Tres décadas en movimiento
Pipo Cipolatti repasa los 30 años que pasaron desde que editó su álbum más popular. Además, cuenta cómo será el show en Córdoba.
el músico, humorista y escritor Pipo Cipolatti vive un agitado presente productivo que puede resumirse en dos productos culturales puntuales. El primero tiene que ver con la celebración del 30° aniversario de La dicha en movimiento, el primer disco de Los Twist que marcó un quiebre en el rock nacional de los ‘ 80 por su desprejuicio y singularidad.
Y el segundo, con la publicación de un libro que lleva el título Lo que nunca se dijo. Conversaciones con José Retik, donde filosofa y delira en idénticas dosis, además de reactualizar el legado de Los Twist y reivindicarse a sí mismo como el creador del “absurdo nacional”. El “absurdo nacional” o ese oasis creativo que Pipo desarrolló en Boro Boro o La TV ataca y del que luego untaron desde Alfredo Casero a Diego Capusotto.
Podría sumarse alguna incursión televisiva al presente Cipolattiano, pero Pipo dice que se le borraron todos los contactos de su agenda. “Aparte, de la tele siempre me llamaron; nunca fui a proponer algo”, aclara a minutos de haber silenciado el bullicio de sus mellizos en su hogar porteño.
Así que tenemos a Pipo sin tele pero intentando perpetuar un momento mágico de Los Twist. El de La dicha..., publicado en 1983 sobre el filo del despertar democrático.
– ¿ Qué te sugiere el disco en retrospectiva?
– Fue un disco iconoclástico ( sic) porque marcó un quiebre, de alguna manera. Reseteó a la canción de protesta, al rock sinfónico y al jazz rock, géneros que odiábamos. Pero lo cierto es con ( Daniel) Melingo entramos a grabar porque a Charly ( García) le parecía que debíamos hacerlo. “¿ Estás seguro de grabar estos temas?”, le retrucamos, y él contestó “sí, sin dudas”. Entonces, entramos al estudio un viernes y el domingo estaba terminado. Y a los dos meses y medio era doble platino. Todo fue demasiado dinámico como para recordar detalles. Nos la pasamos tocando y comiendo sánguches.
– Una velocidad inusual aún hoy.
– Y sí, pero hablamos de que había buenos músicos en la banda, de que teníamos un productor artístico que la tenía muy clara y un ingeniero de sonido, Amilcar Gilabert, más su asistente, Mario Breuer, que lograron captar a la banda casi en vivo. Grabamos en 20 horas, 10 el viernes, otras 10 el sábado; y la mezcla demandó nueve horas y media.
– ¿ Charly puso énfasis en el audio o privilegió la cues- tión artística?
–“Póngase a tocar”, nos dijo. Y después nos preguntó “¿ puedo tocar yo acá?”. Y nos tiró arreglos en Jugado lulla lulla. El único arreglo real de Charly fue en Cleopatra, cuando le dijo a Rolo “hacé el golpe de bombo pum pum; pum pum, pum pum cuando la letra dice ‘ tu tumba, tu tumba’”. En Pensé que ser trataba de cieguitos puso el solo de guitarra en un solo canal mientras la banda suena en otro, un concepto medio beatle de grabación. Además, metió teclados en algunos temas, hizo coritos en Jabones flotadores y logró que Calamaro toque el órgano en Es la locura.
– El disco quedó asociado a la primavera alfonsinista.
– No hay intención sociopolítica en La dicha en movimiento. Yo componía canciones. A Pensé que se trataba de cieguitos la había compuesto hacía tres años. Hay temas que tenían vieja data y no se compusieron específicamente para algo que se fuera a llamar La dicha en movimiento. De política nunca supe un carajo, ni pienso saber. Si se estaba incendiando Biafra, no era nuestra culpa. Nuestro desprejuicio no era político.
– ¿ Marcó un estándar muy alto ese disco que luego no pudieron superar?
– No apuntábamos a ningún lado. Además, después de La dicha… ya no estaba Fabiana, y la gente había comprado eso del grupo de chica sexy con cinco tipos con trajes y moñitos. Los discos posteriores fueron buenísimos, pero no tuvieron difusión. El segundo, de hecho, coincidió con el retiro de Daniel Grinbank del mercado discográfico. Y así estuvimos hasta que en los ‘ 90 la pegamos con El estudiante.
El libro Lo que nunca se dijo. Conversaciones con José Retik consta de un ziz zag temático que va, tal como lo observa Tom Lupo en el prólogo, de la ciencia al cómic, pasando por anécdotas asociadas a Freud, Lacan y a Dalí, entre tantos otros. En ese hueco también hay recetas, incorrección política, reivindicaciones a la clase media de antaño. Eso resultó del envío permanente de información entre Pipo con el psicólogo platense, confeso fan de Los Twist. “Habíamos escrito un libro de 500 páginas acerca de drogas… Era tan largo, que resultaba muy difícil que una editorial lo tome. Después de eso, empezamos a mandarnos correos y grabarnos algunos intercambios. ‘ Esto podríamos mandarlo en formato de libro’, me propuso José, consciente de la incoherencia que habitaba en el material”, revela Pipo sobre la génesis del opúsculo que en el apartado “Bonus track” vehiculiza una exaltación de la propia obra con Los Twist sin llegar al autobombo. Pero hay algo más en ese tramo.
– ¿ Te canonizás padre del absurdo nacional?
– No puedo autodefinirme así, pero pasaron cosas que se parecen a cosas que hice sin copiárselas a nadie. No sé imitar y no soy actor, así que mis creaciones las pensaba para mí y cerraban conmigo. No me pasó eso de querer parecerme a Letterman y ponerme Roberto Pettinato. Destaco a una persona que me pidió permiso para usar personajes. Fue Casero. “Che, voy a usar tales personajes para el programa”, me solicitó. Un buen gesto.
– ¿Y qué decir de tu paso por la TV bizarra? Porque en un momento eras el mimado de Mauro Viale.
– Ahora me aburre. Viale tenía un programa en Canal 7 al que llevaba gente freak, más o menos como lo que hace Anabella ahora. Después devino en programa periodístico donde bizarreaba la info, directamente; donde la gente se iba a pegar, o estaba la madre de una niña asesinada al lado de un travesti. Fue patético, era medio chocante. Ahora no me sorprende nada, pero me aburre, insisto. No digo que es malo Mauro Viale, sólo que ya no es original.