Veinte años es todo,
Te llevamos dos décadas atrás para revivir lo más destacado del cine latinoamericano, el cual ha sido reconocido por premios y festivales en el mundo.
El cine latinoamericano ha dado un salto de CALIDAD inimaginable hace dos décadas. Directores y actores y actrices de todo el continente se han convertido en el ESPEJO de muchas cinematografías del mundo, marcando un CAMINO que ha sido reconocido por los principales premios y festivales
Aquel baile de Maribel Verdú en una playa de Oaxaca rodeada de dos jovencísimos Gael García Bernal y Die- go Luna no solo se coló en el imaginario de toda una generación, sino que se convirtió en la reivindicación del nuevo cine mexicano que ya había asombrado a crí- ticos, festivales y espectadores de todo el mundo con el estreno de Amores Perros un año antes, en 2000. Quizá Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu tenían un plan; quizá sabían que solo 20 años después serían junto con Guillermo del Toro, otro mexicano, los direc- tores más solicitados y prestigiosos de un Hollywood que vive su particular fin de raza. Probablemente en su cabeza flotaba la idea de ganar Oscars, asombrar a la crítica, enamorar al público y trabajar junto a estrellas como Leonardo Dicaprio, Sandra Bullock o George Clooney. Solo ellos pueden saberlo. Los demás simple- mente alucinábamos con su frescura, con un México que se nos mostraba ante nuestros ojos diferente, atrac- tivo y moderno. Un país que querrías, al menos, visitar.
La aparición de ese triunvirato mexicano no fue ca- sual. Antes, en 1998, Walter Salles arrasó en festivales y premios de todo el planeta con su Estación Central, una deliciosa película que más que una historia local, que lo era, era una historia latinoamericana. Tampoco existen aquí las casualidades, aunque es cierto que apenas sin planearlo, sin preverlo del todo, una nueva generación de cineastas trataba con enorme éxito de apelar a lo local bajo una visión absolutamente latinoamericana que ejer- cía de pegamento entre cinematografías, idiomas y paí- ses completamente diferentes. Historias mínimas con vocación universal. Tan sencillo y complicado como eso.
En los años 50 México era una reconocida potencia cinematográfica, una posición de poder que la indus- tria sobreexplotó hasta lograr su muerte por éxito. No fue sencilla su recuperación. Por su parte, otros países aprovecharon el cambio de siglo para presumir de vir- tuosismo tras la cámara y de guiones que, incluso aisla- dos de la parte visual, pueden considerarse, en muchos
casos, literatura. Juan José Campanella logró una trilo- gía perfecta sobre el amor y Buenos Aires formada por El mismo amor, la misma lluvia (1999), El hijo de la novia (2001) y Luna de Avellaneda (2004), filmes que le acercaron al Oscar que levantó en 2010 gracias a El secreto de sus ojos (2009), thriller que mereció un remake (mediocre) con Nicole Kidman y Julia Roberts.
El cine de acción también ha reivindicado su espacio en los últimos 20 años en Latinoamérica. Nueve Reinas, de Fabián Bielinsky, abrió la lata en el año 2000, un ca- mino que seguirían Ciudad de Dios (2002), de Fernan- do Meirelles; Tropa de élite (2007), de José Padilha y 7 cajas (2012), Juan Carlos Maneglia, Tana Schémbori, la que es quizá la gran sorpresa latinoamericana de la dé- cada. Un thriller atrapante que recorre los secretos de uno de los principales mercados de Asunción, al tiempo que realiza un claro análisis de la realidad socioeconó- mica de uno de los países más pobres del continente.
El cine político ha sido una tradición latinoamericana desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y los últi- mos 20 años no podían quedar exentos de este homena- je. México rompió con su pasado priista mucho antes de la llegada de Vicente Fox al poder. Lo hizo en 1999 con La ley de Herodes, de Luis Estrada, una sátira de
las peores prácticas políticas de un partido que llevaba 70 años anclado al poder mexicano. Walter Salles, el ci- neasta brasileño, indagó en los motivos que llevaron a Ernesto Guevara a convertirse en el Che en Diarios de motocicleta (2004), mientras que Sebastián Leilo firmó un alegato a favor de la inclusión, el respeto y la igualdad con la rompedora Una mujer fantástica (2017).
En 20 años Latinoamérica se ha convertido en un con- tinente muy diferente. La clase media ha ido creciendo, a diferente velocidad, en la mayoría de los países y los factores macroeconómicos son positivos en la mayor parte de las economías, aún emergentes. Esta situación ha permitido la creación de pequeñas industrias cine- matográficas capaces de competir con otras mucho más desarrolladas. Roma es el último gran ejemplo. Una película pequeña en su factura pero enorme en su reper- cusión; un fresco del México de los 70 que no pierde contemporaneidad. Una película que apenas dos meses después de su estreno ya es historia de la cinematografía universal. Un pequeño ejemplo de lo que Latinoaméri- ca puede ofrecer al mundo.