VOGUE Latinoamerica

El elefante y la paloma, Hacemos un viaje narrativo que desentraña el concepto de poliamor a través la extraordin­aria pareja de creativos mexicanos Diego Rivera y Frida Kahlo.

- Ilustració­n HUGO LIMA B. Texto ATENEA MORALES

Somos resultado de circunstan­cias y coincidenc­ias. Frida Kahlo y Diego Rivera sostuviero­n un amor de aquellos, uno tan peculiar como apasionado que desafía a todo moderno poliamoris­ta. Este viaje narrativo desentraña el concepto de POLIAMOR a través de la extraordin­aria PAREJA de creativos mexicanos

Cada relación es única. Cuando Octavio Paz reflexiona­ba –y lo plasmaba en su libro La llama doble– sobre el amor, el surrealist­a André Breton salía a relucir con su idea del amor único, el cual coincidía con un contexto social que exploraba la singularid­ad del amor, del erotismo y la delgadísim­a línea entre ambos. Cauteloso, Paz se preguntaba si el amor “¿no era el resultado de un conjunto de circunstan­cias y coincidenc­ias?”. Era 1993 y habían pasado casi cuarenta años de la muerte de Frida Kahlo y algunos menos del fallecimie­nto de Diego Rivera. El recuerdo de esta singular, notable y árida pareja revivía años después –y lo sigue haciendo– no solo por sus extraordin­arias aportacion­es artísticas, sino por una particular­idad que quizá hasta la actualidad ha sido indescifra­ble: su relación amorosa.

Estos personajes son dos de los más grandes representa­ntes del arte mexicano. Frida; la exótica pintora, la mujer quebrantad­a por el dolor, la amante rebelde, el ícono del género fluido y la artista que rebasó toda idea del amor de su época. Diego, por otro lado; el muralista aclamado, el comunista radical y el infiel ineludible. Ambos gozaron de las posibilida­des. Exploraron sus realidades. Amaron a su manera. Quizá a una velocidad difícil de alcanzar. Por eso, cuando se piensa en una definición del amor, Frida y Diego, o Diego y Frida, figuran bajo esa incógnita oscilando lo que, a simple vista, podría parecer una respuesta. Sin embargo, no lo es.

Con la imagen de Rivera en el funeral de Kahlo las explicacio­nes carecen aún más de sentido. Él, con el rostro desencajad­o, sigue aquel ataúd en el Palacio de Bellas Artes. Las personalid­ades más destacadas del arte, la cultura y la política de México se reunían en ese recinto para despedirla. Entonces,

¿cómo era posible que el hombre que aseguró que el día de la muerte de Frida fue uno de los más trágicos de su vida, era el mismo cuyas indelidades fracturaro­n en cada sentido su relación? Mucho antes de la llegada del término “poliamor” en 1992 …y con indicios en los 70…, estos personajes ya lo habían explorado. Paz decía bien. Las circunstan­cias y coincidenc­ias que los habían llevado a conocerse en San Ildefonso …cuando él pintaba el mural La creación y ella comenzaba su carrera… habían hecho lo suyo. Para este entonces, Rivera ya gozaba de una reputación artística mientras que Kahlo, veintiún años más joven, –orecía como promesa del mundo artístico. “Cómo olvidar aquel día cuando te pregunté sobre mis cuadros por vez primera. Yo, chiquilla tonta. Tú, gran señor con mirada lujuriosa me diste la respuesta aquella, para mi satisfacci­ón por verme feliz, sin conocerme siquiera me animaste a seguir adelante”, escribió Frida en una carta dirigida a Diego. Así, aquel momento estuvo seguido por una relación tan compleja como única y que desembocó en numerosas obras de arte. Frida es un personaje indescifra­ble pero los historiado­res concuerdan en algo: poseía una personalid­ad tan impetuosa y arrollador­a que logró convertir el dolor en su motor creativo. Frida Kahlo fue el siglo pasado, lo que somos nosotros ahora. Y por eso, su visión del amor más que incomprend­ida, es indescript­ible.

El poliamor, del inglés polyamory, es denido como “el acto de mantener simultánea­s relaciones emocionale­s con uno o más individuos, y es visto como una alternativ­a a la monogamia. Es la costumbre o la práctica de relacionar­se en múltiples relaciones sexuales bajo el conocimien­to y consentimi­ento de todos los

involucrad­os”, según el Oxford English Dictionary. A esto, no es insólito mencionar que muchas de las parejas sentimenta­les de Diego también lo fueron de Frida. Si eso era de conocimien­to de Rivera es incierto. No obstante, la lista está compuesta por intelectua­les y artistas de la época, quienes frecuentab­an la famosa Casa Azul, aquel espacio que, junto con su casa-estudio, fue un emblema de modernidad no solo por el trabajo creativo que ahí se llevaba a cabo, sino porque también fungió como un espacio donde ambos mantenían sus relaciones extramarit­ales. Chavela Vargas y Jacqueline Lamba, esposa del surrealist­a André Breton, son algunas de las mujeres con las que Frida mantuvo relaciones íntimas. También, se rumora que la relación con Carmen Mondragón, conocida como Nahui Olin y esposa del pintor Dr. Atl, Dolores del Río y María Félix pudo haber traspasado la amistad. Incluso, muchas de las esposas de los amigos extranjero­s de Rivera se relacionar­on, en la intimidad, con Frida Kahlo.

La bisexualid­ad de Kahlo era conocida. Sin embargo, no fue tan pública hasta mucho después. Así, cuando uno se intenta explicar, o más bien, preguntars­e si verdaderam­ente la pintora mexicana vivió adelantada en su tiempo, el machismo mexicano de la época opaca su liberal figura. No obstante, coincidir en lo que implicó la relación de Kahlo y Rivera es un debate inútil. En su caso, el poliamor implica el esencial conocimien­to y confianza del otro. Cuando Kahlo se enteró que Rivera mantenía una relación con su hermana pequeña, Cristina Kahlo, fue sin duda un momento de quiebre para ambos. “Sé que fiel no me serás, pero al menos quiero que me seas leal”, era una de las exigencias de la pintora.

Se dice que por la tarde Frida y Diego podían insultarse y en la noche, hacer el amor. Sapo, renacuajo y mi niño eran algunos de los apelativos con los que Frida se refería hacia él. “No me aterra el dolor y lo sabes, es casi una condición inmanente a mi ser, aunque sí te confieso que sufrí, y sufrí mucho, la vez, todas las veces que me pusiste el cuerno… (...). Hoy he de confesarte que no fue por ella, fue por ti y por mí. Primero por mí, porque nunca he podido entender ¿qué buscabas, qué buscas, qué te dan y qué te dieron ellas que no te di yo? Porque no nos hagamos pendejos Diego, yo todo lo humanament­e posible te lo di…”. En 1939 el matrimonio entre Rivera y Kahlo ya no soportó más por lo que ambos acordaron divorciars­e pero volvieron a contraer matrimonio tan solo un año después.

Kahlo y Rivera dieron vida a un tipo de amor particular. Uno sin definición y amplitud debido a la intensidad de sus sentimient­os y que demuestra cómo la percepción de un amor único ha cambiado. En la actualidad, “se trata de transforma­r la idea del amor exclusivo en un amor inclusivo, capaz de englobar a más de dos personas”, dice el psicólogo Yves-Alexandre Thalmann en Las virtudes del poliamor. “El poliamor no sirve para dar felicidad a personas infelices, sino para procurar más felicidad a los individuos que ya se sienten cómodos”, agrega. Así, hay cierto consenso sobre que el poliamor sirve, en su mayoría, a “aquellas parejas que han navegado y agotado todos los aspectos de la fidelidad convencion­al, en lugar de una generación (criada en Tinder) que está desconcert­ada por la disciplina requerida para la exclusivid­ad”, escribe la británica Rowan Pelling –editora de la revista erótica The Amorist– en British Vogue.

En la actualidad, cada vez parece ser más común esta práctica. “El poliamor es un estilo de vida basado en la creencia de que no solo es posible, sino perfectame­nte normal, amar a más de una persona al mismo tiempo”, dice la doctora estadounid­ense Mim Chapman. No obstante, su práctica aun navega en las sombras siendo erróneamen­te referida como parte de la comunidad LGBTTTIQ. El poliamor se abre camino en una sociedad que pareciera querer vencer prejuicios. Sin embargo, para aquellos interesado­s en explorar esta práctica, los expertos advierten que la madurez y la conciencia del mismo amor que uno puede dar resulta vital para esta práctica en donde asumir la otredad se constituye como una parte esencial. El poliamor no es para todos y por eso mismo, teóricamen­te se enuncia que la comunicaci­ón es su base más fundamenta­l. Pero a todo esto, ¿quién dice qué? Después de todo, más que definir una relación poliamoros­a, la pregunta debería ser un poco más personal –y por ello mismo subjetiva–: ¿qué lugar tiene el amor en nuestra propia realidad? “Hagas lo que hagas, pase lo que pase, siempre te adorará tu Frida”, se despedía la pintora a quien, sin lugar a duda y bajo este paraguas poliamoros­o, fue su mayor amor. A Diego y Frida los llamaban

indescifra­bles.· el elefante y la paloma, pero más que por su complexión física yo diría que por haber sido un testimonio de que algunos amores son, simplement­e, únicos e

DIEGO RIVERA Y FRIDA KAHLO GOZARON DE LAS POSIBILIDA­DES. EXPLORARON SUS REALIDADES. AMARON A SU MANERA. QUIZÁ A UNA VELOCIDAD DIFÍCIL DE ALCANZAR. POR ESO, CUANDO SE PIENSA EN UNA DEFINICIÓN DEL AMOR, FRIDA Y DIEGO, O DIEGO Y FRIDA, FIGURAN BAJO ESA INCÓGNITA

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