VOGUE Latinoamerica

Venezuela: HUELLAS DEL ESPLENDOR

El país de Rómulo Galleg0s, Rafael Cadenas, Jesús Soto, CARLOS CRUZ-DIEZ, llegó a ser uno de los principale­s epicentros CULTURALES de América Latina

- GISELA KOZAK ROVERO

La Venezuela del siglo XX se transformó de un modo caracterís­ticamente moderno pues la acción estatal creó una institucio­nalidad cultural democrátic­a, y la privada daría exponentes musicales y artísticos de talla internacio­nal. Se sentaron las bases del sector cultural, reconocido hoy a través del Sistema de Orquestas y Coros Infantiles y Juveni- les de Venezuela (1975) o de escritores como el gran poeta Rafael Cadenas (1930).

En los años cuarenta, Carlos Raúl Villanueva diseñó la Ciudad Universita­ria, sede de la Universida­d Central de Venezuela. Designada Patrimonio Mundial de la Humani- dad en el año 2001, la UCV constituyó un monumento al conocimien­to, en medio del verde contundent­e de Caracas, y un jardín de arte. El más humilde estudiante podía graduarse en el Aula Magna bajo Las nu- bes, de Alexander Calder. Precisamen­te en el Aula Magna, sede de la Orquesta Sinfónica de Venezuela hasta 1983, tocó el piano Arthur Rubinstein, cantó Mont- serrat Caballé y dirigió Igor Stravinski.

En el mundo de las letras, Rómulo Ga- llegos escribió el guion de su novela Doña Bárbara, filmada en México en 1943, his- toria que se hará conocida por la vía del cine, y lanzó al estrellato a María Félix. En los ochenta, las telenovela­s de José Ig- nacio Cabrujas, entre otros guionistas, se convirtier­on en producto de exportació­n. Asimismo, éxitos musicales como Ansie- dad (compuesta por Chelique Sarabia), Caballo viejo (del gran Simón Díaz) y Motivos (escrita por Italo Pizzolante) han sido cantadas en el mundo en múltiples versiones y traduccion­es.

La eclosión del arte moderno con figu- ras como Alejandro Otero, Jesús Soto, Carlos Cruz-diez, Jacobo Borges, Gego,

Marisol, tendría su correspond­encia en el Museo de Arte Contemporá­neo (1974), el Museo Alejandro Otero (1990) y la Galería de Arte Nacional (1974). El Complejo Cul- tural Teresa Carreño (1983) fue referencia continenta­l por su belleza y funcionali­dad. En sus salas se presentaro­n agrupacion­es de todo el orbe durante los Festivales Inter- nacionales de Teatro de Caracas, organizado­s por el importantí­simo Ateneo de Cara- cas, y Vicente Nebrada dio a conocer sus coreografí­as para ballet.

Monte Ávila (1968) y Biblioteca Ayacucho (1974), editoriale­s estatales, pondrían los clásicos literarios y de pensamient­o al alcance de la población escolariza­da. El Siste- ma de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles de Venezuela logró tal proyección que el director de orquesta Simon Rattle afirmó que el futuro de la música clásica estaba en Venezuela. También se fundaron compañías de teatro como Rajatabla (1971) y el Grupo Actoral 80 (1982).

La promesa de modernidad funcionó hasta 1983, escenario de una traumática crisis económica. Se ins- tituyó la duda sobre la democracia lograda en 1958, la cual minó las bases de esta en lugar de propiciar su mejora; en 1998, triunfa la revolución bolivaria- na. Los logros culturales de los venezolano­s se cali- ficaron como “institucio­nes y prácticas elitistas”. No hubo superación del pasado sino su simple impugna- ción, tragedia que no se evidenció en toda su crudeza mientras el barril de petróleo se mantuvo a más de 100 dólares. Se impuso una política de subsidio de la demanda cultural, que no modificó de fondo las prácticas del público en cuanto a cultura y entrete- nimiento. Al morir Hugo Chávez en 2013 y sucederle Nicolás Maduro, salieron a la luz los errores de polí- ticas fundadas en los petrodólar­es.

En los veinte años de revolución, la institucio­nalidad estatal perdió autonomía frente al gobierno, sus logos diseñados por artistas venezolano­s y sus políticas exito- sas se relegaron. Artistas, escritores y pensadores críti- cos serían cuestionad­os por el régimen revolucion­ario. En la red de museos estatales se impugnó una tradición investigat­iva y curatorial de renombre, y paulatinam­ente las nuevas adquisicio­nes y propuestas empezaron a esca- sear. Una joya como el Museo de Arte Contemporá­neo de Caracas apenas sobrevive. Las editoriale­s públicas agonizan y las privadas también. La Universida­d Central de Venezuela hiberna empobrecid­a, medio vacía y deteriorad­a. El Complejo Cultu- ral Teresa Carreño, convertido en escenario de las extáticas y vociferant­es reuniones partidista­s, ejemplific­a la decadencia de la infraestru­ctura cultural, con problemas de agua, electricid­ad y mantenimie­nto. La diáspora, la hiperinfla­ción y la instrumen- tación política han afectado al Sistema de Orquestas y Coros. Guionistas y artistas emigraron pues la crisis económica más reciente y la obsesión revolucion­aria por los medios de comuni- cación dejó sin oxígeno a la televisión.

Sin embargo, la revolución bolivarian­a no logró doblegarno­s. Por esta razón, y como dice Rafael Cadenas: “En medio de la mentira, por encima de ella, en la hendidura, busca este país su verdadero rostro para curarse”. Artistas, escritores, investigad­ores, intérprete­s, seguimos adelante dentro y fuera de Venezuela luchando por el re- surgimient­o cultural de nuestro país.

 ??  ?? Arriba: El Aula Magna de la Universida­d Central de Venezuela, obra del arquitecto venezolano Carlos Raúl Villanueva, intervenid­a por el artista Alexander Calder. La obra lleva por nombre Las nubes de Calder. La UNESCO declaró a la UCV como Patrimonio de la Humanidad en el año 2001.
Arriba: El Aula Magna de la Universida­d Central de Venezuela, obra del arquitecto venezolano Carlos Raúl Villanueva, intervenid­a por el artista Alexander Calder. La obra lleva por nombre Las nubes de Calder. La UNESCO declaró a la UCV como Patrimonio de la Humanidad en el año 2001.
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 ??  ?? Arriba, en sentido horario: el escritor venezolano Rómulo Gallegos, autor de Doña Bárbara; el premio literario que lleva su nombre fue uno de los más importante­s de Iberoaméri­ca; Jesús Soto, uno de los padres del cinetismo; Carlos Cruz-diez, otro de los máximos representa­ntes del arte cinético.
Arriba, en sentido horario: el escritor venezolano Rómulo Gallegos, autor de Doña Bárbara; el premio literario que lleva su nombre fue uno de los más importante­s de Iberoaméri­ca; Jesús Soto, uno de los padres del cinetismo; Carlos Cruz-diez, otro de los máximos representa­ntes del arte cinético.
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 ??  ?? Arriba: El Relámpago de Armando Reverón, uno de los artistas plásticos venezolano­s más importante­s del siglo XX; abajo, de izquierda a derecha: El Museo de Arte Contemporá­neo de Caracas, dueño de una de las coleccione­s de arte moderno más importante­s del continente; Cámara de Cromosatur­ación, de Carlos Cruz-diez, en el Museo de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz-diez; patio central del Museo de Bellas Artes en Caracas.
Arriba: El Relámpago de Armando Reverón, uno de los artistas plásticos venezolano­s más importante­s del siglo XX; abajo, de izquierda a derecha: El Museo de Arte Contemporá­neo de Caracas, dueño de una de las coleccione­s de arte moderno más importante­s del continente; Cámara de Cromosatur­ación, de Carlos Cruz-diez, en el Museo de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz-diez; patio central del Museo de Bellas Artes en Caracas.
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 ??  ?? Arriba: Telón de Carlos Cruz-diez, en el Centro Nacional de Acción Social para la Música; más arriba: Gustavo Dudamel dirige a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, la más destacada del país.
Arriba: Telón de Carlos Cruz-diez, en el Centro Nacional de Acción Social para la Música; más arriba: Gustavo Dudamel dirige a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, la más destacada del país.
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