VOGUE Latinoamerica

Hacia un destino de sueño,

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Valerie Mattos nos lleva a conocer Cusco y Machu Picchu en busca de vistas y espacios llenos de belleza y mística, que se encuentran a lo largo del territorio peruano.

Valerie Mattos puso proa a Cusco y Machu Picchu en busca de vistas y espacios llenos de belleza y MÍSTICA, en las que encontró también el poder de las tradicione­s textiles ancestrale­s y vivió experienci­as de otra era como el encanto y la elegancia confortabl­e de los viajes en TREN... Aquí nos comparte sus notas

Cuando decidimos hacer este viaje, mi esposo y yo escogimos los lugares en los que coincidier­an nuestros intereses. En el caso de él, su hobby es la fotografía y las películas cortas, que disfrutan sus 228 mil seguidores en @The_sky_explorer. A mí, con mi marca de loungewear @Piulifesty­le, me apasiona el universo espiritual y la artesanía. Así pusimos rumbo a Cusco y Machu Picchu. En Cusco, las ruinas de Ollantayta­mbo, en el Valle Sagrado, fueron especiales. El centro textil Away, en Chinchero, me fascinó. Pasar la mañana con la comunidad de 40 mujeres que trabajan en la preservaci­ón de técnicas artesanale­s, de telares hechos de forma 100% natural me hizo enamorarme. Conocer el proceso es maravillos­o. Allí todo es ecológico. Hasta el detergente que utilizan para lavar las lanas, lo hacen con raíces de yuca. También hay que visitar la plaza de armas y la iglesia de La Sagrada Familia. La primera cruz católica que llegó a América Latina está allí. La mezcla de arte barroco con influencia cusqueña dentro de la iglesia es espectacul­ar.

Unas de las experienci­as más románticas fue el viaje en el tren Hiram Bingham, de Cusco a Machu Picchu. Los paisajes entre las montañas y los picos nevados son de sueño. El viaje es de 3 horas y ofrecen aperitivo y almuerzo, rodeados de elegancia y confort. En Machu Picchu nos hospedamos en el hotel Inkaterra, en medio de la vegetación y las montañas andinas. Es un paraíso de cabañas en medio de la naturaleza. El pueblo de Machu Picchu es muy especial porque no llegan coches y ofrece una sensación de autenticid­ad. El ascenso a la ciudad inca lo repartimos en dos días. El primero fue para tener la visión de un turista, con la experta compañía de una guía profesiona­l. El segundo día subimos solos mi esposo y yo para explorar. Nos sentamos a gozar de las vistas y digerir la energía, meditar y, por supuesto, cargar mis cuarzos que compré en el mercado de Pisac. El lago Titicaca fue otra parada inolvidabl­e en un periplo por destinos llenos de energía, historia, leyendas, tradición, sabores exquisitos y espiritual­idad. Perú fue un sueño hecho realidad.

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En esta página y página opuesta: aspectos del viaje de Valerie a Cusco y Machu Picchu.

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