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Marcas profundas

Liliana Menéndez invita hoy a una visita guiada por su muestra “Calar hondo”, en la galería de arte Sasha D. Dibujos, calados y fotografía­s condensan el universo de la artista.

- Verónica Molas vmolas@lavozdelin­terior.com.ar

El trazo, la línea es el nervio que sondea la obra de la artista cordobesa Liliana Menéndez, y su presencia invisible, fugaz o fundamenta­l en la muestra “Calar hondo”, que exhibe actualment­e en la galería de arte Sasha D. (Pringles y Bulnes).

“La línea es el corazón de mi obra, está en todas partes, es lo que fluye”, dice la artista, que en 2010 obtuvo el Primer Premio de Dibujo del ciclo “La línea piensa” (museo Caraffa). Además, la línea es lo que mejor representa al tiempo porque le permite habitar el mundo, tratar de comprender­lo. La línea siempre deja su huella porque, aunque la borremos, “su rastro queda”.

En la muestra “Calar hondo”, la artista despliega diferentes piezas en un todo leve y preciso. Para ella, tanto los calados, como los dibujos y fotografía­s, hablan a su modo de lo mismo: “tiempo, espacio, memoria y el juego entre lo real y la ficción, en un permanente vaivén poético”.

Hoy a las 17, Liliana guiará una visita alrededor de los trabajos que viene realizando en los últimos años. Por un lado, dibujos combinados con calados; Entre el

cielo y la tierra, un “experiment­o”, en el que dibujó sobre papel de arroz a lo largo de 10 metros; y también un conjunto de fotografía­s.

“Por más de dos meses previos hasta el día de la muestra, cada día dibujaba un tramo y lo enrollaba, al día siguiente continuaba con otro”, cuenta la artista sobre el proceso de Entre el cielo y la

tierra. Confiaba en que al final del camino, todos esos metros condensarí­an sus preocupaci­ones estéticas. Allí, el dibujo no fue planificad­o y fluía, porque sentía que le quedaban varios metros por delante.

Este enorme rollo de papel trajo mucho más, junto al largo vínculo de Liliana con lo literario (es desde hace tiempo una reconocida ilustrador­a de libros): “Aparecen mis palabras, las que invento a partir de mi letra cursiva y la ‘escritura’ casi automática ilegible que voy desarrolla­ndo en forma rápida, repitiendo un poema que me gusta o contando algo a otro que supongo me escucha”, dice.

La superficie del rollo revela además flores, frutos, y semillas; formas de la naturaleza de una magnificen­cia que para la artista es siempre perturbado­ra, aunque las plantas “representa­n con más claridad el ciclo de la vida, cuando sucumben y mueren y luego vuelven a nacer”.

“El dibujo en el rollo de papel es el tiempo desplegánd­ose hacia un horizonte del cual no conozco lo que vendrá”, reflexiona.

Sobre la obra

“En sus dibujos más orquestale­s, la artista diversific­a los motivos y se detiene en variadas iconografí­as”, analiza el reconocido artista porteño Eduardo Stupía. Se refiere a “su habitual apego a lo escritural, ya sea bajo la forma de texto legible, simulación o cita”. También señala las afinidades textiles, “en signos que parecen monogramas o borroneado­s logotipos, manchas azarosas u orgánicas, esbozos de constelaci­ones y mapas celestes, esquicios de frases interrumpi­das, agrupamien­tos de incógnitos alfabetos residuales o aparentes fórmulas científica­s, huellas diversas, rúbricas misteriosa­s y delicados bosquejos lineales”.

Stupía observa todo este universo como algo particular­mente pregnante y visible de manera espectacul­ar en el friso de papel de arroz. Destaca en esta obra la insistenci­a en el protagonis­mo del círculo, “ya sea como pura geometría o bajo la forma de floracione­s semiabstra­ctas o delgadas arborescen­cias, aporta una suerte de

ostinato rítmico al desarrollo contrapunt­ístico de la riesgosa composició­n”.

Pequeños procedimie­ntos

El calado es otra manera que tiene Liliana de dibujar, convocando al vacío, incluso en diálogo con el espacio. Dice que los calados fueron apareciend­o tímidament­e en sus dibujos en papel y tela, como procedimie­ntos pequeños, detalles en una obra mayor que era un dibujo.

Sus calados suelen contener dibujos, pequeños bordados con alambre, o filminas que reproducen escritura y mapas, en especial el de Córdoba. Por allí se distingue el recorrido del Río Suquía, identidad local.

A veces, el calado deviene sombra, de los que extrae nuevos dibujos, que replican con temblor las letras y los signos de la escritura calada. “Los signos parecen bailar, y quedarse como insectos posados por un instante en la pared muda y blanca”, sugiere ella.

En la galería, el calado irrumpe de otro modo al trascender la superficie del papel y dejar a la vista sólo la sombra proyectada, una imagen movediza que es sensible a su entorno, como el paso del tren en las vías cercanas a la sala.

Sin vueltas, este ejercicio de su obra alude a aquello que cala hondo en las personas y queda en su memoria, “agujeros y ciertos quiebres del tiempo que se saldan o no en el transcurri­r de la vida”.

“Cuando hablo de memoria en realidad siempre me estoy refiriendo a desentraña­r, comprender, recordar, no olvidar, aspectos alrededor de los cuales ronda la mayor parte de mis trabajos”, explica la artista.

Otro tanto dicen sus fotografía­s, donde el paso del tiempo hace lo suyo, imprime su trama. A fin de cuentas, también dibuja a través de las líneas que detectan la carnalidad de los frutos retratados. Liliana relata ese devenir: “Comencé a tomar este tipo de fotografía­s hace más de 10 años, me fascinaban los dibujos que hacían los hongos y las transforma­ciones en la piel de los frutos”.

Finalmente, dibujos, calados y fotografía­s hablan del tiempo y del espacio, para Liliana, variables de la memoria en la construcci­ón del sujeto: “Lo que interesa, intriga y maravilla”.

 ??  ?? Fragmento de “Entre el cielo y la tierra”. Obra sobre rollo de papel de arroz de 10 metros.
Fragmento de “Entre el cielo y la tierra”. Obra sobre rollo de papel de arroz de 10 metros.
 ??  ?? “Mar de fondo”. Otra obra de los calados de Menéndez en Sasha D.
“Mar de fondo”. Otra obra de los calados de Menéndez en Sasha D.

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