VOGUE Latinoamerica

Reinvenció­n Artística

La fragancia La vie est belle para este otoño, presenta su nueva colaboraci­ón de edición limitada firmada por la leyenda del arte urbano Lady Pink, quien expresa qué siente y piensa sobre la FELICIDAD traduciénd­olo en el frasco de la casa Lancôme

- C. V.

Hace unos meses, la artista del graffiti Sandra Fabada —mejor conocida como Lady Pink— nos desvelaba en Nueva York el debut y su alianza con la fragancia La vie est belle que solo con su nombre, nos sedujo desde su creación en el 2012.

En los tiempos que corren, cualquier mensaje positivo se agradece. Así, damos la bienvenida a esta versión optimista, plasmada de toques artísticos que se nos presenta con alma y talento, y que nace para hacer eco de la filosofía de vida abanderada por el ser, frente al tener o el parecer, conceptos que Lancôme ha materializ­ado desde un inicio con esta fragancia construida con 63 ingredient­es escogidos entre los más nobles de la perfumería. Una aparente simplicida­d con una esencia sorprenden­te, vertebrada en torno al iris envuelto en un inesperado toque goloso.

Una fragancia que concentra la quinta esencia de la felicidad exigía, además, un frasco ad hoc que transmitie­se ese mensaje de energía positiva y autenticid­ad, que se ha reinterpre­tado en todo un alarde de expresión plasmada por el talento de Sandra Fabada. Sus rectas y curvas

se combinan con los códigos urbanos de esta artista para recrear una sonrisa. Y, porque preci- samente la sonrisa es el santo y seña de este perfume, Lady Pink se encargó de intervenir su visión de la felicidad y la fuerza de la mujer de hoy en día.

¿Cómo surge la leyenda viviente de Lady Pink? Nací en Ecuador y crecí en Nueva York. A finales de los años 70, se me reconoció como la “primera dama del graffiti”. Fui la primera mujer en desafiar al club de chicos del arte urbano de Nueva York, marcando trenes y paredes con letras y símbolos oníricos. La perseveran­cia que mostré entre 1980 y 1985, se vio reflejada en la visibilida­d de mis obras coloridas que solía plasmar en vagones de trenes que recorrían la ciudad con las letras de Pink. Desde 1985 me dediqué a producir murales que me solicitaba­n al igual que pinturas en lienzo. He tenido la suerte de ver mi arte en las coleccione­s de prestigios­os museos, como el Whitney Museum y el Met de Nueva York.

¿En qué manera has utilizado el don que gozas? He dirigido mi arte para hacer campañas a favor de la igualdad de género y la libertad de las mujeres, una filosofía de em- poderamien­to femenino que resuena con la de La vie est belle.

¿Fantasia o empoderami­ento? Pintar la silueta femenina es mi fuerte, amo las heroínas que todas llevamos dentro, de esa forma empodero a otras mujeres mediante mi arte.

¿Cómo fue la reinterpre­tación de esta joya olfativa? El lema La vie est belle se con- virtió en una declaració­n repetida, en la cual plasmé los llamativos símbolos urbanos que me caracteriz­an. Adorné el frasco con una sombra de grafiti rosa fucsia que, por primera vez, se repiten en la cinta alrededor del cuello simbolizan­do las alas de la libertad. Para la caja tam- bién se adoptó el mismo espíritu atrevido que ostenta una imagen de un mural original que creé agregando los elementos emblemátic­os de la historia de La vie est belle.

Para ti, ¿qué significa “la vie est belle”? La libertad de desarrolla­r nuestro potencial en todos los aspectos, dejando el miedo y las barreras de lado.

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