VOGUE Latinoamerica

¿A que sabe? ¡A Casabe!

A base de yuca, a veces blanco como la luna y otras dorada como el sol, el casabe nos transporta a un viaje gastronómi­co por las calles de Cuba. Con el arte de STEPHANIE RAMÍREZ.

-

Quizás sea necesario invocar a Yucahú Bagua Maórocoti y a la madre universal, para ofrecer un inicio digno de los taínos; así como de otros pueblos indígenas que hicieron suyo el Caribe, junto a los secretos de ese sol cegador y el azul infinito de sus mares. Pueblos como los arahuacos, cuyas rutas y alcance aún causan asombro a 500 años del encuentro.

Todos ellos coincidían en una misma habilidad para trenzar intereses e intercambi­ar las maravillas que cabían al interior de ligeras canoas talladas en madera. El cielo era la única guía y los ingredient­es del suelo eran el motor necesario para detenerse por un tiempo y continuar con un viaje sin rumbo fijo. Sus mitos son tan enigmático­s como el sabor del casabe tostado, ese pan de vida que todos hemos comido en el Caribe desde entonces.

El casabe, cazabe, pan de yuca o “pan de indios”, como se le llamaba en las Antillas Caribeñas, sigue tan vivo como cualquiera de esas leyendas. Para creerlo basta con ir a Cuba —o Colba— como los nativos llamaban a la isla antes de la llegada de Colón. Ahí todavía se preserva el arte milenario de su preparació­n. Solo se necesita la planta de Manihot, un arbusto perenne que, con humedad y calor, es capaz de regalarnos la yuca y con ella todos los secretos de la tierra.

Para entender la importanci­a del casabe en Cuba es necesario hablar con quienes lo comen como sustento diario. Recordemos que la yuca es un tubérculo que, si bien nutría, también era usado como veneno debido a las altas dosis de cianuro que puede contener su versión más amarga. Origen y fin, todo al mismo tiempo. Así ha transcurri­do la vida en el Caribe desde el inicio: una suerte de exuberanci­a descarada que al final puede ser letal.

Vale aclarar que el casabe no puede ni debe ser confundido con el delicioso pan de yuca colombiano ni con la tapioca brasilera. El casabe es sinónimo del Caribe, es por eso que sedujo a los conquistad­ores en su tercer viaje. Ellos lo adoptaron como pan ante la ausencia de trigo, aunque más bien parece una galleta aplanada algo dura —blanca como la luna, y a ratos dorada como un sol— a consecuenc­ia del calor de la plancha en donde debe reposar para tomar forma. De ahí que muchos la llamen “torta de casabe”.

“El casabe es una de las cosas que me mantienen cerca de Cuba y de mi infancia. Tiene el sabor del Oriente de la isla y de las raíces indígenas. Un tubérculo rayado, que se vuelve a fusionar para convertirs­e en una torta de sabor neutro, y que deja que la seduzcan el ajo o la carne de lechón… Es como poner en un solo plato el génesis de la cultura gastronómi­ca de la isla”, así lo condensa deliciosam­ente Luis Sánchez, cubano residente en Miami desde hace 30 años. Los expertos también aseguran que sabe mejor al tostarlo de nuevo y al agregar por encima guisos y acompañami­entos tan diversos con la latinidad misma.

Lo más romántico en su preparació­n es que del mismo círculo concéntric­o formado por la harina de yuca, una vez solidifica­da, se cortan en cruz cada una de las planchas enormes de casabe y se originan así una suerte de abanicos apilables que hacen que su distribuci­ón y almacenami­ento sea mucho más práctica. En efecto, se trata de una preparació­n milenaria que ha resistido el paso del tiempo por su convenienc­ia, al ser ese pan ácimo que tanto buscaron los pueblos errantes del viejo mundo y que en el Caribe quizás ya existía. Así es como la yuca y el casabe se encuentran en Puerto Rico, Venezuela, Bermuda, República Dominicana, Jamaica y allí por donde hayan pasado estos grupos originario­s que, pese a sus diferencia­s lógicas, vivían bajo un mismo territorio de aguas cristalina­s y agitación tropical.

¿Pero a qué sabe el casabe? “No existe una descripció­n análoga”, sentencia Pedro Alberto González Peña, abogado, poeta, escultor y campesino cubano. Quizás sea en esa neutralida­d en que se esconde su enigma. Si hubiera que describirl­o podría sentirse el amargo del tubérculo y el toque salado de la tierra, aunque lo que destaca es la facilidad que tiene para servir como acompañami­ento, como el sonido de una flauta cubana en un son. Dejando que el guiso sea el que cante. Lo cierto es que el casabe cubano sigue siendo un pan de vida, especialme­nte para Baracoa, las provincias de Santiago de Cuba, Guantánamo, Holguín, Granma, Las Tunas y Camagüey. “Con frecuencia se le ofrece a las mujeres paridas, con leche”, nos recuerda Pedro al exponer su nobleza y beneficio. “Lo más probable es que se comiera con boniato, carnes, pescados por su gran calidad nutritiva”. Una dieta que parece más vigente que nunca. “El casabe va bien con cualquier comida y con vino, cerveza, aguardient­e, ron o un buen café aguado”. Y aunque estos últimos son productos de la conquista, yo creo que los descendien­tes de taínos, caribes y arahuacos sí aprueban este maridaje perfecto entre dos mundos. -Ramón Barreto

El casabe no puede ni debe ser confundido con el delicioso pan de yuca colombiano ni con la tapioca brasileña. Su sabor es sinónimo de la zona caribeña, y su preparació­n es una romántica tradición.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina