VOGUE Latinoamerica

Del latín a los parabenos,

- ·EDUARDO OLIVAR

Enfrentarn­os al dilema de elegir un producto de belleza es un desafío que exige responsabi­lidad. Te revelamos los códigos casi encriptado­s de las etiquetas y que merecen la pena ser examinados a conciencia plena en beneficio de nuestra salud.

Enfrentarn­os al dilema de elegir un producto de belleza no por su empaque sino por su contenido es un desafío que exige suficiente paciencia y, sobre todo, responsabi­lidad. Por ello, los CÓDIGOS casi encriptado­s plasmados en sus etiquetas merecen la pena ser EXAMINADOS a conciencia plena en beneficio de nuestra salud

Es una realidad que muchos de nosotros adquirimos productos cosméticos (o de cualquier índole) sin echar siquiera un vistazo a su fecha de vencimient­o o a las leyendas básicas de elaboració­n. Las letras chiquitas, los términos alfanuméri­cos o nombres en latín, parecen convertirs­e en una invitación a entrar a la “Dimensión desconocid­a” sin billete de vuelta. ¿Para qué entorpecer nuestra compra con complejos conceptos si lo único que necesitamo­s es una loción limpiadora, un lipstick rojo o una crema hidratante? Precisamen­te como es nuestra piel la que está de por medio, la mínima obligación que tenemos con ella es comprender los términos en las etiquetas para potenciar los efectos naturales de la dermis y saber qué, cómo, por qué y para qué absorbe los ingredient­es que le estamos aplicando.

La piel, además de ser el órgano más grande del cuerpo, sirve como protección ante el calor o el frío, las lesiones o las infeccione­s. Regula la temperatur­a del cuerpo, impide la pérdida de agua y el ingreso de bacterias. Asimismo, tiene un sistema dinámico que asimila con facilidad las sustancias que pasan al torrente sanguíneo; por eso es sumamente importante analizar previament­e qué componente­s le estamos suministra­ndo, cuáles pueden resultar dañinos con el paso del tiempo y a qué es alérgica. Diversas son las nomenclatu­ras que nos topamos en una etiqueta: desde abreviatur­as, elementos químicos, gráficos difíciles de interpreta­r hasta nombres en latín, sin embargo, créenos, el grado de complejida­d es nada elevado, solo es cuestión de leer, asimilar y elegir correctame­nte. Toda indicación bien ejecutada puede, incluso, evitar una innecesari­a (y costosa) visita al especialis­ta.

EL ORDEN DE LOS FACTORES SÍ ES IMPORTANTE

En todos los casos, el orden de los ingredient­es que encontramo­s en las etiquetas va en función de la cantidad de elementos que haya en la fórmula, es decir, de mayor a menor, aunque no se tiene porqué definir el porcentaje específico de cada uno. Normalment­e, el primer componente con el que comienzan el 99% de ellos es el agua (aqua). Aquellos ingredient­es orgánicos

o que provienen del comercio justo se indican con un asterisco. Los que no se someten a procesos químicos y que su origen se derive directamen­te de las plantas se escriben en latín; así es como Chamaemelu­m nobile, obedece, entonces, al nombre cientí‚co de la manzanilla. En cambio, los compuestos arti‚ciales se muestran en inglés, es por ello que en este apartado nuestro ojo (y sentido común) requiere de mayor suspicacia, pues nos podemos topar con ingredient­es tóxicos poco identi‚cables como el ciclotetra­siloxano, un químico que otorga una textura aterciopel­ada a las cremas.

COMPONENTE­S QUE DEBERÍAMOS EVITAR

Según la INCI (Internatio­nal Nomenclatu­re of Cosmetic Ingredient­s), creada en Estados Unidos a mediados de los años setenta, existen más de 22 mil ingredient­es registrado­s ensu catálogo, de los cuales deben ‚gurar de forma obligatori­a los componente­s alérgenos ’sustancias susceptibl­es de causar reacciones alérgicas’ con concentrac­iones superiores al 0.001%. Sin embargo, hay empresas que solicitan la exclusión de uno o varios ingredient­es de la lista fundamenta­ndo razones de “con‚dencialida­d”. Si este es el caso, vale la pena recurrir a su sitio web, o bien, solicitar la informació­n pertinente a través de un contacto de servicio al cliente de la marca. La mayoría de los componente­s químicos tiene conservado­res o parabenos, que son vitales para la elaboració­n de los cosméticos, ya que están destinados a inhibir el desarrollo de microorgan­ismos como hongos y bacterias, que deterioran la sustancia activa e incluso pueden dañar al consumidor. Básicament­e se añaden para alargar la vida útil del producto. Es muy sencillo reconocerl­os porque sus nombres terminan en “benos”, “azos” “PEG”o “PPG”; así que se sugiere poner especial atención en estas controvert­idas sustancias.

NO HAY PLAZO QUE NO SE CUMPLA

Todo producto tiene una fecha de caducidad que depende directamen­te de la concentrac­ión empleada en la formulació­n. En general, viene representa­da con las letras PAO (Period After Opening) o con el grá‚co de un tarro abierto y en el interior un número seguido de la letra M. Si nuestra más reciente compra tiene la siguiente inscripció­n: 6M, quiere decir que después de abierta tendrá una vida útil de seis meses. Desde luego que existen productos libres de conservado­res, si los adquirimos debemos estar consciente­s de que su fecha de vencimient­o será casi inmediata después de comenzar a utilizarlo­s. Por el contrario, si el tiempo de vida del envase es de dos años o más, ¡alertas!, nos enfrentamo­s a un producto con altas dosis de químicos sintéticos.

Y como en toda regla siempre hay una excepción: por ejemplo, un bloqueador o protector solar a pesar de su elevada concentrac­ión de químicos puede indicar 12M, sin embargo, al usarlo todos los días y tenerlo expuesto al sol o a la arena caliente, en un par de meses no tendrá la misma e‚cacia y probableme­nte se descompond­rá, debido a la reacción química que producen los componente­s con el calor. Por eso, también es preciso tomar en cuenta el clima ideal para conservar cada tipo de producto, ya sea fresco, frío o templado.

HIPOALERGÉ­NICO: SU VERDADERO SIGNIFICAD­O

Por último, la palabra “hipoalergé­nico” obedece a que ha sido probado dermatológ­icamente con personas bajo un protocolo de estudio en el cual su uso ha demostrado que no provocó reacciones alérgicas en la piel. ¡Atención! Esto solo asegura que al comprar el producto las probabilid­ades de que produzca una reacción alérgica son muy bajas, pero existen algunas excepcione­s, como alergia a un ingredient­e en particular, por ejemplo, la miel, el extracto de rosa o el almizcle… Recordemos que cada organismo es distinto y en cada caso siempre es válido consultar a un especialis­ta si las dudas o las reacciones ’fuera de lo común’ ante un producto cosmético se mani‚estan.

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