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Canciones nacidas de las cenizas

Benigno Lunar lanzó “Viendo cómo el fuego se alimenta”, un disco con acento en el estudio.

- Javier Mattio jmattio@lavozdelin­terior.com.ar

El grupo de Nicolás Rizzo incursiona en nuevos instrument­os y arreglos sin abandonar su esencia.

Si antes fueron los árboles, ahora es el fuego: pequeños exorcismos de paganismo eléctrico conducen los pasos de Benigno Lunar, que a fuerza de canciones peregrinó la historia reciente y fecunda del rock cordobés, desde su antiquísim­a génesis villamarie­nse hasta su desperdiga­do y digital presente Spotify. Después del celebrado La religión de los árboles (2012), la banda de Nicolás Rizzo hace un nuevo alto en el camino con Viendo cómo el fuego se alimenta, cuarto disco que redobla la apuesta en materia de arreglos y estudio, un fogón de cámara ardiente y revitaliza­nte.

En las 11 canciones está todo aquello que Benigno Lunar siempre ofreció –frases despiertas, el tono naif de subterráne­a oscuridad, una antena poética que capta las intermiten­cias de época, melodías y guitarras aprendidas de la tradición más quisquillo­sa, de George Harrison a Stephen Malkmus–, a lo que ahora se suman cuerdas (Renata Bonamici en cello y Cecilia Jiménez en violín), trombones (“Negra” Marta Rodríguez), aportes extra de viola (Andrés Asia) y un coro de niños que cierra el disco en la tan escalofria­nte como simpática Santa. La decisiva producción estuvo a cargo de Rodrigo Bacchini (de La Rambla, donde se grabó el disco), Rodrigo Lanfri y Benigno Lunar.

Eslabón perdido generacion­al (entre compositor­es como Manuel Moretti y los indies peinados nuevos), testigo de mil batallas urbanas, Rizzo bien podría ser un personaje salido de un western, imagen que invoca el trémulo blues de apertura Los ojos llenos de sangre, que crepitar sonoro mediante nombra a un ser que primero se agacha, llora y aprieta los puños, para después levantar la cabeza, secarse las lágrimas y mirar al horizonte “con el rostro desfigurad­o y los ojos llenos de sangre”: el show debe continuar.

El título del trabajo surge de Harry y Sally, una risueña balada de amor catastrófi­co con punteos a lo Dean Wareham que reza “Pienso en Carrie quemándolo todo/ viendo cómo el fuego se alimenta/ queriendo pasar el día juntos”. Bajo las llamas domésticas en las que se consumen trastos y secretos viejos parece cocerse el álbum entero, con guiños chispeante­s al Benigno Lunar de antaño (Tormenta eléctrica, Por una montaña, Para toda la vida) y fogosas incursione­s de ecos orquestale­s (La posta, Un invierno crudo, Donnie Darko), más un bello añadido instrument­al introspect­ivo (Las fuerzas).

En la penúltima El fuego va por dentro se asoman las brasas de la resaca y el alerta de quemadura, nada que el fresco calor de la música no apacigüe con su circularid­ad. Viendo cómo el fuego se alimenta ilumina esa figura cíclica: es enfermedad y receta, fósforo y agua fría, luz y tinieblas: la canción como faro y refugio.

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(BENIGNO LUNAR) La banda. Robertino Metral, Nicolás Rizzo, Guillermo Ochoa y Emanuel Bastos son Benigno Lunar.

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