Hijos de la LUZ
El brillo iridiscente y fogoso de los ÓPALOS esconde secretos que van mucho más allá de la belleza que desprenden a simple vista y el valor que poseen en el mundo de la joyería. Catalizadores del conocimiento interior, sus poderes mágicos los han converti
Conocida como la piedra del arcoíris, el ópalo es una vorágine de reflejos, matices y brillos encerrados en un mineral cuyo efecto hipnotizador es famoso desde el principio de los tiempos de los hombres. Su nombre deriva del termino sánscrito: upala, que significa “piedra preciosa”, así como del griego: opallios, que se traduce como “cambio de color”. Tal ha sido el impacto del ópalo a través de la historia y las culturas, que no es extraño que se haya erigido como protagonista de multitud de leyendas, siempre rodeado de un halo de superstición al que se le atribuyen cientos de propiedades mágicas, fenómenos místicos y orígenes divinos. Una de las leyendas más famosas que narra el nacimiento del ópalo proviene de la India. Tres de los dioses más importantes de la mitología hinduista: Brahma, Shiva y Visnú, se consumían disputándose el amor de una hermosa doncella a la que el Eterno, harto de sus disputas, decidió transformar en una nube. Para diferenciarla de las otras nubes cada uno de los tres dioses la tiñó de un color. Ya coloreada se disolvió en una lluvia que cayó sobre la tierra, tiñéndola y creando así la piedra de los mil colores. Su origen celestial es compartido por los aborígenes australianos que cuentan que el Creador llegó a la Tierra en un arcoíris con el fin de traer un mensaje de paz a todos los seres humanos. En el mismo lugar donde su pie tocó el suelo por primera vez, las piedras revivieron y comenzaron a despedir destellos multicolores creando los ópalos. Fuente de pureza, se dice que limpia el alma y la hace brillar. Tiene fama de amplificar las cualidades de quien la porta, obligando a su dueño a potenciar lo mejor de sí mismo, librarse de sus defectos y dejarse iluminar por los deseos de su subconsciente. Su lucimiento requiere una responsabilidad moral, puesto que todo lo que se proyecte con ella le será devuelto a quien la luzca. Tiene efecto boomerang. Quizás este fue el motivo que llevó al senador romano Nonius a negarse rotundamente en reiteradas ocasiones a desprenderse de su afamado ópalo, a pesar de las generosas ofertas que le hizo el emperador Marco Antonio, que quedó prendado al verlo en la colección personal del senador y se obsesionó con la idea de obsequiárselo a su querida Cleopatra. Fue tal la obstinación de Marco Antonio por conseguir el ópalo de Nonius, y tal el apego que este sentía por su piedra, que el senador romano prefirió partir rumbo al exilio para poder disfrutar de su preciada posesión en paz y evitar nuevos enfrentamientos con el emperador. Bien por orgullo, bien por su embrujo, lo cierto es
que a consecuencia del ópalo, Roma perdió a uno de sus mejores políticos. Napoleón I obsequió a Josefina un ópalo llamado El Incendio de Troya, debido a su pronunciado juego de colores. Otros que han adquirido gran fama por su tamaño o colorido son el Aurora Australis, el más valioso de los ópalos negros; La Reina del fuego, adquirida por Rockefeller en 1940; o el Reina de la llama, que Christie’s Nueva York subastó en 2003, vendiéndolo por un precio no revelado pero estimado en unos 250.000 dólares. El valor del ópalo varía en función de sus colores, formas y tamaños. Existen múltiples variedades: el ópalo de fuego, con brillos anaranjados; el ópalo precioso, el más común y más utilizado en joyería por sus brillos irisados; el ópalo leñoso: con vetas de colores oscuros y cuerpo marrón; el llamado prasópalo: de color verde… Hay tantos como combinaciones de colores seamos capaces de imaginar. Con una dureza de 6 en la escala de Mohs, es una piedra delicada pero de una gran fuerza interior.
Australia es el país dónde encontramos concentrado el 98% del mercado mundial de ópalo. El pueblo de Coober Pedy, en el desierto de Australia Meridional, depende casi exclusivamente del mercado de los ópalos. El otro 2% se encuentra repartido por algunas zonas de América, como en México, donde se produce la variedad del ópalo de fuego, o en Honduras, donde se encuentran dos variedades, blanco y negro. En 1829, los rumores originados por el cuento Ana de
Geirstein, del escritor escocés Walter Scott, designaban al ópalo como portador de mala suerte, lo que nubló su popularidad haciendo que sus ventas cayeran en picado. Pero entonces la Reina Victoria de Inglaterra, fan incondicional de esta gema, decidió impulsar la extracción de ópalos, su producción en joyería y su comercialización, dando ejemplo al lucir grandes y bellos ópalos engarzados en opulentas joyas, especialmente en encuentros diplomáticos para incentivar la curiosidad sobre esta piedra a nivel europeo. En poco tiempo el ópalo se convirtió en objeto de deseo. Hasta el día de hoy, las integrantes de la familia real británica llevan ópalos de estupenda calidad que pertenecen a la colección de joyas de la corona de la reina Victoria, consolidando con el tiempo su condición de imprescindible en el mundo de la moda y, sobre todo, en el de las joyas. Sin duda, la mala suerte estaría en no poseer uno.