No hay nada nuevo bajo las estrellas
Las Estrellas arrancó con excelente respuesta del público ante la expectativa del regreso a los sets de Pol-ka de actrices como Celeste Cid y Marcela Kloosterboer. La selección de las protagonistas puede ser uno de los grandes aciertos de la propuesta: actrices jóvenes pero con carrera, distintas entre sí aunque todas igualmente bellas. Lo que las hace diferenciarse no son sus vidas –más o menos arregladas según el caso–, sino la personalidad con la que afrontan el desafío que la historia les plantea: llevar adelante un emprendimiento hotelero tras la muerte de su padre.
Sin embargo, los estereotipos que cada una de ellas represenque tan son más o menos los mismos que la productora viene reproduciendo en los más de 20 años de éxitos televisivos que lleva al hombro. La idea de mujeres frágiles pero superpoderosas pudo ser novedad en los ‘90, pero hoy podría transformarse en el lastre de la tira. Si algo quedaba por decir sobre los desórdenes afectivos y/o económicos de un grupo de amigas o hermanas ya lo hicieron Para vestir Santos,
Socias y Guapas con éxito, ¿por qué copiarse a sí mismos? En la pregunta está la respuesta. Está claro que Las Estrellas no propone nada nuevo y reproduce fórmulas. Eso habla de una falta de guionistas con ideas nuevas. Un ejemplo fue la escena del funeral del primer capítulo, con una fórmula usada ya mil veces. Si las actrices se corren del modelo de personaje estanco, podría funcionar. Tal vez las ofertas de TV a demanda o la escasa capacidad de adaptarse al cambio refuerzan la idea de crisis en la industria local. Ideas viejas remasterizadas que podrán funcionar más o menos bien en audiencia, pero que no dejarán su huella en la historia de la televisión, como lo hicieron producciones como Vulnerables o Gasoleros.