Mujer de PALABRAS
La primera novela de Karina Sainz Borgo, La hija de la española, no da treguas. Arrastra al LECTOR a traves de la trágica vorágine venezolana. El libro, un fenómeno editorial sin precedentes, convierte a su autora en una voz indispensable de la literatura latinoamericana
El 7 de marzo de 2019, a las 16:55 hora, un fallo de electricidad sumió a Venezuela en una noche de casi siete días. Ese mismo día llegó a las librerías La hija de la española.
La novela cuenta la historia de Adelaida Falcón, quien acaba de enterrar a su madre. A su orfandad se une el dolor y la rabia contra un país que se desmorona. Una realidad que la invade y la saca de su casa. En la puerta de al lado encontrará un refugio, el cadáver de su vecina Aurora Peralta conocida como “la hija de la española” y la oportunidad de usurpar su identidad para salvarse. Sobre el proceso de construcción y deconstrucción de la identidad, sobre el duelo por un país fallido, sobre el instinto de supervivencia, la culpa y la nostalgia que produce saber que aquello que aprendimos a amar ya no está; Karina Sainz Borgo construye una novela llena de violencia y ternura que te llena de preguntas
¿Insinúa la historia de Adelaida Falcón que la salvación posible es individual, no colectiva? Esto es una novela, no el Antiguo Testamento. Ni siquiera sabemos si la salvación de Adelaida realmente ocurre, lo que me interesaba era el proceso mediante el cual alguien se abre paso para sobrevivir. Adelaida es víctima y verdugo al mismo tiempo. Me interesaba la metamorfosis del que destripa a la vez que es destripado.
¿Quién es Karina Sainz Borgo? Es una periodista cultural, fanática de la ópera. Una mujer sin correcciones políticas que fuma mientras escribe y ama las corridas de toros pues ahí: “Voy hacia la muerte y vuelvo de ella. Ahí, como en la ópera, soy capaz de recordar mis cementerios. Es un arte con desenlaces, dotado de violencia y belleza. Es lírico y terrible, al mismo tiempo”.
¿Una cartografía de Madrid hecha por una venezolana? Habría que ir por zonas y aún así me quedaría corta. En el Barrio de las Letras, pues sin duda Los Gatos, el vermut es espectacular; también La Dolores o La Cervecería Cervantes.
¿Por qué? Bajar andando por la calle Huertas, desde la iglesia de San Sebastián donde está ‘enterrado’ (los huesos están en una fosa común, la verdad) Lope de Vega o subir desde el Museo del Prado, para llegar callejeando a estos sitios me hace feliz. Me encanta subir por la calle Prado hasta Echegaray e ir a La Venencia. Me gusta, en la plaza de Ópera, el Alabardero, una taberna a dos portales de la fonda donde se quedó Verdi en Madrid. Y me gusta aún más La tienta, un bar taurino con más de cincuenta años”.
¿Volvería a Venezuela? Hay una paradoja: el país al que yo quiero volver ya no existe. Está ahí, pero su espíritu desapareció. Aunque hay cosas que extraño tanto: conversar con Elisa Lerner en su casa con aquellas vistas al Ávila. También extraño el Ávila en sí mismo, y las escaleras de El Calvario, las montañas de Santa Inés, el sonido de los grillos al caer la noche, perderme en La gran Pulpería del Libro, comer un pargo con Solera verde en el Rey del pescado frito …
¿Existe un futuro para su país? Venezuela atraviesa un proceso de metamorfosis muy profundo. No sé si para bien o no, tenemos un gran reto moral: aprender de este terrible proceso, de este desierto tan grande al que hemos entrado, o quedarnos aislados, dando vueltas alrededor de nuestro propio eje. Hay un justo equilibrio y la oportunidad de saldar cuentas con muchos fantasmas, entre ellos “los hombres fuertes” y los militares. Venezuela es una proposición, una oportunidad.