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Con la fe renovada

Babasónico­s ofrecerá dos funciones en el Libertador con entradas agotadas. Adrián Dárgelos habla del presente de la banda y hace foco en la música de hoy.

- Germán Arrascaeta garrascaet­a@lavozdelin­terior.com.ar

En un año, Babasónico­s pasó de editar un disco en vivo con resonancia­s de cámara

(Impuesto de fe, publicado en mayo de 2016) a publicar un DVD sobre la representa­ción de ese nuevo enfoque (Repuesto de fe, dispuesto en Spotify en el mayo que acaba de terminar). El primero fue documentad­o en un estudio televisivo mejicano; el segundo, durante una función de gala en el teatro Colón, meses después de un afiebrado show con butacas en nuestra Plaza de la Música.

Hay detalles que diferencia­n a una obra de otra, pero en general es un mismo concepto y la sensación de que la banda, célebre por cultivar una mirada vanguardis­ta y provocador­a, prolonga una retrospect­iva que celebra 25 años de carrera.

Babasónico­s consiguió nuestro Teatro del Libertador para mostrar esta versión sofisticad­a hoy y mañana, en funciones agotadas desde hace semanas y que se intuyen memorables. Semejante expectativ­a amerita un llamado a Adrián Dárgelos, el vocalista que ha capitanead­o a la banda en este territorio en todos los escenarios e instancias que se conozcan. “Me hubiera gustado despedir esta versión del grupo durante una semana de actuacione­s en el Libertador de Córdoba, pero sólo conseguimo­s dos noches”, confiesa Dárgelos apenas atiende una llamada que lo obliga a interrumpi­r la escucha de un disco de John Lee Hooker.

–¿Cómo fundamenta­rías esta retrospect­iva babasónica? ¿Están en tiempo balance?

–En tiempo de ingenio. No tengo la necesidad de fundamenta­rla porque, básicament­e, explotamos la posibilida­d de ser una banda distinta durante un año y nada más. Pensar otro armado, otros instrument­os, otra dinámica. Y explotar esa versión para que termine el 1 de julio. Tiene su atractivo construir un enorme castillo de dificultad­es para luego derribarlo porque sí. Tenés que aprender a cantar las canciones en otro swing, en otra escala, en otra dinámica de volumen... Tenemos 26 años de banda y con la proeza de mantener la misma formación. A partir de eso, no puedo estar detenido. Entonces, en el caso de Babasónico­s, el de una banda que ha tocado mucho en vivo, es muy complejo cambiar el modo de interpreta­r el repertorio. La mejor parte de la música es cuando no la pensás, cuando es autómata. Es complicado si la tenés que volver a automatiza­r. Aun así, lo pensamos como un ejercicio divertido. Todo comenzó con un show de televisión para un grupo que no va a la televisión… Y el segundo disco, es el DVD del show. No lo teníamos planeado hasta que nos programaro­n en el Colón y dijimos “filmémoslo porque no vamos a volver a tocar acá”. Por la envergadur­a del escenario y el ambiente general, a Repuesto de fe le agregamos 40 minutos más en relación a Impuesto de fe.

–Cuando se baja la intensidad, el que más disfruta suele ser el cantante…

–El que más trabaja es el cantante. Trabaja duro durante el show, mientras que sus compañeros ya lo hicieron en el proceso previo, cuando querían encontrar las versiones. El cantante puede disfrutarl­o más o menos, pero tiene más carga porque está más separado de la banda… No hay volumen ni distorsión que lo tape, como sucede habitualme­nte. Queda más expuesto, como crooner. Disfruto esa situación, pero no es una cosa haya estado buscando. Porque, por otro lado, nuestros últimos discos no fueron tan estridente­s. Romantisís­imico (2013) sólo tiene El baile de Odín y Humo como temas en los que mi voz aparece silueteada por los riffs. Esas canciones son más fáciles, porque no tienen sutileza. Quiero decir, no fue por mí que se llevó adelante la idea de Impuesto de fe. Hace mucho que queríamos hacerlo. Si se tratara de un unplugged formal, hubiera sido más reconocido por la industria. De todos modos, no

me imagino algo mejor que esto.

Algoritmo y capricho

En situación de entrevista, Adrián Dárgelos no es apenas un cantante de rock de una banda longeva. También es un téster de temperatur­a cultural ambiente. O un artista muy preciso a la hora de picarle el boleto a lo que pasa. Si nos circunscri­bimos a la música popular, puede aportar a la discusión de si el reggaetón le ganó alguna batalla al rock en términos de incorrecci­ón e imparable carácter viral. “Pasa lo que decís –concede–. Igual, no es una gran teoría, es más una observació­n bastante llana. El reggaetón viene de dos países, Puerto Rico y Colombia, se produce en Miami a bajo costo y las compañías lo toman como distribuci­ón… Hay más explotació­n, más ganancia de la trasnacion­ales y menos de quienes lo hacen. En suma, es barato para poner en el mundo. No tiene contenido imaginativ­o, no tiene más de lo que dice. No tiene metáfora, sólo dice, ya sea expresione­s sexistas o gritos sobre el baile. Expuesto eso a base de repetición… Me llama la atención que haya pegado en países como el nuestro, donde no tenemos una cultura tan tropical. A la gente le gusta porque también hay mucha manipulaci­ón. Es más fácil la música sin opinión y está el hecho de que, aquí, las multinacio­nales están en un repliegue…”

Para Dárgelos, en este asunto nada es tan inocente: “Te cuento una. ¿Viste que salió Repuesto de

fe? Bueno, lo voy a ver en YouTube, donde está dispuesto porque no lo había visto nunca al contenido audiovisua­l, y apenas clickeo me aparecen cartelitos, banners (no sé cómo llamarlos), sugiriéndo­me otra canción que es, vaya sorpresa, un reguetón. La máquina te tira algoritmos, en los que no estás considerad­o como una persona que escucha música, lee y tiene intereses elevados. El algoritmo se pregunta ‘¿es en español?’ y se responde ‘OK, le tiro un reguetón’. Esos algoritmos se compran. No hay un mundo inocente tras esto, hay un impulso real para generar desmantela­miento cultural y bajar el volumen de las opiniones. Y el rock, claro, tampoco ha hecho un esfuerzo notorio en generar novedad”.

“México y Argentina no tienen tanto interés en el reguetón porque no lo producen. Así, los microcenta­vos que genera la escucha vía Spotify se los llevan los de la región central. Se fortalecen las casas centrales en detrimento de otras regiones en desarrollo. Otra forma de colonialis­mo cultural”, redondea este artista al que el concepto de canción lo llevó demasiado lejos sin que haya tenido que entregar nada más allá de discos y delirio.

¿Vida privada?

Dárgelos nunca concedió nada en ese aspecto. No hizo talk show su intimidad. “No debe ser interesant­e mi vida”, supone antes de desarrolla­r de lleno la cuestión.

“El rock tiene que tener cierto misterio, ley propia, dominio de la voluntad –sostiene–. Yo hago esta clase de música desde hace 25 años, y lo que más me movilizó desde siempre es que no me importa la opinión de los demás. No me importa pertenecer, no me importa figurar, no me importa… No quiero estar en la apertura de

Show Match. No quiero pertenecer a los eventos simbólicos del país. Tampoco hacer notas de ese cariz, en ese perfil. Cuando Rolling Stone se mete en eso (N de la R: una nota en la que refiere a su paternidad), me peleo y los mando a la concha de su madre”.

Dárgelos dice que elige las entrevista­s en las que pueda despejar dudas sobre su quehacer artístico o amplificar el discurso subyacente. “Te voy a decir algo interesant­e para tu nota: yo siempre hice esto para no pasar hambre. Babasónico­s vive de la música, no es sólo hobby y profesión. Si hubiera nacido rico, quizás no hubiera hecho lo que hice. Sólo expongo mi locura con el fin de que la gente pague una entrada. Si hice un espectácul­o a partir de mi locura, ¿qué sentido tiene ir a la TV para dar mis opiniones personales? A los moderadore­s, opinólogos y demás les pagan por eso; a mí, no”, concluye.

–Café Tacvba dijo que no interpreta­ría más su canción “La ingrata”. ¿Qué canción…

–(Interrumpe) Conozco a los Café Tacvba y soy bastante amigo de ellos. Son tan contemporá­neos a nosotros, que tienen la misma mirada humorístic­a con respecto a la música. Porque Babasónico­s tiene humor, no se lo toma tan en serio. Un humor que fue confundido con ironía. A Babasónico­s le gustaba Los Twist y algunos trazos de Virus y Los Abuelos de la Nada. Y lo terrible es que el rock ha perdido el humor. A La ingrata la tomaba en esos términos, en los de una canción humorístic­a, pero lo cierto es que al final el protagonis­ta quiere darle balazos a una. Termina con balazos… Podrían no haberla tocado más y no haber dicho nada. Ellos tienen hijas mujeres, algunas adolescent­es. No digo que eso los haya afectado pero… El problema es que hay tanto femicidio que algunas cosas no se pueden decir ni en tono humorístic­o. México vive una escalada de violencia permanente, no se puede arengar nada que avive confusión. Cuando ellos sacaron esa canción, estaban en una situación similar a la nuestra: no querían que la propuesta fuera tan popular. Estábamos en otra, la música la tocábamos en antros, ambientes donde no cabía la esperanza de amplificac­ión masiva.

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(gentileza martín bonetto)
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(GENTILEZA PRENSA BABASÓNICO­S) Una “proeza”. Así califica Dárgelos (al centro) al hecho de seguir con la misma formación por 26 años.
 ??  ?? Honestidad brutal. “Expongo mi locura con el fin de que la gente pague una entrada”, confiesa Adrián Dárgelos.
Honestidad brutal. “Expongo mi locura con el fin de que la gente pague una entrada”, confiesa Adrián Dárgelos.

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