Érase 1999 el inicio
Una vez un siglo que se inmoló para que naciera otro milenio con una energía inédita. Esta es la mirada a los CONSAGRADOS y las nuevas PROMESAS que marcaron esos días, hace 20 años...
El siglo XXI llegaba y muchos planificaron aquella Nochevieja como la del fin de milenio. Hubo presagios de cataclismos y alharacas tremendistas que auguraron pases de cuentas antes que nos enfrentáramos a juicios sumarísimos. Astrofísicos, historiadores y paladines teológicos pusieron ese rostro de avizorar calamidades, mientras que realmente se sentían como mariscos en su salsa: colorados y picosos. La bronca de ser o no ser un puente milenario convertía a 1999 en un niño traumatizado debatiéndose entre precox e interruptus. Sin embargo, las mujeres y los hombres felizmente comunes andábamos felices llenando a tope los cupos en hoteles, restaurantes y salas de fiesta, que aprovecharon para triplicar sus precios y hacer una cosecha que marcarían en sus P&L’S como el fin de año más financieramente jugoso jamás experimentado.
Los personajes de la fauna del entretenimiento tenían su tajada de bonanza. Ese año la gente gastó en discos una cifra impensada para la era en la que recién nacía el entonces novedoso fenómeno del streaming, que acabaría por revolucionar la industria de la música en el futuro inmediato. En el universo inclusivo del jazz latino y los ritmos sincopados, Carlos Santana se alzaba como el creador más nominado en la historia de los Grammy por Supernatural, un parte aguas en el género, que se gestó y se produjo en 1999. Más festivo, ahí estaba Ricky Martin Livin’ la vida loca en franco crossover y causando un frenesí mientras, probablemente, preparaba al mundo para que le aceptara su sexualidad; algo que muchos más compartían y harían valer como un derecho en las próximas décadas. Para acompañarlo, Eva Longoria aparecía en el video Shake your Bon-bon, preludiando su gran debut televisivo al año siguiente. Por su lado, la colombiana Shakira era la más inmediata émula de Martin en la competencia de golpes de cadera y, de paso, le daba al pop-rock un nuevo aire. Su producción ¿Dónde están los ladrones? la catapultaría como una de las latinas de mayores ventas. JLO también florecía.
Mientras todos ellos se divertían, reaparecían los aguafiestas con el sonsonete de que quienes elaboraron el calendario cristiano se habían equivocado y que el siglo XXI ya había empezado años atrás. El rollo iba porque el monje tesorero Dionysius Exiguus (500-
560), tuvo la precaria idea de ordenar la contabilidad del Calendario Pascual a partir del momento de la circuncisión de Cristo como inicio de todo, una alegoría a la mutilación que suena como metáfora contable del espanto, pero así son las mentes bancarias. A los optimistas nos dio exactamente igual e insistimos en seguir el festejo, disfrutando a la novicia Penélope Cruz en Todo sobre mi madre, la película de Almodóvar que le significó su primer gran reconocimiento fuera de España. Más latinas arrasaban en el cine gracias a Fernanda Montenegro, que lograba una nominación al Oscar como Mejor Actriz en un rol protagónico.
En las artes plásticas, una mexicana de los quilates de Minerva Cuevas, ganaba el premio a Jóvenes creadores de FONCA. Su gran carrera daría un salto memorable. Y de saltos con músculo mestizo se llenaba el ballet. El 99 coronó como reyes a jóvenes como el impresionante José Manuel Carreño, de Cuba, y el gran Julio Boca, de Argentina, que asumían la categoría de bailarines estrella del American Ballet Theater. Con vista al futuro, Hernán Cornejo, otro argentino, ingresaba al ABT neoyorquino. Estos titanes hacían ciertas para los latinoamericanos las palabras de Roland Petit: “El hombre comparte hoy el peso del ballet, interpretando el papel principal y realizando todas las posibilidades que ahora pueden llevarse a cabo en el cuerpo masculino”. No lo hubiera dicho mejor ni Jorge Edwards, el genial escritor chileno que se llevaba a casa el Premio Cervantes de Literatura antes de la bienvenida al 2000, cuando Mireya Moscoso, asumía la primera magistratura