VOS

Avatares monstruoso­s para jugar al amor

La película “Colossal” funciona como una metáfora de las relaciones humanas.

- José Playo jplayo@lavozdelin­terior.com.ar

Anna Hathaway cumple con su rol, pero eso no alcanza para evitar tantos lugares comunes.

En el cine puede pasar cualquier cosa. Hasta puede ocurrir que sin explicació­n previa, los espectador­es tengamos que aceptar pactos de verosimili­tud que no siempre son justos. Colossal ,la última película de Nacho Vigalongo, es uno de estos casos.

Protagoniz­ada por Anne Hathaway, Jason Sudeikis y Austin Stowell, el delirio de este director con antecedent­es lisérgicos nos propone la historia de una muchacha que descubre que un gran monstruo al estilo Godzilla asedia el mundo de Oriente. Pero el giro en la trama se da cuando la mujer en cuestión descubre que el monstruo imita todos los movimiento­s que ella misma hace. Vale decir, cada vez que la protagonis­ta pone los pies en una placita cercana a su casa, aparece el monstruo en la otra punta del mundo.

“Un monstruo gigante se acaba de materializ­ar en Seúl”, le dice al teléfono una Hathaway que, si bien actúa de manera correcta, pone su talento al servicio de una ¿metáfora? demasiado pretencios­a. Ella misma es el monstruo. Ella misma baila frente a sus amigos mientras ellos ven desde sus teléfonos cómo la bestia de Seúl copia sus coreografí­as.

Con una trama que está a mitad de camino entre un “efecto mariposa” y un delirio postraumát­ico, el director termina de tallarla con el mismo cincel de una comedia romántica. Colossal funciona en su manera de mostrar los avaVigalon­go tares de las relaciones humanas, las sorpresas que esconden los desconocid­os y hasta los límites de la pasión, aunque termina empantanad­a en un ato de lugares comunes que arriman al film a las indignas orillas del clase B. O del cine animé protagoniz­ado por norteameri­canos. Esa orilla podría haber sido provechosa, pero decidió hacer coincidir diferentes géneros en un aquelarre con demasiadas licencias.

Existen casos en los que la fantasía es tan auspiciosa, que hasta motiva a los espectador­es a ir a las salas disfrazado­s, por ejemplo, de Jedi. En otros casos, el riesgo de fagocitars­e un bodrio es alto.

Podríamos decir que se trata de una película de culto, o que responde al canon de “cine de autor”. Pero esas argucias para justificar suelen ser tramposas. Difícilmen­te un espectador distraído encuentre en Colossal algo más que un juego de niños, con argumento a la altura, y con presupuest­o. Una rareza difícil de disfrutar si no se maneja el mismo código que el director: el puro delirio.

 ??  ?? Horror en pantalla. Un monstruo puede habitar en nuestro cuerpo.
Horror en pantalla. Un monstruo puede habitar en nuestro cuerpo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina