Del latín a los parabenos,
Enfrentarnos al dilema de elegir un producto de belleza es un desafío que exige responsabilidad. Te revelamos los códigos casi encriptados de las etiquetas y que merecen la pena ser examinados a conciencia plena en beneficio de nuestra salud.
Enfrentarnos al dilema de elegir un producto de belleza no por su empaque sino por su contenido es un desafío que exige suficiente paciencia y, sobre todo, responsabilidad. Por ello, los CÓDIGOS casi encriptados plasmados en sus etiquetas merecen la pena ser EXAMINADOS a conciencia plena en beneficio de nuestra salud
Es una realidad que muchos de nosotros adquirimos productos cosméticos (o de cualquier índole) sin echar siquiera un vistazo a su fecha de vencimiento o a las leyendas básicas de elaboración. Las letras chiquitas, los términos alfanuméricos o nombres en latín, parecen convertirse en una invitación a entrar a la “Dimensión desconocida” sin billete de vuelta. ¿Para qué entorpecer nuestra compra con complejos conceptos si lo único que necesitamos es una loción limpiadora, un lipstick rojo o una crema hidratante? Precisamente como es nuestra piel la que está de por medio, la mínima obligación que tenemos con ella es comprender los términos en las etiquetas para potenciar los efectos naturales de la dermis y saber qué, cómo, por qué y para qué absorbe los ingredientes que le estamos aplicando.
La piel, además de ser el órgano más grande del cuerpo, sirve como protección ante el calor o el frío, las lesiones o las infecciones. Regula la temperatura del cuerpo, impide la pérdida de agua y el ingreso de bacterias. Asimismo, tiene un sistema dinámico que asimila con facilidad las sustancias que pasan al torrente sanguíneo; por eso es sumamente importante analizar previamente qué componentes le estamos suministrando, cuáles pueden resultar dañinos con el paso del tiempo y a qué es alérgica. Diversas son las nomenclaturas que nos topamos en una etiqueta: desde abreviaturas, elementos químicos, gráficos difíciles de interpretar hasta nombres en latín, sin embargo, créenos, el grado de complejidad es nada elevado, solo es cuestión de leer, asimilar y elegir correctamente. Toda indicación bien ejecutada puede, incluso, evitar una innecesaria (y costosa) visita al especialista.
EL ORDEN DE LOS FACTORES SÍ ES IMPORTANTE
En todos los casos, el orden de los ingredientes que encontramos en las etiquetas va en función de la cantidad de elementos que haya en la fórmula, es decir, de mayor a menor, aunque no se tiene porqué definir el porcentaje específico de cada uno. Normalmente, el primer componente con el que comienzan el 99% de ellos es el agua (aqua). Aquellos ingredientes orgánicos
o que provienen del comercio justo se indican con un asterisco. Los que no se someten a procesos químicos y que su origen se derive directamente de las plantas se escriben en latín; así es como Chamaemelum nobile, obedece, entonces, al nombre cientíco de la manzanilla. En cambio, los compuestos articiales se muestran en inglés, es por ello que en este apartado nuestro ojo (y sentido común) requiere de mayor suspicacia, pues nos podemos topar con ingredientes tóxicos poco identicables como el ciclotetrasiloxano, un químico que otorga una textura aterciopelada a las cremas.
COMPONENTES QUE DEBERÍAMOS EVITAR
Según la INCI (International Nomenclature of Cosmetic Ingredients), creada en Estados Unidos a mediados de los años setenta, existen más de 22 mil ingredientes registrados ensu catálogo, de los cuales deben gurar de forma obligatoria los componentes alérgenos sustancias susceptibles de causar reacciones alérgicas con concentraciones superiores al 0.001%. Sin embargo, hay empresas que solicitan la exclusión de uno o varios ingredientes de la lista fundamentando razones de “condencialidad”. Si este es el caso, vale la pena recurrir a su sitio web, o bien, solicitar la información pertinente a través de un contacto de servicio al cliente de la marca. La mayoría de los componentes químicos tiene conservadores o parabenos, que son vitales para la elaboración de los cosméticos, ya que están destinados a inhibir el desarrollo de microorganismos como hongos y bacterias, que deterioran la sustancia activa e incluso pueden dañar al consumidor. Básicamente se añaden para alargar la vida útil del producto. Es muy sencillo reconocerlos porque sus nombres terminan en “benos”, “azos” “PEG”o “PPG”; así que se sugiere poner especial atención en estas controvertidas sustancias.
NO HAY PLAZO QUE NO SE CUMPLA
Todo producto tiene una fecha de caducidad que depende directamente de la concentración empleada en la formulación. En general, viene representada con las letras PAO (Period After Opening) o con el gráco de un tarro abierto y en el interior un número seguido de la letra M. Si nuestra más reciente compra tiene la siguiente inscripción: 6M, quiere decir que después de abierta tendrá una vida útil de seis meses. Desde luego que existen productos libres de conservadores, si los adquirimos debemos estar conscientes de que su fecha de vencimiento será casi inmediata después de comenzar a utilizarlos. Por el contrario, si el tiempo de vida del envase es de dos años o más, ¡alertas!, nos enfrentamos a un producto con altas dosis de químicos sintéticos.
Y como en toda regla siempre hay una excepción: por ejemplo, un bloqueador o protector solar a pesar de su elevada concentración de químicos puede indicar 12M, sin embargo, al usarlo todos los días y tenerlo expuesto al sol o a la arena caliente, en un par de meses no tendrá la misma ecacia y probablemente se descompondrá, debido a la reacción química que producen los componentes con el calor. Por eso, también es preciso tomar en cuenta el clima ideal para conservar cada tipo de producto, ya sea fresco, frío o templado.
HIPOALERGÉNICO: SU VERDADERO SIGNIFICADO
Por último, la palabra “hipoalergénico” obedece a que ha sido probado dermatológicamente con personas bajo un protocolo de estudio en el cual su uso ha demostrado que no provocó reacciones alérgicas en la piel. ¡Atención! Esto solo asegura que al comprar el producto las probabilidades de que produzca una reacción alérgica son muy bajas, pero existen algunas excepciones, como alergia a un ingrediente en particular, por ejemplo, la miel, el extracto de rosa o el almizcle… Recordemos que cada organismo es distinto y en cada caso siempre es válido consultar a un especialista si las dudas o las reacciones fuera de lo común ante un producto cosmético se maniestan.