YES, You CAN
EL SUFRAGIO UNIVERSAL ES CONSIDERADO HOY UN DERECHO INALIENABLE EN PRÁCTICAMENTE TODOS LOS PAÍSES DEL MUNDO; SIN EMBARGO, EL MUNDO ERA MUY DIFERENTE HACE UN SIGLO. MUJERES COMO EMMELINE PANKHURST LOGRARON EN 1918 UNO DE LOS GRANDES HITOS DEL SIGLO XX: EL DERECHO AL VOTO Y A LA ELECCIÓN DE TODAS LAS MUJERES BRITÁNICAS. UN CAMINO LLENO DE OBSTÁCULOS Y DE HECHOS, NO DE PALABRAS
Sesenta años después de la publicación de El Manifiesto Comunista de Karl Marx y Friedrich Engels. Diez días después de la firma del armisticio que puso punto y final a la Primera Guerra Mundial. Apenas un año después de la toma del Palacio de Invierno de San Petersburgo por parte del Ejército Rojo. En plena Revolución Industrial, con la máquina de vapor abriendo paso a los motores de combustión fósil y el Titanic hundido en algún punto del Atlántico Norte. En este contexto, en plena decadencia victoriana, la mujer se empoderó en el Reino Unido como no lo había hecho en los cinco mil años precedentes. Una ley promulgada el 21 de noviembre de 2018 permitía a todas las mujeres mayores de 21 años a optar por un escaño en el Parlamento por primera vez en la historia; antes, el 6 de febrero de ese mismo año, 8.4 millones de mujeres mayores de 30 años se sumaron al censo electoral del país tras la promulgación de la Ley de Representación del Pueblo. Reino Unido se unía así a países como Nueva Zelanda, Australia, Finlandia y Noruega, verdaderos pioneros del sufragio universal.
La mujer, considerada débil e inferior por intelectuales, políticos y ciudadanos a lo largo de la historia, al fin abría las puertas de la vida política de una de las principales potencias económicas y militares del mundo, y lo hizo para quedarse. Sin embargo, el camino hacia el éxito, hacia ciertos principios de igualdad, fue arduo. “Hechos, no palabras”, fue la conclusión a la que llegó una de sus principales líderes, Emmeline Pankhurst, quien 29 años antes, en 1889, había fundado junto a Richard Pankhurst, su marido, la Liga para el Sufragio Femenino. ¿Objetivo? Defender el sufragio universal, formar parte de las decisiones políticas para, a partir de esas posiciones, cambiar el mundo. Un plan tan
ambicioso como improbable en el que pocas confiaban. Hechos, no palabras. La moral decaía entre los grupos feministas que empezaban a organizarse en Londres, Birmingham, Manchester y Liverpool, tótems de la clase obrera urbana. Hechos, no palabras, como aquellos anarquistas influidos por Bakunin.
Mayo de 1905. Sede del Parlamento Británico, institución que acaba de bloquear una ley clave en el camino hacia la universalidad del sufragio. Emmeline Pankhurst se congrega a las puertas junto a otros miembros del Women’s Social and Political Union (WSPU) para protestar por lo acontecido intramuros unas horas antes. La violencia de la policía consigue domar la situación, pero el mundo ya ha cambiado. Las mujeres responden a la represión con lanzamiento de piedras y objetos; es la radicalización del conflicto, que se prolongaría hasta finales de 1918. En 1908, medio millón de personas tomaron Hyde Park para solicitar el cambio de ley y en 1909 las sufragistas más comprometidas destrozaron mobiliario urbano y comercial en varios puntos del Reino Unido. “Es nuestro deber violar la ley con el objetivo de llamar la atención”, declararía Pankhurst a la influyente prensa de la época en pleno parque londinense.
Pankhurst fue condenada a prisión por aquellos hechos y visitaría la prisión otros seis meses más antes de la aprobación de la ley en febrero de 1918. El camino de no retorno era una realidad envuelta en represión y violencia por parte de autoridades como Churchill, entonces Ministro de Interior,
quien en 1910 ordenó cargas policiales que avivaron el conflicto. Así, poco después llegaron la quema de plantas en el Jardín Botánico, actos de guerrilla como escribir en ácido sobre campos de golf las palabras “Voto para las mujeres”, quema de buzones de correos en las principales ciudades de Inglaterra o el atentado con bombas a la mansión de David Lloyd George, Ministro de Hacienda, en 1913. Fue en ese año cuando apareció la primera mártir de la causa: Emily Wilding Davison, quien murió aplastada por el caballo del Rey Jorge V durante la celebración del Derby de Epsom, cita clave para la elitista clase alta de la época.
Tras la histórica decisión del Parlamento Británico, muchos otros países siguieron la senda emprendida desde Londres. El sufragio universal llegaría a Estados Unidos en 1920, a Uruguay en 1927, a España en 1931, a Brasil en 1932, a Francia en 1944 y a Suiza en 1971. En México la libertad de voto para las mujeres llegó en 1953 tras una reforma política emprendida por el presidente Miguel Alemán gracias a los esfuerzos liderados por la activista Elvia Carrillo Puerto.
El centenario de lo acontecido en Reino Unido en 1918 llega en un momento marcado por el resurgimiento del feminismo a nivel mundial. La brecha salarial entre hombres y mujeres, las denuncias de acoso y abuso sexual surgidas tras las acusaciones a Harvey Weinstein, los deplorables comportamientos protagonizados por altos cargos de ONGS y asociaciones civiles y políticas y la nominación de Brett Kavanaugh como posible miembro de la Corte Suprema de Estados Unidos demuestran que el camino emprendido por aquellas mujeres idealistas y luchadoras a comienzos del siglo XX se encuentra apenas en sus inicios. ¿Todo está por hacer? No; lo contrario sería una reflexión injusta; Emmeline Pankhurst, Elvia Carrillo Puerto y Emily Wilding Davison, sin embargo, demostraron que sí se puede.