uno que te permite estar en la casa de los personajes todos los días y, que gracias a su arco dramático en el que pasan mil cosas, no puedes perderte ni un capítulo. “En 2010 adaptamos Grey’s Anatomy en Colombia, y la llamamos A
corazón abierto. Es el experimento más arduo que he pasado porque si bien esta serie tiene elementos novelados, en realidad no es una telenovela porque se emite cada ocho días, y a nivel dramatúrgico esto le da espacios a los personajes y al espectador. El aporte que logramos con la adaptación fue mezclar los casos de interés médico con los personajes. Creo que al final este tipo de estructuras podrían enriquecer al género de la telenovela”, ex- presa Fernando Gaitán, la pluma detrás de éxitos como Café con
aroma de mujer y Betty la fea, en exclusiva para Vogue. La telenovela en Colombia casi desapareció, lo que hoy se pro- duce son series noveladas que, desde luego, tienen melodrama en sus tramas. La tendencia apunta hacia un formato híbrido, que aún no tiene nombre, podríamos llamar la serie-telenovela. “En Argentina se están haciendo comedias, anti-novelas de suspenso, pero no telenovelas propiamente. La verdad es que no hay posibi- lidad de recuperación, no te alcanzan los costos”, agrega Citterio, quien se ha refugiado en la telenovela infantil con Patito Feo y ahora con Heidi, ambas transmitidas por Nickelodeon.
La verdad es que es muy difícil ponerle sepultura al género, cuando las telenovelas turcas están triunfando y los brasileños siguen produciendo. “Esto ha sido una sacudida tanto para el pú- blico como para nosotros”, confiesa Carla Estrada. “La telenovela basa su sistema de producción en dos principios que hoy no fun- cionan: una inmensa cantidad de capítulos y una grabación reali- zada mayormente en estudio, donde las acciones siempre están verbalizadas. Nada de eso tiene sentido hoy día. El futuro de la te- lenovela es ocupar honestamente su propio nicho. Ya sin el poder de la televisión abierta, resignarse a ser un producto clásico para ese pequeño segmento que le gusta entretenerse con culebrones”, sentencia Barrera Tyszka. La propia Verónica Castro estrena este 10 de agosto, La casa de las flores, en Netflix. “Algunos dirán: qué le pasó, se volvió loca, y la verdad, sí… Se van a burlar de mí, pero es importante ese momento cuando logras reírte de ti mis- ma”, adelanta sobre su personaje, la matriarca de una familia tan disfuncional como real. Si las divas de las telenovelas ya empe- zaron a hacer series, por algo será... tantán.